Las calles de Vértice Global parecían un maldito agujero n***o tragándose toda la mierda sin fin que los envolvía. La guerra interna estaba en su puto punto máximo: alianzas que parecían hechas de acero ahora se estaban oxidando con la traición, y más de uno se preparaba para pagar el precio más alto, porque en esta mierda no hay amigos, sólo supervivientes. Fernando, uno de los cabrones que había estado en el meollo del conflicto desde el principio, se había vuelto más frío que el hielo. Sus ojos ya no tenían rastro de las pequeñas dudas o pendejadas que alguna vez lo hicieron humano. Ahora era pura calculadora y maldita estrategia, y aunque el consejo parecía firme, sabía que en el fondo todo podía explotar en su cara de un puto segundo a otro. Pero lo que Fernando no sabía era que uno

