Ecos Del Tiempo

La Traición Final Kingsley Hall, Medianoche, 1867 La tenue luz de la lámpara de aceite proyectaba sombras danzantes en las paredes de la biblioteca privada, un espacio que había sido testigo de generaciones de secretos y confesiones. Cedric Kingsley, con el ceño fruncido y los labios tensos, sostenía un documento arrugado entre sus dedos. Sus ojos, oscuros y llenos de determinación, se alzaron hacia Elise Fairchild, que permanecía de pie junto a la ventana, observando con ansiedad el sendero que serpenteaba hacia la entrada principal de la mansión. - Esto es suficiente para condenarlo - murmuró Cedric, apenas audible. Su voz tenía un filo de rabia contenida mientras agitaba el documento en el aire - Victor ha estado drenando las finanzas de la familia durante años, falsificando firmas y manipulando contratos. Esta noche termina su juego. Elise giró la cabeza hacia él, sus rizos castaños cayendo sobre su hombro. La fragilidad que Cedric había asociado con ella en el pasado se había desvanecido hacía tiempo. Había fuego en sus ojos azules mientras daba un paso hacia él. - ¿Estás seguro de que estas pruebas serán suficientes? - preguntó, su tono firme pero cargado de preocupación - Si cometemos un error, Victor podría... - Elise - la interrumpió Cedric, suavizando su voz al ver la inquietud en el rostro de ella - No podemos esperar más. Si logra convencer al tribunal de que soy incompetente para manejar las propiedades, todo estará perdido. Mi herencia, Kingsley Hall... nuestro futuro. Ella asintió, sus manos apretando la tela de su vestido. La amenaza de Victor no era una simple disputa familiar; era una declaración de guerra. - Entonces debemos movernos con rapidez. - dijo finalmente, dando un paso más hacia él. Sus dedos rozaron los suyos, tomando el documento con cuidado - ¿Lo llevaremos directamente a la policía? Cedric dudó un momento, sus ojos estudiando el rostro de Elise. Sabía que exponer a su tío sería un riesgo enorme, no solo para él, sino también para ella. La lealtad de algunos oficiales en la comarca era cuestionable y Victor tenía demasiados aliados poderosos. - Sí, pero debemos ser cuidadosos. - respondió finalmente - No podemos simplemente entregarnos a la justicia local. He contactado a un inspector de Londres, alguien fuera del alcance de Victor. Nos reuniremos con él en la estación de tren al amanecer y dejé copias en un lugar seguro en la mansión. Elise tomó aire profundamente, tratando de calmar la tensión que sentía en el pecho. Se acercó a una mesa cercana y comenzó a recoger los papeles que habían acumulado en su investigación. - Cedric, no puedo evitar pensar que Victor sabe que estamos planeando algo. Esta tarde, me encontré con uno de sus hombres cerca del ala oeste. Fingió que estaba perdido, pero no le creí. Cedric apretó la mandíbula, sus manos cerrándose en puños. - Por supuesto que sospecha. Victor nunca ha sido descuidado. Por eso debemos ser aún más rápidos. Una vez que estas pruebas estén fuera de sus manos, su poder sobre nosotros se desmoronará. Se acercó a ella, colocando sus manos firmes sobre los hombros de Elise. - Confía en mí, Elise. Prometo que te mantendré a salvo. Ella levantó la mirada hacia él, su expresión suavizándose. - Confío en ti, Cedric. Pero prométeme que, pase lo que pase, no actuarás solo. No voy a dejarte. Cedric esbozó una pequeña sonrisa, aunque había una tristeza escondida en la curva de sus labios. - Te lo prometo. Un golpe suave en la puerta los hizo saltar. Elise se giró rápidamente, su corazón latiendo desbocado. - ¿Quién está ahí? - preguntó Cedric, su voz ahora cargada de autoridad. Un susurro atravesó la madera de la puerta. - Mi Lord, Lady Fairchild, es Owen. Todo está preparado como ordenó. Los caballos están en el cobertizo y el carruaje listo para partir. Cedric relajó los hombros. - Gracias, Owen. Avísame si ves algo sospechoso. Elise soltó un suspiro aliviado, pero no pudo evitar mirar hacia la ventana, donde las sombras de los árboles se alargaban como garras. - Es ahora o nunca. - dijo ella, poniéndose el abrigo y tomando los documentos con manos decididas. Cedric asintió y tomó su mano para besarla con galantería. - Una vez que los entreguemos, podremos estar juntos como lo deseamos... Te quiero como mi esposa... - Primero debemos limpiar tu nombre... Sólo así podrás cuidar de tu herencia y todo por lo que tu familia ha luchado por construir durante años con la frente en alto. - Soy afortunado por tenerte a mi lado, mi señora... - le dijo besando sus labios con suavidad. - Yo también por estar a tu lado, cariño... - le dijo de vuelta acariciando su mejilla antes de que Cedric se pusiera la gabardina para montar. - Entonces vámonos. Y que los dioses nos amparen - le dijo entregándole una pequeña llave que conectaba a un cajón escondido que tenía la combinación de una caja fuerte separada que su padre usaba para proteger los documentos más delicados y de la que sólo él y ahora Cedric tenían la combinación y que Elise guardó dentro del relicario que siempre llevaba consigo alrededor del cuello. En esa caja fuerte, ahora yacían las copias de todos los documentos que Cedric había acumulado con los años para probar las acciones de su tío contra su familia cuando al fin pudo hacerse cargo de la administración y gestión del marquesado y todos sus activos y valores. Cedric llevaba seis años recabando información, primero por instinto al reconocer algunas cosas extrañas en los libros, pero luego, trayendo a gente de su confianza y reemplazando a la gente de su tío que su madre había contratado por sus sugerencias se dio cuenta de que lo que él había visto era sólo la punta de un iceberg y uno muy grande. Juntos, salieron de la biblioteca hacia los oscuros pasillos de Kingsley Hall, conscientes de que no había vuelta atrás. Las paredes parecían cerrarse sobre ellos mientras avanzaban hacia la libertad, pero también hacia un peligro que aún no podían prever. Cedric había preparado caballos separados para viajar a Londres y una carrera en la otra dirección para despistar a los hombres de Víctor. Esperaba que su plan funcionara y los documentos llegaran a las autoridades sin problema. Había tratado de entregarlos con gente de su confianza, pero fueron interceptados y asesinados en extrañas circunstancias por lo que sólo quedaba llevarlos de manera presencial para asegurarse de que llegaran a salvo. Ese era el motivo por lo que estaban en camino esa noche tormentosa a punto de hacer algo arriesgado, pero necesario. El Enemigo Encubierto Víctor Langley, un hombre de 45 años, su tío, hermano de la madre de Cedric, un hombre codicioso que poco a poco tomó el control de los negocios y propiedades de la familia cuando su padre falleció y el aún no era mayor de edad y que, a lo largo de su vida, ha maniobrado para obtener lo que quiere. Como su pariente más cercano, después de que su padre falleció, su presencia y cercanía con su madre no se vio de manera inadecuada ya que parecía un hombre preocupado por ayudar a su joven hermana y a su sobrino de 12 años quien, de la noche a la mañana se había convertido en el nuevo marqués. Considerando la inexperiencia de su madre en asuntos de negocios o la gestión de las propiedades, Langley comenzó lentamente a involucrarse en la gestión de Kingsley Hall y en el legado de su abuelo y su padre. Eso sumado a la juventud de Cedric y su inocencia al creer en sus palabras, había llevado a que el patrimonio fuera intervenido y pasado a las manos de Víctor casi en su totalidad. A pesar de los esfuerzos de Cedric de recuperar su legado y el de su familia cuando tomó el control del marquesado cuando cumplió 18 años, había pasado suficiente tiempo como para que su tío se llevara casi todo y cubriera sus huellas haciendo difícil el que fuera atrapado. Con la ayuda de Elise, la mujer que se había convertido en su compañera, aliada y amante había logrado reunir las suficientes pruebas para poder recuperar lo que por derecho era suyo. Y, aunque se lo dijo a su madre, ella nunca quiso o no pudo ver la verdad. No sólo porque el causante de la ruina del marquesado era su propio hermano si no también porque ella, en el fondo, se había dejado ir cuando su amado esposo había muerto en el accidente de caza dejándola sola con su hijo pequeño.