Sofía había creído siempre que su hermano era un puto ejemplo de honor y lealtad. En un mundo lleno de mierda y traiciones, él era el único que parecía un bastión de verdad, esa roca firme que no se dejaba joder por nadie. Pero la verdad es una hija de puta que pocas veces llega cuando uno la espera, y en el peor momento te parte el alma en mil pedazos.
Aquella noche, Sofía entró al despacho de Lucas sin hacer ruido, con la intención de encontrar respuestas a lo que su corazón ya sospechaba, pero que su puta cabeza se negaba a aceptar. Quería verle la cara, quería encontrar una explicación aunque fuera una mierda bien construida para proteger al hermano que amaba.
Pero lo que vio no fue una explicación, sino un espejo roto, una imagen destrozada y contaminada por secretos oscuros que la
