Marcel había hecho una llamada secreta, realmente no quería que lo escuchara, así que se alejó unos veinte pasos de mí. Luego, insistió en que tenía que probar el verdadero pan francés, porque, aunque le dije que ya había probado el pan francés en una panadería de mi barrio, él lucio escéptico y explicó que obviamente eso nunca fue pan francés. Por ello, terminamos en una panadería, haciendo una fila interminable nada más para comprar pan.
—¿No hay otro lugar?
—Este es el mejor.
—Creí que nunca habías venido a París, ¿cómo sabes de este lugar?
—Yo no dije tal cosa, excepto que nunca había subido la torre Eiffel.
Lo pensé con detenimiento y tenía razón, yo sola había llegado a esa conclusión. Bueno, por algo siempre empiezan los chismes.
—Ve pensando en algo, la gente aquí no es muy paciente —me dijo, y realmente no sabía qué pedir, desconocía los panes que vendían en el lugar.
—Supongo que pediré el croissant —, Marcel me miró como si no pudiera creer mi poco interés y sacudió la cabeza con incredulidad.
—¿Te gusta el chocolate? Porque podrías pedir un pain au chocolat.
—¿Un qué? Dios, habla en un idioma que podamos entender los dos. ¡Espera! Creo que, si lo entendí, tal vez mi cerebro hoy está trabajando lento —dije pensativa —. Bien, pide eso por mí.
Salí de la fila y busqué donde tomar asiento, ignorando las protestas de Marcel, quien no deseaba quedarse solo. Pero, estaba cansada, mis zapatos no eran nada cómodos, demasiado planos para soportarlos todo el día. Saqué uno de mis pies del zapato y lo masajeé, entonces, di un vistazo a la fila y no encontré a mi compañero de viaje.
—Misión cumplida —. Él apareció a mi lado, asustándome por completo con su forma sigilosa de abordarme —. Este es el tuyo —, me dio el pan y se acomodó a mi lado —. Vamos, pruébalo —instó y yo procedí a darle un primer mordisco —. ¿Qué te parece?
Mis ojos se abrieron ante la mezcla de sabores en mi boca, estaba en el paraíso y casi no lo consigo. Y estaba allí con un desconocido, ¿en qué me había metido? ¿Había perdido la cabeza? ¡No! Nada de pánico, decidí vivir una aventura y lo estaba haciendo.
—Eso estuvo delicioso —dijo él de repente —. Ahora, tenemos que irnos…
—¿Irnos? ¿A dónde?
—Pues, a nuestro siguiente destino. Saca tu mapa, quiero que lo revisemos antes de iniciar oficialmente toda la travesía.
Le hice caso, no muy segura y sitúe el mapa frente a los dos. Se lo entregué y él lo miró como si se tratara de un acertijo.
—¿Has pensado ir a Rusia?
—Quiero conocer la plaza roja —, pero estaba fuera de mi presupuesto.
—Bien, dame tu marcador —lo hice y él marcó Moscú en un segundo con una equis —. ¿A dónde iremos después? —preguntó, pensativo y emocionado —. Tenemos a toda Asia justo allí —, pasó sus dedos sobre los diferentes países.
—Siempre quise conocer j***n. Soñaba con ir de compras y…
—Entonces, está decidido —, marcó otro lugar sin esperar a que terminara, y yo que tenía preparado uno, pero en camino —. Luego podemos ir a Australia o Nueva Zelanda —sugirió —. Por ahora, vamos al aeropuerto.
—¡¿Qué?! —, tal vez debía decirle que en realidad no tengo tanto dinero para la tan nombrada travesía.
—Vamos, llegaremos tarde.
Él tomó mi mano y sentí como si algo se extendiera entre nosotros.
Me quedé en una de las tantas sillas para esperar vuelos en el aeropuerto, él me había pedido que me quedara allí y lo esperara. Así que no dejaba de mirar de lado a lado en busca de su figura. Entonces, me cansé de esperar y me levanté del asiento con mi equipaje a mano. Justo cuando decidía marcharme, él aparecía de nuevo, el destino ya había movido sus cuerdas, él y yo, ya estábamos enredados en ellas.
—Es bueno verte lista —dijo y me palmeo el hombro —. Es hora de irnos.
—¿Nos conseguiste boletos con descuento o algo así?
—No, mucho mejor —dijo, con una sonrisa triunfante —. ¡Sígueme!
Fui detrás de él con gran curiosidad, hasta alejarnos un poco de la zona común, directo a las pistas —. ¿A dónde vamos? —. Vi un pequeño avión y luego le di una mirada llena de confusión.
—¡Olvidé algo! —exclamó y nos detuvo a ambos —. Júrame…
—Nunca juro —interrumpí.
—Prométeme… —dijo, mirándome en busca de aprobación y no dije nada —, que no eres una reportera, una ladrona, una heredera en fuga o una vendedora de drogas —. Había cierta seriedad en el asunto y podía notarlo, aunque tratara de ocultarlo con una sonrisa despreocupada.
—Entonces, tú también prométeme que no eres nada de eso, ni un asesino serial o a sueldo —le dije.
—Vaya, se me escaparon esos dos.
—No, no soy nada de eso.
—Yo soy un chico normal e inocente, lo ju… prometo. Ahora que hemos dejado eso claro, subamos —dijo y señaló el avión —. Le pedí a un amigo que nos prestara su avión privado.
—¡¿Tienes un amigo que posee un avión privado?! —dije en modo de pregunta, sorprendida y pensativa —. No estoy segura si al decirme esto ha ido un poco en contra de las reglas —pero, nos había conseguido un viaje gratis, eso era lo más importante.
—¡Es cierto! ¿Podrías perdonarme este pequeño desliz? —pregunto un tanto nervioso y pese al mal presentimiento que me daba toda la situación, le sonreí.
—¡Vamos, ya quiero ver el bosque azul! —, tomé su mano de forma inesperada y lo arrastré conmigo, mientras corría a nuestro transporte —. Solamente te perdonaré esta vez, porque nos conseguiste un vuelo gratis.
—Es bueno saber que te soy útil —dijo, un poco indignado y solté su mano cuando entramos en el avión, estaba deslumbrada por su interior.
—Vaya, ¿qué clase de persona es tu amigo? —, me volví a él y lo encontré mirándome con detenimiento, me sentí demasiado pequeña ante su altura y deseé tener tacones tan altos como el cuello de una jirafa, luego recordé que prefería estar un poco más cómoda sobre el suelo que en las alturas y se me pasó.
—Te has sonrojado —comentó.
—¿Qué? —, me toqué la frente, simulando estar preocupada por tener fiebre.
—Toma asiento, nos buscaré algo de tomar y hablaré con él piloto —, lo vi marcharse, sabía que se burlaba de mí en silencio y no pensaba pelear sobre ello, simplemente tomé asiento junto a una de las ventanas y me despedí de París en mi mente. La visita había sido corta, pero fue suficiente para mí.
Sentí mi bolsillo vibrar y me asusté, no me sentía muy segura sobre contestar la llamada. Vi el lugar exacto donde él había desaparecido de mi vista minutos atrás y llevé el dispositivo a mi oreja. Tomé una profunda respiración y cuando la deje ir, di un saludo.
—¿Sí?
—¿Dónde estás? Sé que no tomaste el avión… ¿En qué estás pensando? Él planeaba perdonarte si regresabas, aún podemos solucionarlo, voy a reservar un boleto y…
—No pienso regresar.
—¡Si no regresas ahora, puedes considerarte muerta! Él aún no lo sabe, pero cuando lo haga…
—Tal vez es mejor así, si hubiera regresado solamente me hubiera perdonado si aceptaba su propuesta. Por lo tanto, estoy muerta de las dos formas. Así que, lo siento, pero no volveré —terminé la llamada, agitada por la conversación.
—¿Estás bien? —Mi compañero apareció a mi lado con un vaso de agua. —Ya me tomé la mía —dijo y tomé el vaso de su mano, bebiendo el agua en un instante. —¿Quieres que te traiga más? —Dijo, mirándome atónito.
Negué y le devolví el vaso.
—Eso es todo camarero —le dije —. No olvide traerme las frutas que le pedí o no haré el concierto en su nación —dije, como una chica caprichosa.
—Disculpe, señorita, se las traeré de inmediato, pero no dejes plantados a los pobres niños de la fundación —dijo desesperado y noté que el chico era un buen actor —- Me permite preguntar, ¿qué tipo de música toca?
—Pues… Pues, soy la princesa del pop o rock —, me revisé la ropa y él se rio finalmente —. No te rías, yo… —terminé riendo con él —. ¿Cómo te llamarás esta vez?
—Odín… —dijo y me negué —. Niels… —añadió y de nuevo lo rechacé. —Mitgard… —continúo.
—Por Dios, elige algo que al menos yo pueda pronunciar.
—Seré Klaus, estoy seguro de que eso lo puedes pronunciar, no es muy difícil… Repite después de mi —, tomó una profunda exhalación —. Klaaaaaaauuuussss.
Y entonces, le golpee un brazo.
—Auch, mujer, tienes una mano fuerte —lo vi pasar su mano sobre el punto exacto donde lo había golpeado.
—Bueno, no fue tan difícil —comentó Klaus cuando ya estábamos en nuestros asientos del tren —. Y ese sombrero te queda perfecto, tengo buen gusto, ¿verdad? —, se refería a un sombrero de paja muy estilizado que me compró en la estación de trenes porque según él, hacía mucho sol. El asunto es que en realidad solamente había nubes en el cielo.
—No entiendo porque tengo que usar este estúpido sombrero —repetí por sexta vez y él se rio de nuevo.
—Vamos, te queda perfecto con el vestido… y las botas —señaló mi vestimenta como excusa. Bueno, era café como mis botas, así que supongo que combinaba un poco. Él también llevaba un sombrero, el cual lo hacía lucir como un pescador, pero no había mucho que elegir y por una razón desconocida para mí, lo necesitaba a toda costa junto a gafas oscuras.
Cuando llegamos, la vista que nos recibió fue digna de historia fantástica, con un azul interminable y árboles por doquier, me sentí extasiada y temí estar en un sueño del cual despertaría en algún momento. Me llevé las manos a la boca y puede que haya dado unos cuantos saltos de emoción. Sin pensarlo dos veces, seguí uno de los senderos y me interné en el lugar con grandes deseos de tener una cámara para capturar el momento por siempre, supongo que tendría que hacerlo solamente en mi memoria. Me acerqué a las flores y las toqué con delicadeza, no quería hacerles daño, simplemente sentir que toda la situación era real.
—¿Es cómo lo imaginabas? —Klaus preguntó y recordé su existencia.
—Es mejor —dije llena de felicidad —. Mucho mejor…
—Ey, ¿qué pasa? —, se acercó a mí con cuidado y limpio una lágrima que se desplazaba por mi mejilla, no la había notado —. Espero que sean lágrimas de felicidad —dijo, preocupado.
Estaba demasiado cerca y todo mi cuerpo era consciente de eso.
—Sabes, siempre voy tan deprisa en mi vida que... Hasta ahora me doy cuenta que nunca antes me detuve a disfrutar de lo que me rodeaba. ¿Cuántas cosas habré perdido? ¿Cuánto habré dejado ir?
—Entonces, mantén tus ojos abiertos desde ahora —le dije —. Hagámoslo juntos, vamos a disfrutar de la belleza del mundo —, tomé su mano y él fijó sus ojos en aquella acción, se quedó mirando nuestras manos unidas por un largo tiempo y me devolvió el apretón con curiosidad. No pude soltar su mano de nuevo y él tampoco me dejó ir.