Mi mercedes resaltaba entre toda la chatarra que habían en el estacionamiento. Ignoré la mirada de unos chicos pandilleros y seguí caminando decidida.
Había visitado los peores barrios de la ciudad en las campañas de mi padre, él siempre queriendo ser bueno con los pobres cuando en realidad no le importaban un p**o. Pero tenía que acompañarlo ya que era su única hija, la prensa me conocía y me tenían como una niña buena e inocente. En la universidad me conocían como la chica perfecta, y en mi casa…. Allí no era nadie.
Mi padre estaba demasiado ocupado en sus cosas como para meterse en las mía y mientras siguiera teniendo perfectas notas, él estaría feliz y me complacería en todo lo que el dinero pudiera comprar. No me quejaba ¿qué chica de veinte años se quejaría de que su padre rico le comprara todo lo que ella pidiera? Absolutamente nadie, aun así, era un error que muchos cometían tenerme como la chica indefensa. Error que la mayoría de ellos pagaban, si no pregúntenle a Chad y a Collin.
Cuando llegamos abrí la sucia puerta y entré al bar, con Erika siguiéndome. Adentro olía a cerveza, cigarrillos y desinfectantes. No es como si yo supiera mucho de la limpieza, pero este lugar necesitaba una. Erika me dio una mirada igual de despreciable que yo le estaba dando al bar. Pero, aun así, seguí hacia la barra y me senté.
El barman, un tipo gordo y viejo estaba limpiando un vaso cuando me vio llegar. Su mirada me recorrió el cuerpo y luego el de Erika, haciendo que esta bufara molesta. Erika ciertamente era la clase de chica que tenías que mirarla con respeto si querías recibir lo mismo de ella.
—Dos Cosmopolitan —pedí al cantinero, esperando que dejara de mirar mis pechos y me prestara atención.
—¿Dónde crees que estas? —preguntó irónicamente— Este es un bar, no una de esas fiestas donde ustedes los jóvenes van.
—Bien dame dos cervezas —le indiqué, poniendo los ojos en blanco. Erika estaba revolviendo sus manos nerviosamente. Cuando miré alrededor, me di cuenta de por qué.
Había muchos hombres con caras de peligro en su mirada, algunos jugaban al billar, otros bailaban con algunas mujeres con menos ropa que una striptease y unos pocos jugaban intensamente en una mesa al fondo. Pero todos tenían algo en común, llevaban un arma.
—¿Tienen identificaciones? —preguntó el cantinero de nuevo llamando mi atención. Asentí y le entregué mi identificación falsa, Erika hizo lo mismo tratando de no dejar ver el fajo de dólares que llevaba siempre en su cartera.
El tipo nos entregó dos cervezas de una marca desconocida y le di un largo trago, sintiendo la amargura en mi boca. No era la mejor que había probado, pero tampoco la peor bebida.
—No es recomendable que dos jovencitas tan lindas y caras como ustedes anden por aquí —advirtió el cantinero, viendo algo más allá de nosotras.
Cuando me volví para mirar que llamaba su atención encontré la causa de su advertencia. Un hombre de al menos un metro noventa, venía hacia nosotras con una sonrisa perversa. Llevaba una cerveza en su mano y se tambaleaba un poco, su atención se dirigió de mis piernas desnudas a mi escote en el pecho. No podía culparlo, llevaba un short de tiro alto n***o con una camisa de lino blanca que dejaba a la vista las pecas de mis pechos.
Erika no estaba peor, ella llevaba un vestido verde eléctrico por encima de las rodillas y tacones parecido a los míos. Pero no era mi culpa, no sabía que la noche iba a terminar con mi novio de dos años engañándome y yo yendo a un bar de mala muerte por capricho.
—Hola bellezas —dijo con una sonrisa coqueta. Si no fuera por que tenía unos diez años más que nosotras, oliera alcohol y cigarrillos y no llevara una fea barba podría pasar como un tipo atractivo.
Se sentó en el taburete al lado de nosotras y me di la vuelta para ignorarlo. Pero como todo borracho, él no se quedaría en paz hasta que no nos molestara lo suficiente. Pedí otra cerveza mientras el tipo charlaba sobre cómo la policía ya no tenía el control del país.
—¿Me estás escuchando perra? —lo dijo tan fuerte que varias cabezas se giraron en nuestra dirección, incluyendo la del cantinero, que solo sonrió y me dio una mirada de te-lo-dije.
—¿Disculpa? —llamó Erika molesta— ¿A quién llamas perra?
—A la perra de tu amiga —respondió el tipo alzando la voz.
—¿Por qué no vas a casa? Estás lo suficientemente borracho como para darte una bofetada —le dije encarándolo.
El tipo echó la cabeza hacia atrás y río con fuerza. — ¿Tú? Una pequeña mocosa con ropa cara ¿me va a dar una bofetada a mí?
Respiré profundo, preparándome para mandarlo al infierno, para decirle que era un borracho de mierda con mal aliento. Podíamos ser solo dos chicas, pero no iba a permitir que me llamara perra el mismo día en que mi novio me había engañado. Abrí la boca, lista para decirle todo aquello, pero entonces, alguien lo hizo primero.
—No lo hará ella, pero lo voy a hacer yo si no te largas de aquí ahora mismo —ordenó una voz seductoramente atractiva. Cuando giré mi mirada me encontré con un chico que podía ser un modelo si lo quería.
—¡No me jodas Maxon las vi primero! —El tipo exclamó alto, pero su temperamento había cambiado, yo estaba tan furioso.
—Te he dicho que te largues antes de que te saque yo. Y te lo advierto, no va a hacer muy agradable —susurró con voz tan amenazante que mis bellos se erizaron. Tenía un acento medio británico, pero no era tan marcado así que no podía saberlo a ciencia cierta. — Voy a dejar pasar el cómo me estás hablando porque estás borracho, pero no presiones, sabes que no pasan cosas buenas cuando me enojo.
—Ahí está la horma de tu zapato —Me susurró Erika con una sonrisa. Le di un codazo para que se callara. Tal vez esperaba que el tipo se levantara y comenzara una pelea con mi salvador, o que le dijeron que éramos unas perras de nuevo. Pero no lo hizo, increíblemente sin una palabra más se levantó y puso un billete en la barra, un segundo después se tambaleaba hasta la salida.
El chico se volvió hacia mí y me miró directamente a los ojos, haciendo que mi pulso latiera más rápido— Gracias —murmuré lo mejor que pude. Él me sonrió y me miró de arriba abajo, pero no de manera morbosa, si no como si me estuviera detallando para pintarme en un retrato.
—No tenías que defenderme de todas maneras— le dije bebiendo un trago de mi cerveza con indiferencia. — Tenía la situación controlada.
El chico- que podría llamarse Maxon- se sentó en el taburete que acababa de abandonar el tipo borracho y alzó una ceja de forma burlona. Sentí que lo conocía, intenté pensar, pero no me daba. De todas maneras, tal vez eran cosas mías, no es como si viera a este chico por la calle y luego no lo reconocería. Sabía reconocer la belleza pura donde la veía. O tal vez lo había visto en un comercial, no me extrañaría que fuera modelo.
—¿En serio? —Su voz era ronca y atractiva. El chico debió trabajar en las llamadas eróticas en vez de estar aquí.
—Sí. Soy Mia —le dije tendiéndole la mano. Cuando mi mano tocó con la suya, la dejó allí más tiempo del necesario, sintiendo las cosquillas que había escuchado de las novelas románticas en mi propio abdomen.
—Maxon —Fue su única respuesta, sin dejar de mirarme a los ojos.
—Ella es mi amiga Erika —presenté, sintiéndome de pronto tímida. Erika le tendió su mano y él hizo lo mismo, solo que esta vez la soltó de inmediato.
—¿Qué hace una chica cara aquí? —preguntó, le hizo señas al cantinero y este le trajo un vaso con lo que podría ser vodka.
—Lo mismo que hace un chico igual de caro que tú —le respondí de vuelta dándole una mirada a su cuerpo. Él sonrió aún más cuando me vio hacer esto.
—¿Qué te hace pensar que soy caro? —preguntó y tomó un trago de su vaso.
Habían muchos cosas, por ejemplo su reloj costaba una fortuna, lo sabía porque era el mismo que mi padre usaba cuando iba de viaje donde su familia. Él siempre quería fanfarronear de su dinero, y ese reloj era perfecto. Pero Maxon no solo llevaba eso, sus ropas se veían que eran de una fina marca, igual que sus zapatos que eran cuero puro. O el anillo en forma de escorpión en su mano derecha, era oro puro también. Ese chico tenía mucho dinero.
—¿Pasé la prueba? —preguntó sonriendo a mi indiscreta mentira de detallarlo. Negué con la cabeza y tomé otro trago para refrescar mi seca garganta.
—Eres muy bonito para mi gusto —le reprendí seriamente.
—¿Qué? Ser bonito empaña tu belleza —dijo y siguió cuando no dije nada—, niñas ricas, todas son iguales.
Escuché a Erika bufar y la vi bajarse del taburete poniendo mala cara, sus labios estaban fruncido y miraba a Maxon como si quisiera que un rayo lo partiera. Erika odiaba que le dijeran niña rica, a pesar de que lo era, nunca le había gustado. Creo que tiene que ver con el hecho de que todas las veces que la habían robado siempre le habían dicho así.
—Mia ¿nos podemos ir ya? —preguntó malhumorada.
Me bajé del taburete aceptando que tenía que hacerlo, no iba a obligar a Erika a estar aquí a pesar de que no quería irme y dejar de hablar con Maxon. Él tenía una extraña expresión en su mirada, como si tampoco quisiera que yo me fuera. Me tomé de un trago lo que quedaba de mi cerveza y lo miré de nuevo, estaba sentado relajadamente y miraba todos mis movimientos.
—No vemos Maxon —le dije haciendo un gesto de despedida con la mano, pero justo cuando iba a caminar para irme, me detuvo.
—¿Quieres irte en realidad Mia? —preguntó suavemente. Mi nombre en su boca hizo de nuevo cosas extrañas en mi abdomen, tal vez era porque no había comido en la cena. O tal vez era porque este chico peligroso me gustaba— ¿Por qué no te quedas y yo te llevo?
—¿Crees que dejaría que un extraño me llevara a casa? —pregunté, sonriendo irónicamente y alzando una ceja.
—¿Por qué no? —preguntó de vuelta.
—No lo sé, tal vez porque puedes violarme y luego matarme y dejarme en un lago completamente descuartizada —dije sintiendo la mirada horrorizada de Erika en mí. Pero Maxon ni siquiera parpadeó, se limitó a sonreír como si supiera algo que yo no.
—¿Por qué obligarte a follar si puedo convencerte? —preguntó y mi estómago esta vez sí dio una sacudida de verdad.
Él estaba tan seguro de sí mismo como yo de mí misma. Nunca había encontrado un hombre que no se sintiera, aunque sea un poco, intimidado o inseguro por mí. Estaba consciente que era hermosa, cabello rubio largo y unos ojos azules con ciertos toques grises. Pómulos altos, labios carnosos, alta y estilizada.
Por esa razón era la más popular en mi universidad, todos los chicos querían salir conmigo. Y mi imagen era perfecta para la campaña de mi padre, tener una hija hermosa le ayuda a que ciertos ministros me dieran una buena mirada. Pero aun así que este hombre no parpadeara ni un poco me hacía pensar que había estado con mujeres incluso más hermosas, tal vez mises o modelos.
Lo cierto es, que me enojaba y mucho.
—No me obligaras ni convencerás de follar contigo porque no eres mi tipo —le dije con un tono de voz duro. El que usaba para cuando Collin se ponía celoso, y luego yo tenía que convencerlo de que no estaba con nadie más.
Oh Collin ese sucio hijo de…
Maxon se bajó del taburete rápidamente callando mis pensamientos y se paró muy cerca de mí, Erika dio un paso atrás incomoda y asustada, pero yo no me acobardé y le sostuve la mirada con aire desafiante.
—Yo puedo ser lo que tú quieras —susurró, acariciando mi mejilla con suavidad—, pero tengo la impresión de que te gusta lo que ves.
—Me gustaría que te alejaras de mí en este momento —reprendí, también susurrando porque sentía que si hablaba muy alto comenzaría a hiperventilar. Me bastaba con el leve perfume de Maxon y con su boca cerca de la mía para sentir que el aire poco a poco se evaporaba. — Idiota.
—¿Qué tal si hablamos un poco y luego te llevo a tu casa? —preguntó, alejándose un poco— Puedes confiar en que no te follaré, a la fuerza, claro está y que llegaras a salvo a tu casa.
—¿Por qué debería confiar en ti?
—Porque cuando doy mi palabra de algo, lo cumplo. Siempre Mia. Además, tu amiga sabe que estás conmigo. Piensa, si apareces asesinada, ella sabrá que yo soy el culpable. Sería un poco estúpido.
Me quedé un momento mirando a ver si hablaba en serio, pero él no se estaba riendo, ni siquiera sonreía de forma burlona. Quería quedarme, al menos me olvidaría un poco de la vergüenza que sentiría mañana cuando todos se enteraran de que había sido engañada por una punk de mierda. O que me encontrara a Collin de nuevo y viniera corriendo a pedirme disculpas.
Además, este chico tenía un are peligroso que lo volvía incluso más atractivo. Si es que eso era posible.
Pero más allá de todo eso, iba a quedarme porque quería descifrar quien era este chico en realidad. Quería conocerlo más a fondo y quedarme tomando unos tragos en un bar con él era la ocasión perfecta.
Saqué las llaves de mi monedero y se las di a Erika, ella no pareció entender al principio, pero sus ojos se agrandaron cuando me senté de nuevo en el taburete y miré a Maxon, dejándole saber que no era una cobarde.
Sonrió y se sentó también.
—¿Estás loca? —preguntó Erika casi gritando— ¿Te vas a quedar con este extraño?
—No es un extraño —respondí, encogiéndome de hombros. — Se llama Maxon.
—¡Mi Dios Collin te matara! —exclamó, haciéndome enojar. La fulminé con la mirada, pero como tantas otras veces, Erika no se intimidó, me conocía lo bastante bien como para saber que lo hacía más para advertirle que para hacerle daño.
—Collin se puede ir a la mierda —respondí, tranquila por fuera e hirviendo por dentro—. Ve en mi coche y mañana nos vemos.
—¿Estás segura?
—Sí Erika —dije mirándola y dejándole saber que estaba bien. Cuando se dio la vuelta y salió, pedí otra cerveza al cantinero. Le di una sonrisa de pocos amigos antes de volverme hacia Maxon— Así que… ¿de dónde eres?
—De muchos lugares —respondió, jugando con su anillo de escorpión— ¿Y tú?
—De aquí, toda mi vida he vivido aquí —respondí con un suspiro de melancolía. Odiaba vivir en Texas, demasiada zona rural para mi gusto. Cuando mi madre murió mi padre se metió de lleno en la política, el presidente lo envió aquí y por supuesto si quería conservar su trabajo tenía que obedecer. Había viajado a muchos lugares, pero no me quedaba mucho tiempo, mi padre siempre me necesitaba en sus campañas.
—¿Eso es bueno o malo? —preguntó, después de un rato en silencio.
—Bueno, supongo ¿estudias o trabajas? —pregunté, cambiando la conversación.
—Trabajo, siempre en movimiento —Pidió otro trago, como buscando una distracción.
—¿Y en qué trabajas?
—¿Me estás entrevistando? —preguntó con burla. Le saqué la lengua y me arrepentí de inmediato. Sus ojos se quedaron en mi boca aun después de que la había cerrado, su mirada era hambre puro, lo que hizo me que animara.
No podía tocar, pero nadie dijo que no podía jugar con el chico.
Pasé mi lengua por el labio inferior tratando que fuera un gesto inocente, bebí un trago de la cerveza haciendo que mis labios se mojaran. Maxon no dijo nada por un rato, pero dejó de jugar con el anillo y le prestó mucha atención a mis labios, justo antes de que otro chico hermoso nos interrumpiera.
—¿Oye hermano por qué dejaste de jugar? —preguntó, con una chica a su costado. Cuando me vio sus ojos brillaron en entendimiento y sonrió, dejando ver sus hermosos dientes blancos. —¡Oh!
—Estoy ocupando Jason —respondió Maxon, parecía enojado porque nos hubiese interrumpido. — No jugaré más en toda la noche.
—Bueno en ese caso le diré a d**k que tome tu lugar —le respondió este indiferente a su enojo, cuando se volvió hacia mí me dio una sonrisa que enamoraría a cualquier chica con ovarios. — Buenas noches linda.
Y se fue con la chica a su costado. Sentí la mirada de Maxon de nuevo en mí, nos miramos un par de minutos en silencio, tratando de descubrir que pensaba el otro. Yo había perdido porque no tenía ni idea que podía querer Maxon de mi aparte de follar, que era lo que la mayoría de los chicos buscaban.
—¿Qué quieres de mi Maxon? —le pregunté sin poder contenerme, estaba un poco ebria y mi boca se hacía más suelta cada vez que tomaba demasiado.
—Muchas cosas — respondió sin dejar de mirarme—, pero por ahora ¿por qué no dejas de tomar?
—No —dije, bebiendo otro trago de mi cerveza. — Estoy perfectamente.
—Si tú lo dices —respondió, pero le hizo señas al cantinero para que no me diera más cervezas. Fruncí el ceño enojada porque quisiera controlar mi ebriedad.
Mi novio de dos años me había engañado hoy, tenía derecho a beber todo lo que se me diera la gana. Pero no dije nada, consciente de que él tenía más posibilidades de ganar la pelea que yo. En vez de eso me levanté, me tambaleé un poco me aun así seguí con mi mirada de desafió.
—Voy al baño —dije y sin esperar su respuesta caminé hacia el fondo. Había tres puertas y no sabía cuál de ellas era el baño de mujeres, así que abrí la primera que vi.
Cuando miré dentro había al menos cinco hombres sentados jugando con cartas, en la mesa habían bebidas de todo tipo, cigarrillos encima de ceniceros, billetes y un arma ¡Un arma! Abrí mis ojos como platos al ver que todos en la mesa se habían quedado en silencio y me miraban fijamente. Vi al chico que había saludado a Maxon sonreírme levemente, pero excepto por él, los demás parecían tener una expresión de muerte en sus ojos.
Había ido a muchos casinos, pero nunca había visto un juego de cartas tan amenazador como este, armas en las mesas con hombres vestidos de negros que miraban como si en cualquier momento te fueran a dar un balazo en la cabeza. ¿Y si perdías y no solo tenías que darle el dinero? Tal vez apostaban chicas y todo eso, mi estomago se despertó por el miedo de ver a tantos hombres armados mirándote, esperando una explicación. Por Dios, yo solo era una chica ebria despechada.
—Yo... —No sabía que decir y pensé que estaba perdida, hasta que sentí una mano en mi cintura, luego me apretaron contra un cuerpo. Por el perfume sabía que era Maxon, su pecho era duro contra mi espalda.
—Ella está conmigo —les dijo a todos con aire indiferente. Todos asintieron sin preguntarle nada más y volvieron a su juego.
Maxon me metió por un pasillo oscuro más allá de las tres puertas y me pegó contra la pared— ¿Qué demonios hacías allí? —preguntó con enfado.
—Pensé que era el baño de mujeres —le respondí ofendida— Ya puedes soltarme.
—No —dijo, mirando mis labios. Estábamos tan pegados que sentía su erección en mi pelvis. Sus brazos sostenían mis manos acorralándome.
—¿No qué? —pregunté, aunque no me dio tiempo de decir nada más.
Maxon comió mi boca con la suya, su lengua conectó con la mía haciendo que gimiera bajito. Me apreté más contra el devolviéndole el beso con hambre, no era un beso dulce ni curioso. Era un beso de verdad, lleno de pasión y deseo.
Su lengua se movía en mi boca tocando y saboreando. Me soltó por lo que enrollé mis brazos en su cuello y lo atraje más a mí, frotándome contra su cuerpo. No me importaba como me viera, o qué diría mi padre si se enterara, solo quería que este hombre siguiera besándome de la forma en la que lo estaba haciendo, porque la verdad, era muy bueno.
Pero el beso acabó demasiado pronto, mi respiración era agitada y me agradó saber que la de él también, en sus ojos se veía el deseo y lo atraje de nuevo a mí, subiendo una pierna a su cintura, provocándole con una sonrisa. Pero, aun así, él siguió serio.
—No juegues conmigo Mia —dijo con su voz ronca y sexy—, y si me vas a provocar es porque estarás dispuesta a todo.
—Deja de hablar y llévame contigo. —Esa era mi voz, pero no era yo.
Maxon no esperó que le dijera de nuevo, acariciando mi muslo bajó mi pierna de nuevo y me tomó de la mano, sacándome del pasillo. Cuando llegamos a la barra le dio uno billetes al cantinero y me sacó de allí como alma que lleva el diablo.
Cuando llegamos pensé que me llevaría a un auto, pero cuando vi que se detuvo al frente de una motocicleta me emocioné aún más. Mi padre no me dejaba montarme en una de ellas porque decía que parecía una pandillera, y los pandilleros y moteros eran malos. Eso no me importó, no sé si era por el alcohol o por Maxon, pero esta noche estaba desinhibida y no me importaba.
Me entregó su casco, lo vi un segundo y luego lo miré a él. Debió ver la confusión en mí porque se detuvo muy cerca y me lo puso, abrochando el seguro— ¿Nunca te has montado en una motocicleta?
Negué con la cabeza mordiéndome el labio inferior con un poco de nerviosismo. Él solo sonrió con engreimiento— ¿Por casualidad no serás virgen?
—Idiota —dije ignorando su risa.
Sabía que estaba loca al montarme en una motocicleta con un hombre como Maxon, pero no es como si me fuera acostar con él. Me iba con solo por unos besos más, después de eso le pediría que me llevara a mi casa y más nunca lo vería de nuevo. Seguiría con mi vida y él con la suya.
Sí, por ningún motivo Mia Grey tendría sexo con Maxon, de ninguna manera.