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Corazón para dos

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intro-logo
Blurb

Un romance como el de los libros que leyó toda su vida, puro, sincero y especial es el que Erick Haier, el empresario más rico de la ciudad, le ofrece a Susan, pero ella a pesar de anhelar ese amor, deberá poner una incontable cantidad de trabas para alejarlo a él de su corazón. Ella no se puede permitir amar, no después de recibir una noticia tan terrible.

¿Cuál será esta noticia? Lo descubriremos a media que las revelaciones avancen, lo cierto es que Susan ha decidido ser una mujer nueva, sin miedos, sin temores y con ganas de disfrutar su vida, pero él se empeñara en convencerla de vivir a su lado lo que le resta de vida y se dedicara en cuerpo y alma para llegar a su maltratado corazón, sin embargo, el odio, la envidia y el tiempo, pueden convertirse en los principales obstáculos para impedir el florecimiento de este romance de ensueños.

El tiempo que Susan esté dispuesta a sacrificar para estar al lado de Erick será la clave que determinara el futuro de este romance, aunque para ello deba aprender a vivir compartiendo un corazón para dos almas.

¿Estará Susan dispuesta a amar sin condición o el peso de una noticia tan dura la cohibirá de vivir a plenitud?

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Ella: Una escena del libro
Y en ese momento parecía que iniciaba para mí una nueva vida. Una corta pero intensa vida nueva.            Al salir del consultorio médico le pedí a mis padres que me dejaran volver a casa por mi cuenta, necesitaba pensar y sobre todo necesitaba la soledad que es tan útil para despejar de la mente los pensamientos que no son idóneos, eso me hacía mucha falta.            Mi mamá, sobreprotectora como siempre, intentó persuadirme de cambiar de opinión, temerosa de que me separara de ella luego de recibir esa noticia, pero mi padre con un despliegue magistral de su siempre atento sentido de la pertinencia, me guiñó un ojo al convencer a mi madre de que eso era lo mejor para mí.            Me despedí de ellos con un saludo escueto cuando me dejaron en la estación del metro. Respiré hondo y me decidí a disfrutar el trayecto, no solo el de vuelta a casa sino también el de mi vida en general. Pagué mi boleto y esperé la llegada de la pesada máquina de color verde en la estación que se encontraba casi vacía. A esa hora de la tarde era poco el tráfico de viajantes que llegaban a ocupar los espacios en los vagones.            Entré a la cabina donde la soledad imperaba y sonreí aliviada de haber tomado la decisión de regresar en metro hasta mi casa. Me acomodé dejando en el asiento libre de al lado mi bolsa y mi chaqueta, esperando que las puertas se cerraran y poder emprender ese momento de sana paz.            Saqué mi teléfono y busqué el capítulo donde había dejado pendiente la lectura del libro de romance rosa que estaba a punto de terminar. Desde siempre me habían encantado esas historias de amor puro, bonito y sincero con finales felices, aun y cuando yo no pudiera tener el mío y si me hubiesen dicho que esa tarde en un vagón desierto del metro de la ciudad iba a vivir el inicio de una historia como la de los libros que leía me hubiese reído en la cara de quien se atreviera a decirme tal desfachatez, pero la mueca de asombro debía dibujarse en mi rostro pues fue ahí precisamente donde lo conocí: Las puerta ya habían iniciado su lento proceso de cierre cuando su cuerpo se introdujo en el interior haciendo un esfuerzo enorme por ganarle al mecanismo que se empeñaba en cortarle el paso.            Con el apremio visiblemente marcado en su cabello despeinado y su sonrisa entrecortada por el jadeo y la respiración acelerada no desmeritaba para nada el porte de quien debía ser el modelo de las tapas de las revistas de moda europea: era un hombre impresionante, de estatura perfecta, de porte esbelto y musculatura bien cuidada, una vestimenta de juego perfecto y un rostro de ensueño con ojos color esmeralda y hoyuelos en sus mejillas… y sus labios, una perfección de líneas que invitaban al placer.            Sin ser capaz de quitarle la mirada de encima no me percaté de que él me había descubierto en la inmensidad de ese espacio vacío y no solo me había descubierto sino que se estaba acercando a mí.            Me recompuse lo mejor que pude para disimular mi descaro previo al devorarlo con la mirada, así que hice como si no existiera nadie a mi alrededor dedicándome exclusivamente a las líneas de texto en la pantalla de mi teléfono.            ─ Hola ─me saludó él con su voz profunda y un poco ronca, acompañando su saludo con un gesto de su mano que buscaba llamar mi atención.            ─ ¿Ah?... ¡Ah sí, Hola! ─le respondí haciéndome la desentendida ─disculpa no te había visto.            Nunca en mis veintiocho años de edad había sido mi fuerte el hablar con hombres imponentes y deslumbrantes como él, pero era una nueva etapa de mi vida la que recién iniciaba, por lo que decidí que en esa nueva etapa yo me convertiría en una mujer sin miedos ni temores y que no atendería nunca más a mi timidez patología, preferí en cambio adoptar una nueva y seductora actitud: vida nueva, actitud nueva.            ─ ¿Perdón? Pero si te me quedaste mirando como si me conocieras… por eso me acerqué a preguntar si ocurría algo o si necesitabas decirme cualquier cosa.            ─ No la verdad estaba muy concentrada leyendo mi novela ─mentí con descaro sin esforzarme mucho en disimular mi evasión.            ─ ¡Que raro! ─dijo el sujeto mostrándose claramente contrariado por mi afirmación, pero sin dejar de exhibir ese aire de seguridad y confianza que irradiaba con su sonrisa de ángel seductor─ En ese caso disculpa mi intromisión.            ─ No te preocupes, para mi es súper normal conversar con chicos desconocidos cuando me subo a vagones desiertos buscando estar a solas.            El efecto de mis palabras fue catártico en él, pues de forma inmediata ese comentario que bien pudo haber sido malinterpretado con facilidad, para él en cambio resultó como una afrenta de manera que no se limitó a dejar allí nuestra incipiente conversación.            ─ En ese caso me quedare aquí cerca para seguir interrumpiendo en lo que el metro llega a destino ¿Te parece?            ─ Si es lo que gustas ─acoté con simulada indiferencia.            ─ Cuéntame ¿Qué lees?            ─ La historia más empalagosa que te puedas imaginar… romance cliché del que me gusta.            ─ ¿Eres de esas románticas empedernidas?            En mi vieja vida por ningún pienso hubiese sido capaz de mantener una conversación tan directa como aquella. Un hombre desconocido y confianzudo en un solitario espacio haciéndome preguntas personales no era algo que la vieja yo acostumbrara a consentir, pero aventurera como me sentía, decidí dar rienda suelta a las posibilidades: Que pasara lo que tenía que pasar.            ─ De las más radicales: Romance o nada ─dije con teatralidad forzada.            La sonrisa de ángel seductor no se hizo esperar. Sintiéndose con más posibilidad de maniobra se acercó y se sentó dejando un asiento de por medio entre nosotros. Su mano izquierda no salía nunca de su chaqueta en lo que conversamos. ─ ¿A dónde vas? ─él realizó la pregunta fijando en mí su mirada. ─ ¿Por qué la pregunta? ─ Quiero invitarte a cenar. “¿Invitas a salir a todas las chicas con las que cruzas un par de frases en el metro?” me dieron ganas de preguntarle con cinismo, pero eso habría echado por tierra cualquier desenlace fructífero de aquello que aun yo no sabía que podía llegar a ser. La voz robotizada habló por los altoparlantes anunciando que estaba próxima la siguiente parada. ─ En ese caso la tienes muy difícil porque por mi romanticismo empedernido yo no acepto salir con los hombres… a mí me tienen que robar el corazón directamente, y eso solo lo pueden intentar los hombres que puedan ser capaces de cumplir las diez tareas de mi lista de romance cliché ─mentí con descaro. No existía ninguna lista ni nunca existió. Yo era una virgen torpe y tímida que me habría negado con rapidez a aquella proposición, pero esa ya no era yo. Preferí inventarme lo primero que se me paso por la mente y fue eso. Él manifestó el desconcierto esperado ante tal desfachatez de mi parte, pero sin embargo no retrocedió como podría esperarse. En esa circunstancia el debió pensar: “esta mujer está loca, mejor me alejo de ella”, pero no, al contrario, el reto parecía avivar sus intenciones. ─ ¿Lista de romance? Interesante ¿Y se puede saber cuál es la primera de esas tareas? Su pregunta fue formulada al momento que el vagón se detuvo por completo abriendo de par en par las puertas para permitir que los pasajeros que tuviesen esa parada como destino pudieran emprender el desembarco. Yo recogí mi chaqueta y mi bolso antes de colocarme de pie. Él, al darse cuenta de que yo me retiraba, siguió mis pasos hasta la puerta. ─ Bueno si de verdad estas interesado en saber ─dije como si me preparara para leer una lista invisible en mi mano─, la primera tarea es averiguar mi nombre y mi dirección y llegar a mi casa con el oso de peluche más inmenso que puedas encontrar y un ramo de rosas violetas. Al terminar de decir aquel ordenamiento que iba inventando mientras lo decía, logré salir del vagón y afinque mis pies sobre la plataforma de desembarco para acto seguido iniciar a caminar siguiendo la línea del tren. Él me seguía de cerca mientras de los otros vagones también bajaban unos pocos pasajeros. ─ ¿Pero cómo voy a saber eso si apenas te conozco? ─ No se… pero esa es mi primer requisito. Él pasó su mano derecha por su rostro dejando en claro que maquinaba su respuesta, entonces su mirada se iluminó con un brillo revelador. ─ ¡Ya lo tengo! ─exclamo sonriente─ te voy a seguir hasta tu destino. ─ Bien pensado ─le dije, pero apenas terminó de salir la última silaba de mis labios las puertas de siguiente vagón comenzaron a cerrarse no sin antes permitir que mi cuerpo delgado se colara por la r*****a antes de que se reemprendiera la marcha del mecanismo. Yo adentro y el afuera cruzamos nuestras miradas en un momento fugaz antes de que la velocidad de desplazamiento nos arrancara ese privilegio. Me giré cuando ya lo había perdido de vista y me di cuenta de que me encontraba dentro de un vagón, este si con varios pasajeros, que tenía rumbo diferente al que yo debía tomar para llegar a mi casa. Había hecho una locura divertida que me había regalado una pequeña emoción, pero no podía por ningún motivo permitir que nadie se acercara a mí con intenciones amorosas, no ahora después de recibir esa noticia.

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