CAPITULO I: EL ECO SILENCIOSO DEL ANIVERSARIO
El sonido rítmico de un teclado táctil llenó el estudio. Katrina tecleó con el pulgar sobre la pantalla de su tablet, capturando la fecha en una nueva entrada de su diario digital. Era una rutina, una necesidad.
“24 de noviembre. Patrick ya tiene seis años, listo para conquistar el mundo. Margaretã, con cuatro, es nuestra pequeña artista. Pero hoy, hoy se celebra el fin de la primera etapa: los mellizos, Philips y Elizabeth, cumplen un año. Uno. Un año de amor indescriptible aquí, en El Edén. La hacienda es un motor imparable, próspero, con fibra óptica y energía solar propia. Pero a veces, siento que en tanta luz... nos hemos quedado a oscuras.”
Cerró la aplicación con un suspiro. "El Edén" era el epítome de la eficiencia moderna. Wifi de alta velocidad, automatización, todo lo necesario. Todo, menos tiempo de calidad entre sus dueños.
Se levantó y miró por la ventana panorámica. Arthur no estaba en el granero antiguo, sino en el Edificio de Gestión, una estructura de cristal y madera a cien metros, revisando algo en su laptop con el capataz, sus hombros tensos. El regreso de Arthur a la dirección de la Academia de Arte había encendido su carrera... y había puesto en peligro su matrimonio.
Katrina se dirigió a la cocina domótica, sirviéndose un café exprés. Su propio trabajo en el Museo de Arte Moderno de Londres (restaurando y exponiendo) se había convertido en su vía de escape.
-Querida, ¿ya estás en modo café?-
La voz de Elizabeth, la madre de Arthur, sonó a sus espaldas. Siempre presente.
-Buenos días, Elizabeth. Solo necesitaba un poco de energía. Hoy es el cumpleaños de los mellizos y quiero que los chicos disfruten del día.-
Elizabeth tomó asiento en la isla de mármol. -Claro, pero deberías estar coordinando. La señora Santos está sobrecargada, ¿y Clara qué? Solo ayuda con los mayores. Es el cumpleaños de mis nietos, Katrina, no una reunión de negocios.-
-La señora Santos puede manejarlo. De hecho, Elizabeth, creo que es hora de tomar una decisión que he pospuesto: necesitamos una niñera.-
Elizabeth levantó una ceja. -Una, ¿qué?¡Absolutamente no! Tienen una fortuna, tienen una casa de personal enorme. Tú eres la madre. ¿Por qué delegar a una extraña la crianza de mis nietos?-
-Porque Arthur está en la Academia y cuando no está en la Academia, está en la hacienda, y yo estoy en el Museo. Cuatro niños, dos trabajos demandantes. Necesito apoyo constante y profesional. Es lo más sano para todos.-
-¡Es una excusa para que sigas escapando a Londres! El rol de la esposa y madre está aquí. Eres la señora de la casa, no tienes por qué trabajar, y mucho menos meter a una desconocida aquí.- Su tono se volvió más incisivo. -Mira, si te sintieras realizada con la casa, no te refugiarías en esas viejas pinturas.-
La referencia a las pinturas la hirió. La intromisión de Elizabeth había llegado a su punto álgido cuando se inmiscuyó en la renovación de los votos, y peor aún, al imponer los nombres de los mellizos, Elizabeth y Philips. Arthur, absorto en los números, había cedido a todo con una pasividad irritante.
-Elizabeth, con todo respeto, yo decido cómo administro mi vida y esta casa.-Katrina salió, marcando el número de Arthur en su smartphone. Lo encontró en el Edificio de Gestión, tecleando furiosamente.
-Necesito hablar contigo. Ahora.-
Arthur levantó la mirada de la pantalla, con un gesto de impaciencia. -Katrina, estoy a la mitad de una videollamada con el proveedor de ganado. Es un cliente clave que comprará un gran lote de cabezas. ¿No puedes esperar?-
-No. Los mellizos cumplen un año. Tu madre está aquí sembrando cizaña, y de nuevo, hemos llegado al punto de la niñera.-
Arthur cerró su laptop de golpe. -¡No! Ya discutimos esto. No quiero extraños en la casa, Katrina. Tenemos suficiente personal. Ya tienes cocinera, ama de llaves, señora de la limpieza, jardineros, peones... ¡es ridículo meter una niñera!-
-¡No es ridículo, es necesario! Nuestros hijos necesitan una figura estable cuando tú estás dirigiendo la Academia y yo estoy restaurando en el museo. No puedo estar a cargo de cuatro niños, mi carrera, y administrar todo esto a la vez.-
-¡Entonces quédate aquí y delega en el personal que ya tienes! Eres la señora de la casa. Tu madre se quedaba en casa. La mía se quedaba en casa. ¿Por qué tienes que estar compitiendo en tu trabajo con el mío?-
&¡No estoy compitiendo! Estoy usando el cerebro que Dios me dio, Arthur. Y estoy tratando de ser una madre cuerda. Me estás pidiendo que delegue todo en personal que no es profesional en el cuidado infantil, mientras tú te la pasas en la academia y en los negocios de la hacienda-Arthur avanzó, la frustración palpable. -¡Estoy haciendo lo que se supone que debo hacer Proteger la hacienda, proveer. Y tú estás encontrando excusas para huir. Primero fue tu trabajo, ahora quieres una niñera para tener más excusas. Además, ya es bastante con mi madre interviniendo, como para que metas a otra mujer desconocida a opinar en nuestras vidas.-
-Tu madre interviene porque tú la dejas, Arthur. ¡Estás ajeno a todo! Te pidió cambiar los nombres, lo hiciste. Te pidió cambiar el color de la sala, lo hiciste. Y yo soy la única que le pone un alto.- Katrina sentía que gritaba en el vacío. -Creí que habíamos aprendido la lección de que el trabajo y la ambición no pueden destruir el hogar. Pero veo que las sombras han vuelto, y esta vez, están hechas de ceniza.-
Arthur la miró con una frialdad dolorosa. -Vuelve a la casa, Katrina. Ocúpate de la fiesta. Y encárgate de Patrick y Margaretã. Pareces más feliz con tus pinceles y tu diario digital que con nosotros.-
Katrina cerró los ojos, el dolor de la verdad implícita más fuerte que el enojo.
-Perfecto. Iré a la casa y me ocuparé de la fiesta. Pero que sepas algo, Arthur: estoy reconstruyendo mi vida con cenizas, y si no tienes cuidado, no quedará nada para reconstruir juntos.-
Se dió media vuelta y salió del Edificio de Gestión. El sol golpeaba sobre el pasto impecable de la hacienda, pero Katrina solo sentía el frío de la discordia. El Edén era próspero, moderno y hermoso, pero por dentro, el fuego había vuelto.