Él no roncaba, pero se movía demasiado para mi gusto y lo detestaba porque había interrumpido mi sueño. Tal parece se escabulló dentro de la cama cuando se aseguró de que finalmente había caído dormida. Él infeliz lo había planeado todo este tiempo, esa sonrisa traviesa fue la primera pista, que se acomodara tan obedientemente en el sofá fue la segunda y la tercera, ¿cuál fue la tercera? Da igual, el asunto es que estaba muy cómodo en la cama que yo había insistido en monopolizar. Creí haberlo logrado, pero supongo que por eso nunca me ha ido bien en esos juegos de mesa.
Me alejé un poco de él, llegando al borde de la cama sin poder recuperar el sueño. Entonces, me di la vuelta y di un vistazo a su rostro, no planeaba mirarlo demasiado, no es que fuera atractivo, bueno, sí, puede que un poco. ¡¿A quién quiero engañar?! Tal vez acepté que se uniera a mí en este viaje porque el hombre está… Sacudí la cabeza, alejando tan impuros pensamientos de mi mente, hasta que vi su camisa entreabierta. La tentación, el pecado, ¡deshonra!, ¡alguien que llame a los bomberos!
Su brazo me alcanzó y fui aprisionada contra su pecho cálido y fuerte, no es que lo hubiera tocado, mi mano simplemente cayó allí. Sentí su respiración sobre mi cabeza, su pecho bajaba y subía de forma constante y su calor me abrazaba. Entonces sus manos se movieron y una de ellas bajo demasiado para mi gusto. Lo siguiente que supe fue que mi rodilla reaccionó cuando él apretó una de mis nalgas y se escuchó un gran golpe en el suelo.
—¡¿Qué pasa contigo, mujer?! —casi que grito desde el suelo.
—¿Que qué me pasa? —susurré enojada —. Me pasa que si vuelves a subirte a esta cama te dejare sin hijos, ¡¿entiendes?!
Se cubrió sus partes con sus manos de forma protectora y regresó al sofá bajo mi gélida supervisión.
—No sé lo que hice… —murmuró mirando hacia la pared —. Pero, lo siento —dijo mirándome de reojo.
Lo ignoré y volví a dormir, pero la siguiente vez que desperté estaba de nuevo envuelta en calor, en los brazos de un chico que recordaba haber echado de la cama. ¿Cómo se las había arreglado para no despertarme? El infeliz aprendía rápido. Dios, ¿en qué me había metido?
—No puedo creer que me hayas empujado fuera de la cama de nuevo —dijo con cara de pocos amigos —. Ya era de mañana, cuál era el caso de sacarme de la cama cuando de todos modos ya te ibas a levantar —me recriminó y seguí mirándolo como si fuera a matarlo en cualquier segundo, mientras intentaba disfrutar de mi desayuno continental.
—Será mejor que te comportes —le advertí.
—No poder dormir tranquilo con tu mujer en la luna de miel… Me avergüenzo, he falla… —, le lancé un pan a la cara en medio de su dramático monólogo.
—Ya cállate, quiero el divorcio —dije molesta —. Ya, no somos nada.
—Está bien —, se rio y volvió a la comida, metiéndose mi pan a la boca —. Puedes tomar el mío —señaló su pan en el plato y procedí a tomarlo —. Este ha sido un viaje de lo más encantador. Además, te tengo buenas noticias…
Lo miré a la espera de lo que fuera a decir, empezaba a darme cuenta que él tenía más poder en este viaje que yo.
—Nos conseguí un tour por Bruselas antes de volar a Rusia —dijo emocionado y me mostré igual de feliz por las noticias, en realidad estaba más que emocionada —. Además, compraremos una cámara. Si hoy seremos turistas debemos lucir como tal… No vayas a olvidar tu sombrero —dijo sonriente pero muy en serio y yo no pude más que pasarme la mano por la frente, estaba en compañía de un loco. Pero, admito que me gustaba, me hacía feliz.
Me hizo feliz.
Por lo tanto, esa tarde, al regresar a Bruselas, lo primero que hicimos fue comprar una cámara digital. Tuve que evitar que comprara una profesional con miedo de que gastara todo nuestro dinero, sí, ya lo llamaba nuestro. Y dado que no me confesaba aún cuanto era la cantidad que poseía, prefería no arriesgarme. Pero, de todos modos, compró una semiprofesional, como siempre tan escurridizo. Después de ello fuimos a lo que él llamó el gran centro de todo, la Grand Place y allí vimos algunos edificios importantes y por sobre todo, estrenamos nuestra cámara con todo tipo de poses divertidas con Bruselas de fondo. Y luego corrimos a buscar algo de comer, mientras Marcel Klaus insistía en que tenía que probar las papas fritas de Bélgica. Ciertamente, él hizo todo lo posible para encontrarme moules frites, tal parece, un plato muy importante de Bruselas, el cual acepto me encantó.
—¿Viste algún palacio real en Eskandor? —preguntó cuando terminábamos la comida y yo negué. Francamente no tuve mucho tiempo para nada cuando fui —. Bueno, si nos vamos ahora, alcanzaremos a ver algo… —dijo, y llamó por el mesero para pedir la cuenta. Intenté mirar el valor, pero sus ojos traviesos me dejaron claro que no me dejaría verlo.
Entonces, tomamos el metro hacia otro lugar y en poco tiempo, a mi parecer, bajamos en una estación llamada Parc que estaba justo en frente de un gran parque. El lugar se veía hermoso, no tanto como el bosque, pero sí lo suficiente para que mi boca volviera a abrirse en sorpresa y el chico a mi lado se riera un poco de mi embelesamiento.
—Bienvenida al parque de Bruselas —dijo y abrió sus brazos hacia el lugar, como si me lo entregara.
Vi todas las fuentes, las esculturas y caminamos por todo el lugar, hasta que llegamos a la parte sur y él se detuvo para señalarme el Palacio Real. Una edificación majestuosa, extensa y con un gran jardín en frente. Aunque, según Marcel Klaus, como había empezado a llamarlo en mi mente, el jardín era pequeño.
—¿Cómo puedes llamar a eso pequeño? Mejor haz silencio, ¿qué tal si te escuchan los reyes?
—No creo que estén, ellos no viven aquí, ¿sabes? —, me miró con cara de sabelotodo —. Aquí están sus oficinas, algunas salas de reuniones y otras cosas. Sacudió su mano, restándole importancia a mi adoración —. Pero, es bello, ¿no?
—Supongo —, me encogí de hombros —. ¿Cómo sabes todo eso? ¿Entraste alguna vez?
—Ah, una vez vine a reunirme con la fam… —, se notaba serio hasta que se detuvo de golpe y palideció —. Vine a reunirme con mis amigos, fue para un trabajo del colegio, comparábamos arquitectura europea —, empezó de nuevo con aquella sonrisa típica de él que hacía cuando había metido la pata de algún modo y trataba de ocultarlo, ciertamente, yo también empezaba a conocer sus expresiones —. Debemos irnos —dijo, un tanto urgido.
—Lo sé, pero quedémonos aquí unos minutos más. Quiero sentarme en medio del parque y olvidar que el mundo existe allá afuera —le dije olvidando lo que sea que hubiera tratado de decir antes, no era mi deber descifrarlo. Así que busqué un lugar donde sentarme y él me siguió en silencio.
—¿Puedo existir en tu mundo? —preguntó y lo miré pensativa, su pregunta no parecía una broma, había algo más profundo allí. ¿Qué me estaba pidiendo en realidad? No quería saberlo, me negaba a hacerlo, lo ignoraría, al igual que aquella sensación que tenía cada vez que me miraba de esa forma tan profunda, en la que casi que me perdía en sus ojos verdes, mi propio bosque personal.
—Solamente si es dentro de nuestra falsa realidad —respondí.
—Un amigo tiene un viñedo en Australia, ¿quieres ir? —preguntó cuando estábamos sobre los cielos —. En esta época nunca se encuentra allí —explicó.
—Entonces luego iremos a Hawái —dije.
—Si es lo que deseas… Eso haremos.
—Bien.
—Bien.
Nos quedamos en silencio por un largo tiempo, las palabras habían perdido sentido desde nuestra parada en el parque. Era como si algo se estuviera construyendo desde nuestro interior, algo que no debía ser. Necesitaba distancia o solamente dormir un poco. Cerré mis ojos y me forcé a caer en sueños, pero eran simples parpadeos de realidades alternas sin sentido de las que terminaba despertando una y otra vez. Me rendí en algún momento y descubrí mi mano envuelta en la de aquel chico, la miré por unos segundos y deslicé mi mano fuera de su agarre con facilidad. Me permití verlo de nuevo, su rostro dormido, lleno de pasividad, por poco creí que estaba viendo un ángel o un diablillo enmascarado.
—No quiero saber quién eres —dije, tratando de convencerme.
Aunque ya es bien sabido, que la curiosidad es parte del ser humano.