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1287 Words
Camino A Londres Elise y Cedric han estado comprometidos el uno al otro desde muy jóvenes, pues sus familias, tanto los Fairchild como los Kingsley, han mantenido una amistad cercana durante generaciones. Su padre, Lord Edward Fairchild, era amigo íntimo del padre de Cedric, Lord Thomas Kingsley, un hombre respetado en la alta sociedad inglesa. Sin embargo, la muerte de Lord Thomas en circunstancias misteriosas dejó una sombra sobre la familia Kingsley. Cedric, siendo aún muy joven, tuvo que asumir el título de su padre, así como las vastas propiedades y la responsabilidad de mantener el legado familiar. A pesar de la cercanía de sus familias, Elise de 18 y Cedric 24 años no han podido casarse, pues su relación es vista con reservas debido a las expectativas sociales y la responsabilidad de Cedric como noble de alto rango. Sin embargo, su afecto mutuo ha crecido con los años y ambos sienten que su destino está entrelazado, aunque aún no comprenden completamente las fuerzas que los han unido. Más aún desde que Elise llegó a la mansión después de la muerte de su padre para hablar con Cedric buscando respuestas debido a las cartas que encontró en el despacho de su padre y que jamás fueron enviadas. - Vamos, se hace tarde... - le dijo tomando su mano con fuerza saliendo al patio posterior y corriendo a los establos para tomar los caballos ya ensillados. Cedric ayudó a montar a Elise en tanto le hacía una seña a Owen quien los miraba desde la puerta posterior y luego al conductor del carruaje para que comenzara la marcha previamente acordada. Una vez que lo vio partir, tiró de las riendas para dirigirse a Londres para poder ver al inspector. Cuando llevaban un buen trecho del recorrido por los caminos de tierra de la campiña inglesa, fueron interceptados por los hombres de Victor y Cedric tiene que proteger a Elise y a los documentos. Cedric miró a su compañera con urgencia tirando de las riendas para tranquilizar a su caballo, quien parecía sentir la tensión del jinete. - Elise, debes escapar. Toma esto y no te detengas por nada. Llévalo al magistrado en Londres. Es nuestra única oportunidad - le dijo entregándole el morral que llevaba cruzado en el pecho. Elise, con las manos temblorosas, negó con la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas que brillaban bajo la luz de la luna. - No voy a dejarte aquí, Cedric. Lo que pase, lo enfrentaremos juntos. Me lo prometiste... Cedric la miró con desesperación, sus facciones endurecidas por la decisión que había tomado. Amaba a Elise más de lo que podía expresar, pero sabía que su amor no sería suficiente para salvarlos si se quedaban allí. De repente, el sonido de una risa ronca se escuchó desde el fondo del grupo que les cortaba el paso. Victor Langley, su tío. Su figura, alta y sombría, se dirigía hacia ellos como si el mismo diablo hubiera entrado en la habitación. - Ah, sobrino. Siempre tan impulsivo. ¿De verdad creías que podrías escaparte con tus pequeños secretos? - se burló - ¿Crees que no lo sabría? Cedric se colocó frente al caballo de Elise, bloqueando su visión de Victor. - No permitiré que te salgas con la tuya. Tus crímenes acabarán contigo tarde o temprano. Victor soltó una carcajada seca, sus ojos brillando con una crueldad contenida. - Oh, querido Cedric, todavía no entiendes cómo funciona el mundo. Los hombres como yo no enfrentan consecuencias. Nosotros las creamos. Antes de que Cedric pudiera responder, Victor hizo un gesto con la mano y dos hombres armados se bajaron de sus caballos en tanto otros les apuntaban con pistolas. Cedric se tensó, pero no se atrevió a hacer algo imprudente cuando vio que bajaban a Elise del caballo de manera brusca. Con agilidad, el joven se bajó del caballo para alejarlos de ella y protegerla con su cuerpo. - ¡Déjala ir! - le dijo a su tío - Es conmigo... - Si la dejo ir, terminará lo que empezaste y no lo necesito...Me he esforzado mucho para llegar hasta donde estoy ahora. - Ella es inocente... - No lo es... - le recordó su tío - Ha hecho tanto como tú... Con esa carita inocente, logró que algunos de los míos olvidaran su lealtad... - Nunca hice nada malo... - desafió la joven al hombre que los miraba desde su montura. - Cuando te diga, corre... - le dijo Cedric en voz baja. Elise lo miró aterrada, pero antes de que pudiera protestar, Cedric sacó un cuchillo escondido en su chaqueta y se lanzó contra uno de los hombres. La lucha fue breve, pero brutal. Cedric logró desarmar a uno de ellos, pero el segundo le disparó en el hombro, haciéndolo tambalearse. - ¡No! - gritó la joven forcejeando para llegar a él, pero los hombres no la soltaron. Victor levantó una mano para silenciarla, su rostro aún sereno mientras observaba cómo su sobrino se desangraba lentamente. - Debiste aprender que la lealtad a las ideas es peligrosa. La lealtad al poder, en cambio, es inmortal. - le dijo Víctor sacando un revólver y apuntó directamente al pecho de Cedric. - Puedes matarme, pero nunca tendrás éxito. Y algún día, volveremos por ti. - le gritó jadeante. Un disparo retumbó en la noche y Cedric cayó al suelo, su sangre tiñendo la tierra bajo él. Elise soltó un grito desgarrador, pero antes de que pudiera correr hacia él, los hombres la sujetaron con fuerza. - Llévenla de regreso a la mansión. Que parezca un accidente. Pero asegúrense de que nadie la encuentre jamás. Elise forcejeó con todas sus fuerzas, su voz rota por el llanto. - ¡Victor, te maldigo! ¡Nunca conocerás la paz! ¡Te perseguiremos más allá de la muerte! Victor la observó sin inmutarse, inclinándose hacia ella con una sonrisa burlona. - Elise, mi querida, la paz es para los débiles. - le susurró con desprecio. Los hombres arrastraron a Elise hacia un hombre que la levantó como si fuese una muñeca rota mientras se la llevaban de vuelta a Kingsley Hall. Por unos instantes logró ver el cuerpo de su amado tendido en el suelo antes de ser alejada de él... En tanto, Victor se giraba para contemplar el cuerpo sin vida de Cedric. Una chispa de duda cruzó su mirada, pero fue reemplazada rápidamente por la fría determinación. El invernadero: Elise fue llevada al invernadero, donde la obligaron a arrodillarse frente a un conjunto de estatuas cubiertas de musgo. La tormenta rugía a su alrededor y las ventanas se sacudían con el viento. Mientras uno de los hombres apuntaba su arma, Elise se aferró al relicario que Cedric le había dado y cerró los ojos. - Cedric... te encontraré otra vez...- susurró aferrando el relicario. El disparo resonó en la tormenta y el relicario cayó al suelo, enterrándose entre las plantas y los escombros. Satisfacción y Codicia Al amanecer, Victor observaba el gran jardín de la mansión desde la ventana de su habitación con una copa de brandy en la mano, sonrió. Todo había terminado y ahora él sería el dueño de todo lo que estaba a su alrededor. La tormenta cesó, pero en el aire quedó una energía pesada, casi palpable: el eco de una maldición que no sería olvidada. Victor, imperturbable, ordenó que los cuerpos fuesen ocultados y falsificó la versión de los hechos: Cedric y Elise habrían huido juntos, deshonrando a la familia. Eso destruyó la casa Kingsley y a la madre de Cedric quien nunca se recuperó de la humillación y el escándalo que trajo la conducta de su hijo a la memoria de su esposo y todos sus antepasados.
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