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1037 Words
El Invernadero Nicholas golpeó la puerta de la habitación donde Laura se había quedado y frunció el ceño al notar el silencio absoluto en la casa lateral. Se había despertado temprano para revisarla, tal vez invitarla a desayunar y aclarar las cosas después de todo lo que había pasado. Había estado trabajando en el pueblo reforzando la seguridad del perímetro y no la había visto en dos días. Sin embargo, la habitación estaba vacía. Ni su abrigo ni sus zapatos estaban ahí, y el eco silencio del pasillo confirmó que la pareja, Patrick y Sonia, tampoco estaban en la casa. Su corazón comenzó a latir más rápido, una sensación de alerta que no podía ignorar. Se movió con rapidez hacia el comedor, la sala y el pequeño estudio, pero Laura no estaba. Algo en su interior, una fuerza inexplicable, le decía que debía encontrarla, que no podía permitir que estuviera sola. Era una urgencia que lo quemaba desde dentro y con cada paso que daba, la sensación crecía como una llama incontrolable. Al salir al jardín, una ráfaga de viento frío lo golpeó en la cara. Miró alrededor, buscando cualquier señal. El aire estaba cargado, como si la misma tierra le estuviera enviando un mensaje. Entonces lo sintió: un tirón, un llamado sutil pero firme, algo que le decía que debía dirigirse hacia el invernadero al otro lado del jardín principal. Era una estructura antigua que había visto de lejos el día anterior, olvidada entre las enredaderas y las sombras de los árboles centenarios. Nicholas comenzó a correr, ignorando el frío matutino que se colaba por el cuello de su abrigo. Sus botas crujían sobre la grava del sendero y su respiración se volvía pesada, pero no disminuyó el paso. Una parte de él estaba asustada, una parte racional que intentaba entender por qué estaba tan seguro de que debía encontrar a Laura y por qué sentía que algo más lo esperaba en ese invernadero. Cuando llegó, se detuvo frente a la entrada, sus manos temblando mientras empujaba la puerta de hierro oxidado. Las bisagras chirriaron, rompiendo el silencio con un sonido desgarrador. Dentro, la luz del amanecer se filtraba a través de los cristales sucios, creando un ambiente etéreo. Las plantas, salvajes y descontroladas, habían reclamado el espacio, llenándolo con un aroma terroso y húmedo. En un costado, de rodillas cerca de unas estructuras de roca entre los helechos y enredaderas, estaba Laura. Su figura parecía extrañamente pequeña, frágil, pero también llena de una fuerza extraña que Nicholas no podía explicar. Estaba descalza, con el cabello suelto y su ropa arrugada con las manos sucias de tierra apretadas frente al pecho, como si hubiera salido de la casa en un trance. Parecía estar mirando algo frente a ella, pero desde su posición, Nicholas no podía ver qué era. - ¡Laura! - llamó, avanzando hacia ella. Ella no respondió ni se movió. Su mirada seguía fija en el objeto frente a ella y cuando Nicholas finalmente llegó a su lado, sus ojos se dirigieron al lugar donde ella miraba. En el suelo, cubierto parcialmente por hojas y polvo, había un morral, ahora vacío. Nicholas sintió que su garganta se cerraba. Había algo profundamente inquietante en ese viejo artículo, algo que parecía absorber el aire del invernadero y reemplazarlo con un peso opresivo. Miró a Laura, que seguía inmóvil, como si estuviera hipnotizada. - Laura, tienes que salir de aquí. - dijo, su voz baja pero firme, tratando de no asustarla - Vamos a casa... Ella finalmente giró la cabeza para mirarlo, pero sus ojos estaban extraños, perdidos en un lugar que no estaba presente. Su voz fue apenas un susurro cuando habló. - ¿Lo ves, cariño? Estaba aquí... Nicholas frunció el ceño, su mente tratando de procesar lo que decía. La forma en que lo llamó hizo que un escalofrío recorriera su espalda. Sintió un tirón en su memoria, una imagen borrosa del morral, pero no estaba seguro de si era su imaginación o un recuerdo real. - Laura, no importa qué sea esto. No deberías estar aquí sola. - dijo con más urgencia, tomando su brazo suavemente. Ella pareció despertar ligeramente de su trance, pero su mirada seguía volviendo al morral. - Creí que lo había perdido... - su voz tembló y él vio que estaba al borde de las lágrimas - Lo encontré... Nicholas apretó los labios, la confusión y la preocupación luchando en su interior. No sabía qué decirle, no tenía respuestas, pero su instinto le decía que debía sacarla de ahí. Colocó una mano firme en su espalda y la guio hacia la salida del invernadero, pero Laura se giró extendiendo su mano para tomar la suya con amor y dejó algo duro en su palma... Por un momento, Nicholas pensó en que era una roca, pero al abrir la mano, vio un relicario ovalado sucio por el paso del tiempo y la intemperie que lo hizo jadear... - ¿Cómo...? Laura... - balbuceó incrédulo, pero antes de que pudiera decir algo más el ruido de los pasos de la pareja entrando al invernadero lo alertaron. Patrick y Sonia estaban esperando cerca, sus expresiones serias. - ¿La encontró, maestro? - preguntó Patrick, inclinando ligeramente la cabeza. Laura los miró con una sonrisa extraña. - Owen... Lo encontré... - le dijo antes de desmayarse en brazos de Nicholas. Cuando salieron, la luz del sol parecía más brillante, como si el mundo exterior estuviera tratando de disipar la oscuridad del lugar que acababan de abandonar. Luego, su mirada volvió al invernadero y un pensamiento oscuro cruzó su mente. - No sé qué está pasando en esta casa. - dijo en voz baja, casi para sí mismo - pero voy a averiguarlo. Y no permitiré que esto nos consuma o le haga daño. Patrick asintió lentamente, mientras Sonia daba un paso hacia Laura, ofreciéndole un abrigo extra que había traído. - La casa revela sus secretos solo a quienes están destinados a conocerlos. - dijo Sonia suavemente - Pero eso siempre tiene un precio, maestro. - Ella no lo pagará, no de nuevo. - dijo resuelto sin ser consciente de sus palabras caminando hacia la casa aferrando a la joven contra su pecho.
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