Julieta —¿A dónde me llevas? —pregunté desde el asiento del copiloto. Llevábamos veinte minutos en la carretera y a nuestro alrededor ya no había rascacielos brillantes, autos locos y personas caminantes, ahora solo era la nada. —¿Tienes miedo de mí o estás nerviosa?—respondió burlón. —No, antes de temerte a ti le temería a una hormiga. Y respondiendo a tu pregunta, prefiero terminar con esto de una vez. No se necesitan tantos preparativos para lo que hablaremos. —Quedó perplejo por mi respuesta, pero luego una sonrisa ladina curvó sus labios. —Sabes, la paciencia es una virtud y yo soy un virtuoso, y tengo de sobra, Jul. —Pues que comience el show, veamos quién pierde la cordura primero. Luego de diez minutos de incómodo silencio, el auto se detuvo delante de un gran portón n***o. De

