Hija de la mafia

  —Mia no entres allí —susurró Chad.    No le hice caso, no era la chica más popular de mi universidad para que un simple jugador de fútbol me dijera qué hacer. Los hombres nunca me habían intimidado y Chad era un chico lindo y simpático, era uno de los pocos amigos de mi novio que me caía bien, pero eso no significaba que no estaría dispuesta a darle un puñetazo en la cara si no se quitaba de la puerta.    Mi enojo era grande, después de que la capitana de animadoras de la universidad me restregara en la cara que mi novio estaba en la cama con una friki, ignoré el resto de sus burlas y vine directamente a su habitación. La fiesta que él había organizado estaba en su pleno apogeo. Odiaba hacer escándalos, pero esto me sobrepasó. Soy Mia Grey, la hija de un exitoso político, un ejemplo a seguir. No había chica en la universidad que no quisiera ser como yo, que no vieran en mí a la chica perfecta. Un pequeño idiota como mi novio Collin no me iba a humillar.   —Chad quítate de la puerta antes de que termines lastimado —advertí. Chad negó con la cabeza y apretó su agarre en la manija con fuerza, por el rabillo de mi ojo vi a mi mejor amiga Erika venir rápidamente hacia mí.   —Mia, sabes lo que te encontraras detrás de esa puerta —susurró, para que las personas en la fiesta no escucharan—. Sabes lo que está haciendo, lo puedo ver en tus ojos. Ahórrate los detalles.   —¿Tú no me has escuchado? —pregunté, acercándome más a él para intimidarlo, con las personas siempre funcionaba. Chad no fue la excepción, vi como tragó fuerte y desvió la mirada de mis ojos. — ¡Abre la maldita puerta!   —Quiero ahorrarte los detalles.    ¡Maldita sea! No entendía por qué la gente siempre trataba de proteger a Collin, como si el muy bastardo se lo mereciera. Contra mi propia conciencia le di una patada en la entrepierna de Chad tan rápido que él no la pudo evitar. Sus ojos se abrieron como platos y se dobló de dolor. Mis zapatos de tacón servían para algo más que para lucirlos.   —¡Quítate! — grité, sintiendo los ojos de las personas en mí. Esta vez Chad no opuso resistencia y se apartó sabiamente.    Pero cuando abrí la puerta de golpe todo mi valor murió.    Sabía lo que me iba a encontrar, estaba segura de que el idiota estaba en la cama con alguna perra barata. Pero cuando lo vi con mis propios ojos quise matarlo. La chica estaba debajo de él mientras su culo desnudo se movía hacia dentro y fuera.    La música mató el sonido que hice cuando abrí la puerta, ellos no me escucharon y aún seguían moviéndose. Sentí la mano de Erika en mi hombro como apoyo. Solo cuando uno de sus amigos entró y le gritó que se detuviera fue cuando Collin me vio. Sus ojos se agradaron como el cobarde que era, sus mejillas rápidamente se sonrojaron y su respiración se hizo aún más artificial.    Se tapó rápidamente, con la sabana donde tantas veces habíamos tenido sexo. Quise darle un golpe tan fuerte en las pelotas que quedara impotente toda su vida, quise ahorcarlo con mis propias manos, estaba muy enojada, pero no fue él quien me enojó más.    La chica con quien se había estado revolcando me sonrió de forma malvada, como si fuera ganado algo. Me sonrió de la manera en que le sonríes a tu rival cuando ganas una batalla. Tenía el cabello n***o y corto, un piercing en la nariz y estaba maquillada como un emo. Pero sus ojos eran diferentes, eran de un verde inmensamente hermoso, aunque estaban llenos de malicia.   —¿Es tu novia cariño? —preguntó con falsa inocencia. Ella sabía perfectamente que yo era su novia, la había visto por los pasillos de la universidad con un grupo que vestía similar. Lo que significaba que sabía quien era yo, toda la universidad lo hacía.   —¡La voy a matar! —exclamé, antes de abalanzarme hacia ella, pero fue Chad quien me detuvo. Collin estaba demasiado asustado de que más gente lo viera como para preocuparse por que su novia y su amante pelearan.   —No vale la pena Mia —Erika intervino esta vez, dándole una mirada de muerte a Collin y su perra. — Vámonos de aquí antes de que terminen contaminándonos.    La chica volvió a sonreír, la ignoré y me concentré en Collin, no me iría de aquí sin decirle unas cuantas cosas.   —¿Creíste que no me enteraría de que te acostabas con otra? — le pregunté fríamente. Él parpadeó y una lagrima se deslizó por su mejilla. ¿Por qué demonios lloraba si fue el que me engañó?   —Mia bebé, yo... No lo hice con mala intención —respondió con ojos suplicantes—, solo pasó.   —¡Y vaya que pasó! —exclamó la perra riéndose.     Él le dio una mirada que indicaba que se callara la boca.   —Me alegro haberme dado cuenta de quién eres pequeño bastardo. Siempre supe que eras muy poco para mí, tú solo eres un jugador de fútbol promedio. Un chico mimado que no sabe lo que es una verdadera mujer ¿Cambias el sushi por el atún? —le pregunté, alzando una ceja y sonriendo sin humor.   —Mia podemos hablar y solucionar….   —¿Qué vamos a solucionar? —pregunté, interrumpiéndolo— Quédate con ella a ver si es lo suficiente para ti, pero cuando te engañe con uno incluso más perdedor que tú no vengas a mí. ¡No vengas a mí de ninguna manera! No te quiero cerca de mí Collin y lo digo en serio, dile adiós a tu popularidad porque desde ahora me encargaré de que seas tan pequeño e insignificante como tu pene.    Solo cuando escuché las risas y abucheos fue cuando me di cuenta de que las personas estaban unidas en la puerta mirando el intercambio. Incluso tomaban fotos, Collin no podía estar más rojo. La chica punk ya no sonreía y la música había dejado de sonar. Sonreí satisfecha con lo que había hecho y me di la vuelta, pero entonces me detuve y hablé sin voltearme.   —Te lo dije cuando comenzamos a salir que a mí nadie me jode. Y tú no serás la excepción.    Cuando llegué a mi coche en la oscuridad de la noche permití que una lágrima derramara por mi mejilla. Pero no de dolor, Collin había dejado de significar para mí hacía mucho rato. La única razón por la que estaba con él era por no estar sola. Y por no dejárselo en bandeja de plata a la perra animadora que lo seguía a todas partes. Admito que cuando nos conocimos hace ya dos años estaba entusiasmada e incluso enamorada, pero después de un tiempo, cuando me di cuenta de lo estúpido e inmaduro que era, me acostumbré a aguantarlo. Aunque no a quererlo.    Erika se sentó en lado copiloto en silencio. No habló mientras yo manejaba sin un rumbo fijo, solo quería irme lo más lejos de la casa de Collin.  Y olvidarme de toda la situación hasta el lunes, donde tendría que asumir el papel de mujer fría de nuevo.   —¿A dónde vas Mia? —preguntó Erika, frunciendo el ceño cuando vio el letrero de neón de un bar de mala muerte.   —¿Quieres que te lleve a casa? —le pregunté sin mirarla.   —¿Qué haces aquí? —preguntó de vuelta— ¿Sabes que este lugar es peligroso no?   —Lo sé, pero se ve divertido —Me encogí de hombros— ¿Vienes o te llevo a tu casa?   —No te dejaré sola aquí —dijo ella y acto seguido se bajó del auto con la misma clase que siempre.    La seguí poniéndome mi chaqueta por el frio que hacia afuera.    Algo me decía que la noche se iba a poner interesante.