Capitulo V

1613 Words
yMientras que espero a los dos siguientes por atender, me levanté para ir al baño. Quise sentirme en casa, como quitarme los tacones y vestir de pijama, pero estoy en horas de trabajo. Cuando entendí mi necesidad de estar cómoda, es porque me sentía triste y desanimada, lo que es muy común querer dormir, siempre va acompañado con ganas de comer o la falta de apetito. Me paro en frente del espejo. -Estás espantosa – me digo a mi misma. Mi cabello esta enmarañado, lo que opto es por peinarme y uso el agua para calmar el frizz. Pero me detuve al escuchar la puerta de mi oficina abrirse, suponía que eran mis pacientes en espera. Así que, salí del baño y los encontré sentados enfrente de mi escritorio, me acerque hacia ellos, y lo primero que sé es que son hermanos los dos, una mujer y un hombre joven, pero los veía muy distanciados como si estuviesen disgustados. -Hola, estaba en el baño – me siento en mi escritorio – pero ya estoy aquí, cuéntenme, ¿En que los puedo ayudar? Los dos hermanos habían intercambiado miradas, al parecer estaban decidiéndose quien iba a hablar. -Nosotros tenemos problemas para tener sexo con los demás. Me extrañe rápidamente y no evite abrir la boca. -Me están queriéndome decir… ¿Qué ustedes han tenido? Observé a la dama totalmente incomoda, hasta creo que ella misma no ha querido venir. -Nosotros lo hemos hecho, pero sin nuestro consentimiento… Fuimos obligados – me aclara él. -Los escucho – humedezco mis labios. -Nosotros en realidad, somos medios hermanos, sólo nuestro padre es en sí el que compartimos… Y él mismo nos ha puesto a hacerlo, lo que no puede suceder, ¡Pero pasa! – eleva los brazos – éramos unos niños y el monstruo nos obligó. -Yo me quiero ir – ella se levanta. -No, tienes que estar aquí, tenemos que hacerlo juntos – él lo detiene. -Nena, no tienes que irte, si realmente quieres cambiar tú vida, esta es la única opción. Ella tardó un minuto en pensarlo, pero regresó en sentarse. -Sé que es difícil contar lo que más nos llega a doler, pero les digo que se abran conmigo, porque si no lo hacen nunca podrán poner un pie hacia adelante – agrego - ¿Cuándo tiempo lo han tenido que hacer? -Por cinco años, ella tenía siete años y yo tenía nueve años, cuando nos ha impuesto hacerlo… hasta que el Estado nos pudo acoger – él añade. -¿Nunca antes habían recibido ayuda psicológica? -Sí, pero ella no había querido hacerlo – señala su hermana – y al parecer se siente todavía traumada. -¿Cómo te llamas? – le pregunto a la dama. -Renata – me contesta ella. -¿Por qué no has querido hacerlo? Recibir ayuda no te hace menos. Lo dije para saber que tipo de respuesta me daría. -En realidad – direcciona su vista hacia el suelo – quería olvidar todo, no quería a que me tratasen como una enferma – pero es diferente lidiar con algo que no debería de pasar, pero sucede como dice mi hermano. -A nadie los trataré como seres inferiores… Pues, a ninguno los he tratado así – me quite los anteojos – ¿Cómo es su relación familiar? -Hemos estado muy distanciados, desde que nos habían rescatado, el Estado nos acogió, debido a que nuestro padre estaba muy enfermo – entrelaza sus manos – por lo tanto, a los dos nos habían adoptado, pero de distintas familias. Ella se fue con unos extranjeros y yo permanecí en México. -¿Cómo se encontraron? -Yo fui a buscarla a Chile, allí era donde vivía. -¿Cómo fue tú vida por allá? – le pregunto a Renata. -Yo cuando me fui de México, quise olvidarme de todo, hasta mi nombre había sido cambiado por mis padres adoptivos, cuando entré a este país – respiró hondamente – me sentí a que estuviese entrando al infierno. Eleve las cejas. -Hasta me había olvidado de mi hermano, a pesar de que tenemos un cierto parentesco, en verdad que no quería volver a verlo, era como vivir de nuevo el sufrimiento que tenía de niña… ¡Justamente a mí! Me había sentido como un fenómeno, una persona fuera de lugar. -¿Qué hay de mí? – le dice él - ¿Crees que no había traumado? Todo me parecía loco, en realidad era así, pero estamos aquí para superarlo, porque yo tampoco lo había hecho hace tiempo – él acerca para tocar su hombro – somos hermanos. -¡No me toques! – ella se aleja – no quisiera a que existieras, ni tú y aquel monstruo. Me quedé pasmada ante esta escena. -Tranquilícense – les digo – no quiero interponerme en sus asuntos, pero ustedes no tienen culpa de nada, y sé que es difícil a que estén en un cuadro afectuoso o familiar. Pero con el tiempo y los más importante también que es el voluntad de hacerlo – espero por uno de los dos alguna respuesta. -Yo quiero a que los dos estemos juntos, como los hermanos que somos, a pesar de todo lo que hemos pasado… Quisiera a que tengamos la oportunidad de vivir una vida normal, o lo que pudiese considerarse una. Renata no evitaba moverse inquietamente en su asiento. -Les revelaré un dato que es muy cierto y que todo el mundo sabe, y es que en ninguna familia vive el cuadro normal, como tal, no existe la familia perfecta – afirmó – desde un punto común se los digo. -Sí, pero no creo que a un extremo como habíamos estado. -¿Quieres remediar tú relación con tú hermano? – le pregunto a ella. Ella lo mira directamente, como si estuviese encontrando en él la razón del dilema. -La verdad que aún recuerdo ciertos acontecimientos buenos, como cuando íbamos al parque a jugar futbol – le sonríe de medio lado. -Hasta cuando hacíamos la tarea juntos, siempre insistía a que dos más dos era cinco y no cuatro – se ría de ella. -¡No te burles de mí! – le da un manotón en el brazo. Prácticamente, ellos mismos están tratando de sanarse. -¿Ustedes han tratado de salir? -No, apenas la busque hace un mes en Chile. -Traten de hacer actividades familiares, primordialmente a que sean afectivos, pueden ir al cine, al museo o a cualquier sitio turístico – les sugiero. -Es difícil, olvidar todo lo que te ha hecho daño, lo recuerdas notoriamente, todos los días – su voz era neutra – somos medios hermanos, pero de pequeños nos han obligado a tener sexo, sé que es muy obsceno lo que estoy diciendo, pero es verdad a que cualquier persona no puede llegar a tener hijos, porque no sabe cómo criarlos. -Renata, quiero a que tengamos una buena relación, yo no quiero a que estemos disgustados, ya escuchaste lo que dijo – me indica – no es nuestra culpa. -No es fácil… Tener que actuar como si nada hubiese pasado, como si nada importase – ella afirma. -Todos hemos pasado traumas, y nuestra mente no los recuerda constantemente, las sensaciones, los olores, los colores, entre otros factores, pueden afectar la memoria significamente, tanto para bien o para mal. Aunque, no olvidamos los sucesos que nos han hecho daño, pero tenemos la decisión de tener en la mente lo que queremos – señalo mi cabeza – nuestra mente incluso puede ser nuestro peor enemigo. Escuché el silencio más grande, los dos permanecían en calma, sin ningún movimiento aparente, como si no estuviesen allí en sus cuerpos o algo parecido a ello. -Yo tengo que irme – ella se levanta – quisiera volver otro día. -Sí, cuando deseen pueden venir – contesto. Al parecer mi paciente aún se siente incómoda o cohibida, pero me sorprende que su hermano no parecía tener un tipo de rencor aparente. -¿Cómo tú te sientes? – le digo al ver su hermana salir de mi oficina – ella se siente fatal y tiene todo su dolor acumulado en su pecho. -Sé lo que he pasado con ella, pero no tuve culpa de ello, al saberlo me siento más ligero – recuesta sus codos sobre sus rodillas – pero le seré sincero, en ciertas ocasiones he llegado a llorar en las noches, cuando mi mente me domina totalmente. -Por lo menos, quieres remediar las cosas, pero ella llevará más trabajo – afirmo. -Al ser ella usada, es muy obvio que lo sentiría – me mira fijamente. -Bueno, ¿Qué hay de sus familias adoptivas? -La mía me había llevado hacia psiquiatras, algunos eventos terapéuticos y ciertos espacios abiertos – añade – es modo de adaptarse a la nueva realidad que estaba viviendo – se levanta de la silla – quisiera irme. -Sí, claro – me expreso pasivamente – vuelve para otra consulta con su hermana. -Trataré de concordar con ella – me dice. Sentí uno de los vacíos más grande de mí vida, así me siento cuando presencio una de los peores males del mundo. Mi sonrisa se desvanece y aparece el pesar, cuando menos lo espero tiene que suceder algo tan miserable, ¿Qué tipo de padres maltrata a sus hijos? Este significamente estaban enfermos, aparentemente no estaba cuerdo, padeciendo de voyeurismo los trató como marionetas. Los voyeurista sienten satisfacción al ver el acto s****l pero no participan en ello, más bien llegan a tener placer con mirar a los demás haciéndolo, pero esta persona quien obligo a sus hijos a tener sexo, podía asegurar que padecía de ello y fue muy retorcido en hacerlo con ellos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD