3. ¿Celos?

2135 Words
LILLY Y ahí estaban los gigantescos y elegantes candelabros del salón, resplandeciendo sobre los elegantes peinados de la gente de sociedad, de algunas que otras cabezas calvas y sobre las copas de vino que la mayoría de ese lugar sostenía en la mano. A un lado de la puerta de la entrada se encontraba un señor de cabello plateado, de unos 65 años de edad, con un traje pulcro, un mostacho en forma de "m" y un elegante corbatín rojo, recibiendo los sacos de los invitados, entregando un pequeño gafete con el número de mesa; que también serviría para un pequeño sorteo que realizaría la feliz pareja al final, y midiendo la temperatura de los invitados. Jamás lo había visto, así que supongo que lo había contratado mi hermano para que le ayudara con el evento. Me sentía inquieta, las manos me sudaban y caminaba con tanta torpeza que de vez en cuando pateaba los talones de mi compañero de engaños. Llevaba tanto tiempo sin venir a casa, que ya podía escuchar los reproches de mis padres, los gritos histéricos de mi madre y los reclamos de Vía. Su nombre era en realidad Olivia, pero le decíamos Via de cariño. Era la más pequeña de la familia, la última Thompson en llegar y la más consentida. Ella quería seguir los pasos de mamá, así que al final se le había cumplido el sueño a mamá de que alguien continuara con el amor por el baile muchos años más en la familia. No tardamos mucho en llegar al centro del salón, en donde estaba libre de sillas, mesas con manteles blancos y plateados, y gente amontonada. Debía ser porque ahí estaban las personas más importantes de la noche y requerían su espacio. Por el contrario, cuando Ethan y yo estábamos a dos metros de Eiler y Val, todos nos cayeron encima. ¡También requerimos nuestro espacio! ¿Ah, no importa…? Ah, bueno. —¡Bebé! — el escandaloso pero delicioso olor del perfume de mamá se coló por mis fosas nasales, su collar de corazones plateados se encarnó en el hueso de mi clavícula y sus delgados brazos me apretaron con fuerza. Un abrazo de esos que cortaban el aire, pero que aunque no lo sabías, se necesitaba. Pero bien, ahí estaba, siendo asfixiada por mi madre, quien me había arrancado del brazo de Ethan al impactar contra mí. De frente tenía a papá, quien extendía la mano para que chocara la mano, y más atrás, acercándose a nosotros, estaba Eiler de la mano de su prometida. Nos llevábamos a los saludos, pero pese a que se iba a casar con mi hermano y yo casi me caso con el suyo hace unas semanas, no éramos muy unidas. Pero bien, ahí estaba ya y no podía huir de la situación. Hubiera creído que mamá se iba a separar de mí, pasados unos tres días, pero fue un agudo carraspeo el que la hizo tomar distancia. A un lado, con sus hermosos rizos atados a los lados de su cabecita, con su entrecejo fruncido y un vestido blanco, con falda abultada estilo princesa, viéndome con acusación. —Te llamé dos veces… del tefono de papi, mala!. Cubrí mi boca y abrí mis ojos asustada, al recordar que le había prometido un paseo al parque de las princesas y mucho chocolate hace una semana, y no lo había cumplido. Me agaché a su altura y la abracé. Trató de empujarme, pues de verdad estaba molesta, pero le hice cosquillas y le terminé sacando una sonrisa. —¡Gusana, perdiste otro diente! —la señalé, a lo que ella asintió con tristeza, tocando el espacio vacío en donde antes había un diente de leche. La cargué en brazos y le di un fuerte abrazo. —¿Se lo dejaste al ratón?. —No, polque Eilel me dijo que el datón no existe. —Señaló, sin poder pronunciar bien la letra "R". Ya tenía cinco años y aún le costaba. Miré a Eiler y sin que nadie lo notara le saqué el dedo corazón. Mi hermano se echó a reír, logrando que mis padres lo reprobaran con la mirada, Val riera con timidez y Ethan solo… él solo estaba siendo él, mirando hacia todos lados. Estaba incómodo, se notaba a leguas. —No le hagas caso a ese mal hermano, gusana. Te quitaremos otro diente y lo pondremos debajo de la almohada para que el ratón venga. ¿De acuerdo?. —¡No! —cubrió su boca alarmada, moviendo sus hermosos rizos en el aire. —Mejol dame el dinedo que el datón me dejadá pol el diente —Extendió su mano. La miré con sorpresa, la dejé en el piso y sacando mi billetera, le di el chicle que tenía guardado ahí desde hace una semana. Lo miró con desprecio y lo arrojó al basurero más cercano, para luego correr a jugar con sus amiguitas en el área de infantes. —¿En serio? —, señalé indignada, acercándome a Ethan de forma automática para tomar su mano. ¡Brutal!. Ni siquiera yo me había dado cuenta de lo que estaba haciendo, hasta que su mano presionó la mía y con su mano libre me tomó de la cintura, atrayendo la atención de toda mi familia. Lo había dejado olvidado por un momento, pero estaba segura de que eso no sucedería de nuevo. No después de sentir el movimiento de su mano bajar hasta mi cadera y apretar un poco mi piel por encima del vestido, hasta que un carraspeo por parte de papá lo detuvo. —¿Ethan, cierto?. El castaño asintió, soltando mi mano para estrechar la mano de mi padre. —Mucho gusto, señor. —Al contrario… el gusto es mío. Primera vez que tenemos un Park entre nosotros. Toda tu familia trabaja en el ámbito de la medicina ¿Cierto?. —La mayoría. Mi hermana de hecho trabaja en la agencia con Eiler. —Ya veo… In. Có. Mo. Do Nada mejor para describir aquel encuentro. Papá miraba a Ethan con su típica cara de "Si piensas llevarte a mi hija, te corto las bolas" y Ethan tenía esa mirada desafiante de "No me importa, me la llevaré de todas formas". Se sonreían, pero a su vez, se aniquilaban con la mirada. El ambiente no podía ser tenso en ese lugar. Si alguien pasaba entre ellos, saldría herido de ese lugar. —Y… ¿Trabajas como doctor? —Mamá irrumpió en su guerra de ofensas no dichas y abrazó a papá, tratando en un intento vago de disolver la tensión que se respiraba en el aire —¿O estás estudiando?. —No —Ethan posó con descaro su mano en mi cadera de nuevo y me apretó de forma posesiva a su cuerpo —De hecho realicé mi doctorado general y me gradué con honores hace un par de años. En este momento estoy de vacaciones. Empecé a estudiar hace poco más de un mes en una universidad de Londres, planeo sacar una especialidad en pediatría, al igual que mi padre. —¿Entonces todos son doctores?. —mi padre continuó. —Sí. ¿Algún problema? —respondió un mordaz Ethan. —No, ninguno. ¿Y dónde vives? ¿Vives con tus padres?. —No, de hecho tengo un apartamento en Londres. Sencillo, pero acogedor. También tengo un apartamento de dos habitaciones pequeñas aquí en la ciudad. Es más… —el castaño me dio un beso en la comisura de los labios, sin ser consciente de todo lo que provocaba en mi cuerpo con eso, y miró de nuevo a mis padres —vivimos juntos. —Lilly no dijo nada… —¿Tiene que decirles todo? —Es mi hija. —Y mi mu… —se quedó en silencio, me tomó de la mano e ignorando a todos me alejó de aquel lugar. —¡Me voy!. —Pero acabamos de llegar… —Y ya me quiero ir. No sé porqué te seguí la corriente. —Reclamó con agriedad —Tu papá me odia, Dave no deja de verte y desde que llegamos me dejaste de lado.. —No te odia… —¡Y ni siquiera me importa! ¡Esto no es real! Bajé la cabeza y comprendí lo que estaba pasando. Era cierto. Él no quería estar aquí, él no quería soportar mis problemas y tenía razón en hacerlo. De cierto me había dolido su actitud, que pensara que esto no era real cuando por un momento yo lo sentí tan genuino, y que fuera algo tan simple lo que lo molestara. Dolía. Lo entendí, lo acepté y pensé en regresar a casa, inventar una excusa y llevarlo a casa, pero entonces lo que dijo a continuación dolió más. —No seré tu imbécil solo para darle celos a Dave, Lilly. En este momento estaría en algún bar, teniendo sexo con alguien o trabajando, pero estar aquí… no va conmigo. Bajó una mano por su mandíbula con su mirada puesta en el piso, tomó con agresividad su saco y se fue, dejándome sola frente a mi familia. Esto había sido una mala idea, y todo era mi culpa. No sabía qué decir, o qué pensar, o cómo sentirme después de eso. No podía comprender su actitud y mucho menos justificarla…no podía fingir que no me afectaba, porque cuando él cruzó por la puerta del salón, un inconmensurable frío se adueñó de mi cuerpo y me sentí sola. Justo como no quería sentirme. Estaba furioso, pero… ¿por qué? ¿Por Dave? No creo. ¿Por estar aquí? Era posible. De hecho, él lo había dicho. Podía estar disfrutando de una noche de placer si no fuera por mí y mi ruidosa familia. Quizá eso hacía falta. Que ambos recordemos que cada quien tiene su vida, sus planes y su espacio. Quizá nos habíamos hecho demasiado dependientes el uno del otro, o no… solo yo de él. Me di la vuelta reprimiendo el nudo en mi garganta, me abracé con las manos y a dos pasos de donde estaba, encontré dos elegantes mocasines frente a mí. —¿No irás tras él?. Miré a Eiler a los ojos con algo de timidez y negué —Él quiso irse, y nadie está obligado a estar en un lugar en el que se siente incómodo. —¿Segura? Mañana temprano saldremos a Rusia. Identificaron el arma y sabemos a quien se la venderá Aaron Fletcher. Deberías arreglar las cosas con Ethan. Miré por la puerta, luego lo miré a él y me sentí atrapada. Ethan era un berrinchudo, pero aunque no fuéramos más que amigo no quería dejar las cosas así, en especial cuando antes de cada misión, lo llamaba y era su voz la última que escuchaba. No quería que eso fuera diferente mañana. —Pero es tu compromiso. —Por mí está bien. Solo no faltes a mi boda. —mis ojos viajaron a papá y él se dio cuenta. —Ve, yo hablaré con papá. Sonreí y asentí, me di la vuelta y corrí en medio de la lluvia hasta la parada de taxis más próxima. Compraría más pizza, cerveza y haría las pases con mi mejor amigo. O al menos eso creí, puesto que al llegar al apartamento con una pizza húmeda, un paquete de cervezas y más mojada que Bob Esponja, lo que encontré, por alguna razón, me dolió en el corazón. Apenas crucé la puerta me encontré a mi mejor amigo follando en el sofá con una despampanante rubia. Dolía… quemaba… ardía en mi pecho. ¿Por qué? No debía sentir nada. Sin embargo lo hacía y no podía apartar la vista, estaba estática y no podía dejar de llorar. En las manos seguía sosteniendo la pizza, pero las cervezas sin yo poder evitarlo habían viajado lejos. Eventualmente se dieron cuenta de mi presencia y se separaron, pero aquello solo me hizo sentir estúpida. ¿Cuánto me había tardado en salir detrás de él? Solo había pasado a la pizzería, al supermercado y él ya había conseguido un ligue. Ni siquiera entendía por qué me importaba tanto. No era la primera vez que lo hacía con alguien más en el apartamento, sin importar si yo estaba en la habitación de la par. Y para ser sincera, eso nunca me había molestado. ¿Por qué hoy sí?. Supongo que no tenía nada que hacer ahí. —Lo siento —murmuré con una patética voz llorosa, salí del edificio dejando la pizza sobre un basurero y de paso secando mis lágrimas, mas antes de cruzar la calle, lo escuché gritar mi nombre… pero no me voltee a verlo. No me sentía capaz… No me sentía lista para aceptar, que quizá después de todo, yo sí me había enamorado, de mi mejor amigo.
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