Capítulo 8

1604 Words
Habían pasado unos minutos de estar así y me pidió que le aplicara un poco más abajo, con sus manos deslizó hacia un poco el pantalón de la pijama, lo que me dio la visión de ver el inicio de su raya entre esas dos exquisitas nalgas morenas. Ahí me di cuenta que no tenia bragas en la parte baja y suponiendo a la vez que era su forma de dormir. Con un poco de nervios comencé a darle un masaje más delicado en esa área pero no pude evitar detenerme en el inicio de su raya provocando unos pequeños suspiros y una respiración más agitada de ella. —Muchas gracias por la atención a mi salud —sonrió. Demás esta decir que para ese momento mi pene estaba erecto a su máximo tamaño, parándome inmediatamente sin poder ocultarlos. No diré cuánto mide ni nada parecido, solo que al hacer eso le he provocado que ella clavara su vista a la notoria imagen de mi pene queriendo salir del bóxer que llevaba puesto. Mi suegra en ese momento abrió los ojos mas de lo normal. Supongo que no esperaba verme así. Yo me retiré lo mas pronto posible hacia mi habitación a descargar con una tremenda masturbación toda mi excitación. Al día siguiente ella me preparó el desayuno y noté que se sentía mucho mejor y no pude evitar preguntarle como se sentía. —Mucho mejor por la atención que me diste la noche anterior y no sabes como deseo que llegue la noche para sentirme de nuevo relajada —respondió pícara. —Es bueno saber que lo ha disfrutado tanto como yo —sonreí amigablemente. O eso intenté. Ese día al regresar del trabajo me recibió con un exquisito guisado de carne al carbón y me había comprado unas cervezas para que nos quitara el calor que nos invadía en esos tiempos. Durante la cena todo fue normal, salvo que yo no pude evitar tomarme una tercer cerveza y ella dos, lo que nos hizo recordar tiempos alegres que habíamos compartido durante ya tres años. Mi relación más larga. Al terminar me dijo que se iría a poner más cómoda y que deseba que le diera el masaje en su espalda. Para ese momento y con el calor de las cervezas en mi cabeza pensé en que no estaba mal la idea de ponerle mis manos en esa raya deliciosa que tenía en medio de esas perfectas nalgas redondas. Cuando regresó llevaba puesto otro tipo de ropa, la diferencia es que este era de algodón. Inmediatamente pose mi vista en sus pechos y noté que traía los pezones bien rígidos y marcaban lo abultado de su ligera blusa. Se acerco a mí con cautela y me dijo: —¿No crees que será mejor hacerlo en el comedor por lo cómodo de la silla? Es que de esa manera podría recostarme sobre la mesa para estirar más mis músculos durante el masaje —fingió estar avergonzada. Sabía por dónde venía y eso me gustaba. —Me da igual y si así lo quieres no hay ningún tipo de problema para mí —respondí con simpleza. Me invitó a sentarme en una silla mientras ella se puso en medio de la otra silla y la mesa, subiendo su blusa hasta el contorno de sus pechos parados. Comencé a darle un masaje bastante directo en el centro de la espalda y con movimientos hacia los laterales por unos minutos. Ella por momentos giraba hacia el frente como recostándose sobre la mesa y levantando sus nalgas hacia mi cara, no podía ocultar verle esas nalgas tan deliciosas cerca de mi cara. —De está manera siento como mis músculos se estiran y me provocan sensaciones más deliciosas —la escuché hablar con alegría. En unos minutos estaba completamente exitado y más cuando veía como ese culo hermoso y redondo se ponía frente a mí. En esa posición me dijo que tocaba la parte baja de la espalda y al igual que el día anterior, se bajó el pantalón de la pijama hasta poder ver ahora aun mas su raya hasta la mitad de sus nalgas deliciosas y macizas. Estoy muerto. Le unté bastante crema y comencé a darle un masaje bastante profundo en el área sur de su espalda, hasta agarrar completamente con mis manos las dos nalgas. En ese momento ella se recostó sobre la mesa y me mostró como se habrían ese par de nalgas en mis narices lo que no aguanté y me acerqué para oler su sexo, su ano y dejando casi enterrada mi nariz entre ellas. Mi suegra suspiró en ese momento y a los dos minutos de estar en esa posición, me levanté y le enterré cuidadosamente mi polla en la parte baja de la raya cubierta por una delgada tela de algodón de su pijama y la delgada tela de mi bóxer. Ella gimió al sentir la sensación de que estaba parado trás de ella con mis manos en sus nalgas. No aguanté más y le enterré mi m*****o completamente erecto entre sus nalgas. Lo sé, aún estaba en bóxer, pero no me importaba. Mi suegra al sentir ese movimiento se levantó despacio para apretarlo dentro de sus nalgas y después procedió a recostarse de nuevo en la mesa, yo no me pude controlar y saqué mi m*****o del bóxer para ponerlo entre sus nalgas. Ella comenzaba a gemir y no dejaba de respirar y sudar. Minutos o segundos después de seguir en esa posición, le terminé de quitar su ropa que cayó hasta el suelo dejando expuesto esa deliciosa estrella que formaba su ano sudoroso. Ella no dijo nada y cuando acerqué mi m*****o a la entrada de su ano, gimió por el calor que sintió en la cabeza de mi gordo m*****o venoso. Sin decir nada comencé a moverme de manera circular y apretando cada vez que mis manos pasaban por sus pechos ya descubiertos. Su esfínter se dilataba a dimensiones aproximadas al grosor de mi cabeza y con un poco de presión, en los siguientes intentos de ingresar, logro irrumpir en ese estrecho lugar. —¡Oh, Dios mío! — ella pego un sonoro gemido, se retorció sobre la mesa de la excitación que le estaba dando. Inicié poco a poco el movimiento de presión de mi m*****o entre su culo, viendo desaparecer mis venas entre su ano, hasta topar mis hinchadas bolas en sus labios. En pocos segundos no me moví para dar paso a su dilatación completa. El sentir esa parte tan estrecha tan caliente me hizo perder la cabeza y comencé a bombear de forma más brusca y hasta el fondo en movimientos rápidos. Amaba el sexo anal. Por aproximadamente unos cinco minutos le di de la forma más dura y con todo y hasta el fondo. Mi suegra que se retorcía en la mesa y se bañaba en sudor. Sentía mis bolas completamente mojadas que se estrellaban en sus labios y que la humedad de la misma nos tenía las piernas mojadas. Por un momento saqué mi m*****o de su ano y la penetré sin compasión en su intimidad, hasta el fondo y duro comencé a bombear rápidamente. —¡Joder! —digo, al sentirme tan bien. Después volví a intercambiar entre su intimidad y el ano, no le daba tregua y lo hacía hasta el fondo por los dos agujeros. Cuando sentí venirme lo saqué de su intimidad, se lo incruste fuertemente en el trasero y bombeando rápidamente y hasta el fondo, logré descargar toda la leche acumulada que tenía. Ella durante ese tiempo había tenido unos cuantos orgasmos y sin decir nada, aun con mí m*****o en su trasero, se levantó y girando su cabeza hacia mí, me besó en la boca. —Lo más exitante que he sentido en muchos años de frustraciones y deseos sexuales —agregó con nostalgia. —Me alegra poder ayudarte un poco —respondí. Con mi pene aun incrustado en su trasero, lo comencé a mover nuevamente, tomándole los pechos y besándole los labios inicié de nuevo el ir y venir de mi m*****o dentro de su trasero. Es que lo recibía excelente por lo cerrado de las nalgas macizas. De esa manera nos fuimos caminando hasta el dormitorio y cuando llegamos aun con mi m*****o dentro de su trasero, nos acostamos en la cama en la misma posición. Ella boca abajo cerrada de las piernas y yo encima con mi m*****o dentro de su trasero. Me hizo estallar en cuestión de minutos por la sensación que sentía y de lo apretado de su trasero. Durante ese tiempo y en esa posición ella me había destrozado el m*****o en cada metida que le incrustaba hasta el fondo, ya que contraía su ano cada vez que se la metía profundamente, dándome la sensación que me estaba ordeñando con el. No aguanté y dejé invadir nuevamente todo mi semen en su trasero. Terminé acostado completamente en su espalda y rendido por la faena. En esa posición estuvimos aun por un rato hasta terminar de recuperar la sensación del orgasmo que nos invadió a ambos en el mismo momento. —Eres la mejor en esto —confesé, sacando mi m*****o de su trasero. Ella se durmió rápidamente con su ano dilatado y cara de satisfacción. A partir de allí pasamos un par de meses teniendo sexo todas las noches. Cuando mi novia volvió a casa me vio más delgado y pálido. Solo pude decirle que no había comido bien por su ausencia. Ella solo me abrazó y le encantó que pude esperarla. Hermosa novia y hermosa suegra.
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