El olor a pan de ajo recubría el aire mientras Gavin abría la puerta del departamento. Una felicidad inexplicable corrió por su pecho cuando Emilia apareció a la vista, y se intensificó cuando ella se dirigió hacia él con una sonrisa preciosa y vestida con un vestido rojo, deliciosamente sexy.
Su mirada se deslizó perezosamente sobre ella mientras la tomaba en sus brazos.
— ¿Te sientes mejor del tobillo, o tengo que jugar al doctor esta noche? —Le pasó las manos por su cintura—. Aunque lo último podría ser muy gratificante para los dos, prefiero que estés saludable.
Mariposas pululaban en el estómago de Emilia.
—Estoy segura de que sería más que gratificante —respondió ella, con los ojos fijos en esa boca que tan desesperadamente quería besar. Cediendo a la tentación, se puso de puntil
