Ginebra Gomez tenia la edad suficiente como para discernir que pasaba en una casa con una profesora cachonda con su viudo y solitario colega. No era la típica chica virgen, e ingenua, al contrario, era astuta para comprender una situación bastante inapropiada. Ginebra al igual que Cam era viuda, yacía tres años que su esposo había fallecido debido a un accidente automovilístico.
Sin embargo, después de año y medio de guardar luto, un desliz sin importancia la hizo avanzar. Acostarse con su mejor amigo sin duda no fue la mejor decisión, pero fue una revolcada que la sacó de esa rutina que la estaba consumiendo lentamente.
¿Desde cuándo se fijo en su profesor? desde el primer día en que lo conocía. Pudiera decir que le llamaba la atención, lo consideraba guapo y atractivo, sin embargo, se deshizo de esas ideas cuando en medio de una conversación mencionó que era lo suficientemente feliz con su esposa.
Además, Ginebra no era una roba maridos, al contrario, detestaba a las mujeres que se metían en los matrimonios para dañar. Lo comprendía a la perfección porque también una vez en su vida fue esposa.
Por lo tanto, la chica abandonó la idea de una oportunidad con un hombre prohibido para ella. No obstante, todo cambia cuando su mujer fallece y el señor Mendoza queda viudo.
Si el señor Mendoza le diera una oportunidad de una sola noche, lo llevaría a tocar el firmamento completo.Le devolvería las ganas de vivir así como Michael le había devuelto vida a su cuerpo sin uso.
—Ginebra...—dijo el profesor. Gin en sus manos tenía una maraña de libros perteneciente a la profesora Luz, que le había prestado a Asley y oportunidad que ella había tomado para vigilar al hombre.
—Estos libros son de la profesora Luz—habló con resentimiento y rabia.
Para completar todo, Luz salió en una bata blanca de seda sorprendida por la visita de la alumna.
—Ginebra...
Cam se pasó la mano por la cara, se supone que su visita a Luz sería lo bastante privado como para que una alumna se enterase. Comenzaba a ver los frutos de tener una mala idea.
—Asley le envió estos libros, dijo que los necesitaba urgente, perdón por molestar—expresó inexpresiva y en un tono más serio de lo normal—, buenas noches.
Cam la vio alejarse intrigado por su visita, ya que no se comía el cuento del todo de la entrega de los libros. Luz volvió adentro guiando a su amante a continuar lo que había empezado. Cerró la puerta, dejando los libros que no le importaba un comino a un lado para así comenzar a atacar la boca de su visitante.
Después de ver a Ginebra, a Cam ya no le encendía Luz, más bien, lo prendía aquella niña. Yacia mucho tiempo la conocía y desde el primer día en que la vio le gustó, era el tipo de mujer que cual haría un polvazo, sin embargo, en ese tiempo ambos estaban casados, y Cam no se atrevería a montarle los cuernos a su mujer y mucho menos con alguien menor que él además de ser su alumna.
La mujer se quitó el vestido dejando otra vez su cuerpo al descubierto mientras atacaba el cuello del profesor como una vampira sedienta de sangre.
Cam quería entenderse, tomar la sintonía de lo que estaba pasando, pero mientras más lo intentaba más se desanimaba. Nunca le había ocurrido que su pene no reaccionara a las caricias de una mujer ardiente, además, de temer quedar mal parado en este asunto.
Tenia que pensar para resolver este conflicto interior.
Pensó en su esposa y así tuvo el valor para devorar los labios rojos de Luz, sin embargo, su subconsciente le hizo una mala jugada al traerle a Ginebra a una realidad que no era. Repentinamente se prendió como tizón al ponerle candela. Fantaseó comerse esos labios finos pintados de rojos, al mismo tiempo que sus manos tocaban como un pulpo en todos lados. Se enfatizó en su trasero. Su esposa y Gin tenían en común esa particularidad: un buen culo.
La pegó a su cuerpo dejando que su fantasía sintiera la erección grande que tenía entre sus piernas. Ahora, tenia la necesidad de arrancarle la ropa, esa falda de cuadro, esa camisa blanca y esas pantys medias que le impedía la compatibilidad de sus cuerpos.
En su mente Ginebra le correspondía, lo besaba con la misma locura,y deseo ilícito que los invitaba a una cama para fornicar. Quería ponerla en miles de posiciones penetrandola hasta por los oídos.
Cam no estaba siendo gentil, ahora era una bestia salvaje perdido en un deseo irreal de su lujuria. Perdiéndose en la indecencia de tocar una piel que había reprimido por mucho tiempo. Masajeando el hambre que por la urgencia su cuerpo necesitaba.
Se posesionó de Luz como un espíritu toma control de un cuerpo, introduciéndose como un animal sediento. Moviéndose tan rápido que Luz no pudo evitar gritar del placer.
Cam no se enfocó en besarla, más bien se perdió en el deleite del sexo. Hacia mucho tiempo que no se desahogaba de esa forma. Asimismo, cuando vio a Luz desorbitada gimiendo; paró y con rudeza la volteó guiandola a otra posición donde quedaba en forma de perrito, ingresando por dentra con la misma aspereza que desde el principio tenía hasta sentir eyacular dentro ella, quedando exhausto a un lado de la cama.
Luz resplandecía, una enorme sonrisa permanecía en su rostro al mismo tiempo que besaba el pecho de su amante.
—¡Eres salvaje y eso me encanta!—susurró lamiendo su oreja.
Cam le dió una sonrisa fingida, efectivamente, se había saciado pero no de la manera que hubiese querido, si no a base de una fantasía s****l.
—¡Debo irme!—dijo, levantándose de la cama.
—Quedate...—insistió luz.
—No, mañana tengo que madrugar—se colocó los pantalones, la camisa mal abrochada, la corbata desaliñada y con una mano sujetaba sus zapatos.
—¡Gracias!
Luz se río, gateando en la cama como una gata en celos.
—¡Vuelve cuando quieras!
Cam salió de esa casa reflexionando en lo que había hecho, y en lo mucho que se había descontrolado con solo su imaginación. No quería pensar que si tuviera ese cuerpo que tanto quería tocar de seguro estallaría su piel en mil pedazos. Si tan solo pasara una noche con Ginebra estaría seguro que esas inmensas ganas se rendirian a la voluntad de su diosa, así como también tenía la certera de que una vez la tuviera entre sus brazos, esa concupiscencia se esfumaria.
Al llegar a su casa, no desaprovechó el momento para ducharse y dormir un poco.
☆☆☆☆☆
Ginebra Gomez la estaba matando los celos, tenía tanta rabia que su día comenzó con el pies izquierdo.
Asley notó su mal humor y por más que quiso persuadirla para que le confesara lo que le sucedía, su amiga se limitó a hablar.
—Si quieres Gin tu comienza y yo termino.
—¡Como sea!—repuso con un tono arisco.
La chica de ojos verdes, rubia, con nariz grande, y un poco esquelética la miró extrañada, desde ayer ya tenía un humor de perro.
—Ahorita me acompañas a la oficina del profesor Cam, me dió permiso de usar su fotocopiadora gratis y quiero imprimir unas hojas de vida para buscar trabajo. Enserio, necesito un trabajo urgente.
Gin volteó a verla, su amiga era muy adorable, y sobretodo responsable, hace un tiempo Asley vivia solo con su madre ya que el padre la había abandonado por otra mujer. Así que a ambas le tocó superar que ya no había un proveedor en el hogar para cubrir sus necesidades.
—Yo también necesito un trabajo. ¿Que tal si después de clase vamos a entregar hojas de vida?
—Ah, si Gin. Necesito ayudar a mi mamá un poco.
—Igual yo, además, Alex entra a la escuela y hay que pagar una mensualidad—suspiró frustrada—. Todo es dinero, todo. ¿Por qué nací pobre?
Asley se rió.
Juntas se condujeron a su respectivo salón, pegando sus papel bond en el pizarrón para comenzar con su sermón. Gin vio al profesor Cam entrar, y con rabia se limitó a mirarlo.
—¡Buenos días!—comenzó—. Asley y yo vamos a hablar un poco sobre la relación de la ética y la filosofía. Verá: ambas repercute en tener un criterio para la vida que consiste en tener conciencia de lo que se requiere y se hace. Es en esta conciencia que se origina el sentido común de la moral y nuestras acciones. Lo que tiene en común la filosofía y la ética es que ambas se basan en el saber teórico que nos permite analizar, reflexionar y suponer en una conducta moral según Adrián Miranda.
—Ejemplo de la ética en una cotidianidad—intervino el profesor. Gin peló los ojos furiosa.
—Si la ética reflexiona sobre un hecho moral y se ve reflejada en nuestras acciones, decisiones y comportamiento, pudiera decir que: Si a un hombre le prohíben por reglas universitarias mantener una relación clandestina con su colega y aún así accede entonces, esta faltando a su ética y al código moral de comportamiento.
Sin darse cuenta, Ginebra había soltado algo completamente aislado a la clase, y una vez lo dijo se arrepintió. No pudo controlarlo ni evitarlo, esas palabras habían salido como un vómito.
Miró el rostro pasmado de todos sus compañeros, además, de percibir que el profesor Mendoza estaba al rojo vivo por la ira. Asley más perdida que Alicia en el país de las maravillas aterrorizada por lo que habia dicho en público.
Se hizo a un lado apenada, sonrojada, la había cagado hasta el fondo. Asley dió la cara por sus notas finales sacando el pies del barro. Gin no podía negar que su mejor amiga era muy buena en ese tema y hablando en público, no gageaba, no tartamudeaba, ni hacia muletillas.
Una vez terminaron, el profesor se limitó a ver a Ginebra estaba cabreado por lo que había expuesto en público delante todos sus estudiantes.
El siguiente grupo expuso con su tema hasta que el timbre sonó como señal de que había culminado la clase.
—Ginebra, puedes quedarte...—dijo muy serio.
Asley le dió una mirada compasiva saliendo del salón junto a sus compañeros mientras que Gin se quedó.
—Cierra la puerta—ordenó, la muchacha así lo hizo. Se mordisqueo las uñas nerviosa, llevaba una camisa negra holgada con un jean claro y unos converse blancos.
Cam se pasó una mano por la cara.
—¡Profesor!
—¡Calla!—regañó él —.Estoy muy enojado por lo que dijiste en clase. Es mi vida privada y yo hago con ella lo que mejor me parezca sin que tu ni nadie interfiera Ginebra.
La chica palideció, nunca lo vio tan enojado como ahora.
—¡Que vergüenza! no logro comprender el porque hiciste eso. ¿Por qué?—peló los ojos fuera de sí.
Gin no quería admitir una cosa: estaba muerta de celos.
—¡Lo siento profe!
—Lo sientes, lo sientes. Sabes todo los chismes de pasillo que se va a armar, las conjeturas innecesarias y descabelladas que hace la gente. Lo sabes verdad, ¿lo sabes?
Ella pegó un respingo.
—Si señor.
Cam caminó de un lado a otro suspirando para no ahorcarla.
—Ya estamos que terminamos este semestre Ginebra, y no volveré a ser tú profesor, solo queda esta semana para entregarte tú nota, esperaba a que todo acabara bien, y sin problemas.
—Tiene razón profe, lo siento.
Mendoza suspiró.
—No diga nada de lo de ayer, que me viste en casa de la profesora Luz.
—Si—Gin alzó la mirada un poco, el profesor estaba respirando hondo—. Me siento muy mal por lo que hice, usted tiene razón, ya hoy fue la última asignación y nota final de la clase, espero no reprobar con esto.
Él blanqueó los ojos exasperado
—Sabes que por más mal que saques en esta exposición, lleva buena nota en las otras cosas, no vas a reprobar con esto.
—Me siento muy mal profesor, ¿qué puedo hacer para remediar las cosas?
Cam la miró curioso, pensativo, fijándose en sus labios pintados de rojo, su pelo suelto n***o que llegaba hasta sus senos. El lunar cerca de su boca que lo mataba.
—Si yo te pido algo, ¿lo harías?
—Cualquier cosa para componer este asunto tan incómodo.
Ginebra estaba angustiada, sabía que la había cagado, además, sus padres le habían enseñado que cuando una persona ofende tenía que buscar la manera de remediar la situación de manera que el afectado quedara complacido. Aveces, un "lo siento no era suficiente"
Siempre colocaba el siguiente ejemplo: Si una persona difama a otra, luego, se arrepiente y le pide perdón, ese sujeto puede perdonar pero su reputación está pisoteada por el piso. Por eso, deben recibir una recompensa para sanar la relación.
Cam Mendoza dudó un poco, pensando en si sería buena idea su conflicto mental. De todas formas, ya había roto el código de regla universitaria, se había acostado con su colega.
—Ginebra... —se mordió los labios—. Bésame.
Hubo un silencio intenso e incómodo.
—¿Como?—Gin no comprendía lo que su profesor acababa de decir.
—Bésame
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Mis estrellitas, los amo... aquí les dejo otro capítulo. Ya Holly y quédate a mi lado están actualizadas, nos vemos el lunes. Feliz fin de semana.