LILLY
—¿Segura de que no quieres que llame a algún contacto y vaya para allá?.
—No, Ethan. Estaré bien…
—Eso dijiste la última vez que llegaste a mi consultorio, con un brazo zafado, con una herida cerca de tu seno derecho y con un rayón cerca de los glúteos.
Suelto una risita divertida, mirando con los binoculares por la hendidura 3x3 de la ventana, y lo escucho suspirar.
—¿Cómo sabes eso? Ni yo sabía que tenía un rayón ahí.
—Te presto mucha atención. Eres mi mejor… amiga.
Bajo la mirada, Sonrío con tristeza y asiento solo para mí.
Amigos…
Está bien, nuestros mundos son distintos entre nosotros para algunas cosas.
—Insisto, estaré bien. Tú deberías insistir con esa chica, Susan.
—No, no hubo química.
Vuelvo a sonreír.
—De acuerdo, doctor Park. Lo veré cuando llegue de urgencia a su consultorio.
—De acuerdo, agente Thompson, rayese una pompa. —vocifera divertido.
Pongo mis ojos en blanco y guardo mi teléfono y mis binoculares.
Ajusto de nuevo la cremallera de mi pantalón leggin, pensando en que esta será ya la última vez que lo use. Le doy un último vistazo a mi atuendo de cuero n***o en el espejo y llevando la radio a mi boca, doy la señal.
—En posición.
—Entendido… —responde mi hermano desde la base. —Oye, cuidate mucho.
—Claro.
—Y recuerda llamar luego de terminar la misión…
—Captado…
Intento guardar por segunda vez mi walkie talkie.
—¡Y no olvides mi cena de compromiso…!.
—¡Ya, Eiler! ¡Dejame trabajar!
—De acuerdo… ¡Y lleva a alguien decent…!
No espero a que termine y corto la comunicación, preparando mi arma, en caso de que algún imbécil quiera tenerme una emboscada.
Llevo trabajando para la CIA desde los 19 años, soy la hermana del director, la hija del ex director y la mejor agente en el área femenina con la que la agencia cuenta. Casi siempre discuto lugar con Cindy, una de mis compañeras, pero su molestia no se debe tanto a mi rango, posición o descendencia en la agencia, sino más bien por mi cercanía a su compañero de misiones, quien por cierto, me está esperando a unas cuadras de aquí.
Estoy en medio de un edificio abandonado, en la capital de Luxemburgo, esperando que unos sujetos que forman parte de la Bratva, se reúnan con Aaron Fletcher, el ser más desalmado y ruin de todos, para intercambiar un chip que contiene información de un arma super secreta.
De película, lo sé, pero es la principal razón por la que cuando mis padres se pararon enfrente y me preguntaron ¿Qué haría de mí vida? ¿O si seguiría alguno de sus pasos? Miré a mi padre y me quedé con su estilo de vida.
Amo bailar, no lo puedo negar, pero el ballet no es lo mío. No quiero sentir que vivo una vida ordinaria, sin emociones o a rebasar de miedos. Quiero sentir la adrenalina de algo nuevo, la intensidad de los desafíos y la satisfacción de salir ilesa de todo siempre… o casi siempre.
Un disparo entra por la ventana, cae en la pared y retumba en la puerta de la otra habitación; me encojo en mi lugar sin bajar la guardia y comparto mi ubicación con mi compañero.
—Me descubrieron.
Dave gruñe con frustración. —Iré por ti.
—No, espera a que aparezca Fletcher.
—¿Y luego? ¿Lo mato? ¿Segura que no te importa?.
—No… bueno sí… ¡Solo capturalo!
—Lilly…
—Hay que obtener información, David.
Corto la llamada, cargo de nuevo mi arma y aprovechando que los disparos han cesado, salgo con prisa de la superficie alta, salto un par de metros hacia el balcón y justo cuando estoy por salir del edificio, una mano tira de mí tras una una pared de asfalto quebrada.
—¡¿Pero qué…?! —Me sorprendo al ver de quién se trata. Mi ojos se abren con rapidez y fuerza y una vez me cae el veinte de la situación, me doy cuenta de que todo era una trampa. —¡Tú, maldito imbécil!
Sonríe con victoria, me atrapa entre su pecho y la pared y me quita el arma.
—Te dije que eras accesible, cariño.
Aaron me gira sobre la pared, me pega de frente y empieza a revisar que no tenga más armas escondidas, deslizando hacia abajo y sin pudor sus manos por mi trasero. Vuelve a subir siempre en el mismo recorrido, pega su pelvis a mis nalgas y frota su virilidad en mis glúteos, sometiendome a la pared.
—Aún recuerdo que te gustaba que te pusiera de esta forma —dice, mordiendo el lóbulo de mi oído. Me giro entre pequeños jadeos ahogados, lo abrazo del cuello y cuando está confiado, le doy un golpe en la espinilla.
—¡Eso es por creer que puedes romperme el corazón, idiota! —le doy un nuevo golpe, esta vez en el rostro —¡Y eso es por casi lograrlo!.
Aaron se queja en el piso, hace una mueca y suelta una risita.
No sé cómo pude fijarme en él. Es de verdad un completo tarado. De hecho estoy rodeada de ellos, pero estar tan ciega a punto de dejarlo ser el primero. Debía ser una verdadera tonta.
El aire fresco se cuela por los orificios abiertos, a mí alrededor no hay nada más que escombros, y por lo que puedo sospechar, el culpable de los disparos era él.
Todo fue una trampa.
—Acepta que hubo algo, aunque fuera mínimo… —Se levanta cojeando. Su cabello n***o ahora está desordenado, su piel clara está maltratada y su pequeña barba que le queda de maravilla tiene una gota de sangre sobre ella. Me acerco para limpiar su rostro y soy nuevamente emboscada por él, quien me pega de nuevo a la pared, se apodera de mis labios y me alza en brazos, haciendo que enrolle mis piernas a su cintura.
—Dave vendrá… en cualquier momento. —le informo, rozando sus labios con los míos, pero él no se inmuta y lleva sus manos al cierre abierto de mi pantalón.
Aprovecha que está abierto y dejándome en tierra lo desliza hacia abajo.
—Créeme que él no se aparecerá por el momento.
Lo miro ceñuda, queriendo preguntar a que se refiere, pero el vaivén de sus frescos labios y el jugueteo de su lengua explorando mi boca, me deja sin razonamiento y sin posibilidades de querer que pare. Lo dejó elevar mi blusa, besa mi cuello y quitando mi ropa interior, me toma ahí mismo y me hace el amor, hundiéndose una y otra vez en mi cuerpo con agilidad y fuerza. Haciéndome el amor como nunca antes lo hizo,… si es que podría decirse de esa forma, haciéndome disfrutar a pleno de sus movimientos.
Las caricias son abundantes, las palabras sobran y su respiración y la mía es lo único que se escucha al momento de llegar al clímax.
¿Hacer el amor?
¡No! tuvimos sexo, sin reservas, sin extrañeza y sin cuidados… un segundo…
¡Sin cuidados!