—Esto es la firma que va a despertar a la bestia —dijo Sofía, mientras tomaba otro cigarrillo y lo mordía antes de prenderlo—. Cuando ese dinero se mueva, no habrá más silencio. La lucha va a explotar en mil pedazos. Damián asintió, con la mirada fija en el humo que se escapaba por la rendija de la ventana. Esa humareda era un reflejo del puto humo que se podía sentir dentro de ellos: la mezcla de nervio, miedo y una certeza casi suicida. —Pero no te equivoques —agregó—. El enemigo está más jodido que nunca, pero también más desesperado. Van a salir de sus agujeros, y no van a tener piedad. —Por eso tenemos que estar más preparados que nunca —intervino Sofía—. No vamos a dejar que nos caguen sin dar pelea. Otro mensaje cortó la noche: esta vez del banco. La transferencia tenía luz verd

