La presión se sentía en el aire caliente de la oficina, como un odio que crece y se vuelve insoportable. Nadie hablaba mucho, pero todos sabían que el tablero de mierda del poder se movía con cambios que podían ser mortales. Y esta vez era más que ruido o rumores: algo se estaba cayendo, y esa caída iba a arrastrar a más de uno. Sofía no podía apartar la mirada de la pantalla. Un mensaje entró con una simple frase, directa como un golpe a la mandíbula: *“El banco principal se baja del acuerdo con Damián. No hay vuelta atrás.”* Maldita sea, no había peor noticia en ese puto instante. Porque ese banco era la llave, el motor que mantenía viva esa red de corrupción, chantajes y dinero sucio. Si ese apoyo se caía, era como perder la puta guerra sin dar un solo tiro. Fernando entró al despach

