Miro alrededor del club. Arriba todo es tranquilo y recatado. Aquí abajo todo es ruidoso y franco. Es ella otra vez.
Le quito la botella de cerveza a la simpática camarera.
—Gracias—
—No hay problema. Cuando quieras— sonríe y asiente, asegurándose de mantener el contacto visual.
Le doy un billete de veinte y veo el brillo de interés en sus ojos. —Quédate con el cambio—
Su sonrisa se hace mas amplia. —Avísame cuando necesites otra. Estaré aquí toda la noche—
Con un movimiento de cabeza, meto el limón en el cuello de la botella y tomo un trago, saboreando el sabor amargo del líquido fresco en el fondo de mi garganta. Ha sido una noche muy larga.
El lugar esta abarrotado y el sonido de la música resuena en las paredes. Me doy la vuelta, me apoyo en la barra y observo la hilera de bancos bajos que separan la zona del bar de la pista de baile.
No la estoy buscando. No lo estaba.
Termino la cerveza en cuatro tragos, giro y levanto mi botella vacía. La rubia camarera atrapa mi mirada penetrante y se acerca corriendo. —¿Lo mismo? —
Antes de que pueda responder, una mano me da una palmada en el hombro. —Que sean dos shots de tu mejor tequila, preciosa—
—Por supuesto— le guiñe un ojo y rápidamente agarra dos vasos de chupito de debajo de la barra.
Una sonrisa se dibuja en mis labios y me doy la vuelta para ver a Caleb. El mismo moño. Los mismo ojos sonrientes. El mismo ego. La diferencia: ahora se ha ganado el derecho. Es un genio financiero muy exitoso y un tipo honesto en todos los aspectos.
Mientras yo iba a la escuela de derecho, Caleb había obtenido su MBA y formado su propio grupo de inversión. A diferencia de mí, el no trabajo para su familia, y es mucho más rico sin su dinero, al igual que los otros chicos, en realidad.
Evan había ido a la universidad y se dispone a participar en la campaña electoral. Trabaja para el condado en un puesto de supervisión y aspira a ser alcalde, luego gobernador y quien sabe que más.
Oliver estudio medicina y ahora ejerce en San Francisco. Él y yo compartimos el circuito de fiesta allí.
Caleb y yo chocamos los hombros y nos damos palmadas en la espalda. —Amigo—comento. —Me alegro de verte. Gracias por venir a buscarme—
Sacude la cabeza. —Era yo o Uber, ¿no? — bromea. —Todavía no puedo creer que Lavinia te haya echado del coche. Lo que pagaría por verlo—
En broma, arqueo una ceja. —¿Es demasiado tarde para llamar a ese Uber? —
Coge uno de los shots y me lo entrega. —Ni hablar. Tendrás que estar conmigo toda la noche—
Tomo el vaso que me ofrece. —¿Y tu esposa? —
Su sonrisa es maliciosa. —Iris va a llevarse al bebe y se irá con sus padres—
—Espero no haberla enojado demasiado interrumpiendo sus planes—
Toma un segundo shot. —No, para nada. Su hermana está en la ciudad y se alegró de tener una razón para faltar a la cena con mi padre y pasar tiempo con ella—
La música parece sonar más fuerte o tal vez me siento mas viejo. —Eso fue muy bueno de su parte—
Chocando mis copas, él sonríe. —Estar casado no es tan malo, cumpleañero, tal vez deberías intentarlo— y en la última palabra, me guiñe un ojo con complicidad. No puede olvidar la broma.
—Jamás— hago una mueca y abro la boca. El tequila caro me quema la garganta y se acumula en mis entrañas. Cae en una llamarada que me lame y salta, encendiéndose en mis venas. Una oleada de irritación me recorre de la cabeza a los pies. La ira se filtra hasta mis huesos.
Maldita Lavinia.
Sonriendo ampliamente, Caleb deja escapar un suspiro de satisfacción mientras deja caer la botella vacía sobre la barra.
—Llame a mi viejo cuando venía para acá para cancelar la cena y tantearle el camino—
Mis dedos agarran el cristal. —¿Y? —
El señor Gerald Getty Jr. siguió siendo el abogado principal de Florence Cal después de la muerte de su padre. También fue mi mentor y un hombre al que respeto.
—Mi padre me confirmó que Lavinia se puso en contacto con él y quiere que vayas a su casa el lunes antes de la lectura del testamento. Hay algunas cosas que quiere discutir contigo—
Aún sin estar seguro de nada, le doy un gesto de agradecimiento.
—Hola, preciosa— llama Caleb. —Otra ronda— El sonido de su voz me dice que oficialmente es hora de la fiesta.
Resulta que Caleb ha tomado un Uber y volveremos a casa en Uber. Me parece bien. Después de la segunda toma, me pregunta:
—Entonces, ¿nos quedamos aquí o nos vamos? —
El tipo es listo. Sabe por qué estoy aquí. Que la estoy esperando. El problema es que no debería hacerlo.
—Me voy— le digo finalmente.
Hace un gesto a la camarera. —Hola, preciosa— Ella levanta la cabeza. —Necesitamos la cuenta—
—¿Ya? — suspira.
Arroja su tarjeta platino sobre la barra. —Si, es el cumpleaños de este tipo— me da una palmada en el hombro. —Y tengo que sacarlo y mostrarle lo que es pasar un buen rato—
Ella toma la tarjeta. —¿A dónde van ustedes dos? Tal vez pueda encontrarme con ustedes más tarde—
—A Moxies—
—¿En San Mateo? — pregunta como si estuviera asombrada.
Pongo los ojos en blanco. San Mateo contra Healdsburg ya estoy comenzando a cansarme.
Firma el recibo que le dió y guarda la tarjeta en la cartera.
—Ese es lugar—
La charla continua. Caleb es un coqueto. Casado o no, nunca se rinde. La diferencia es que nunca pasa de una charla inofensiva. Es un marido dedicado de una manera que tengo que admirar. Ama a su esposa y ella realmente es su reina.
La música cambia y la pista de baile se despeja. Mi mirada se desvía, curiosa por saber por qué. Entonces la veo.
Ella.
Frances Castello. Y ella está sonriendo. Ella parece feliz. Divirtiéndose. Y entonces recuerdo como éramos antes. Como habíamos sido así antes. En ese momento, todo el odio que había reprimido parece desvanecerse.
Ella. Es. Hermosa. Y con otro hombre.
Intento no gruñir. Los celos me consumen por dentro mientras la miro. Ella mueve las cadera con el mismo chico con el que la habían fotografiado. El la abraza por la cintura desde atrás y le sonríe en el cuello como si fuera el chico más afortunado del mundo. En este momento pienso que tal vez si lo es.
Debí haber sabido que ella estaría aquí con el tipo rico con el que había estado besándose delante de todos. Ese idiota que viste Louis Vuitton, con un viñedo del tamaño de Napa y un palo metido en su culo flacucho.
Incapaz de dejar de fruncir el ceño, miro hacia otro lado. incluso respiro por la nariz para no perder la cabeza. ¿Qué es lo que ella ve en él, de todas formas?
El tipo ni siquiera está involucrado en el viñedo de su familia. De hecho, puedo apostar cada centavo que tengo a que nunca se ha ensuciado las manos. El negocio de su familia lo dirige un grupo de ejecutivos que les producen millones. Lo que sea.
Estos celos corren más rápido por mis venas. No quiero sentirlos. Incapaz de resistirme a mirar, dejo que mi mirada se desvié hacia ella. Es entonces cuando veo que me está mirando directamente. Mirando fijamente. Hijo de puta, ella sabía que estaría aquí.
La demostración publica de afecto de esta noche es para mí. ¿Por qué? ¿Para lastimarme?
Ella todavía no puede pensar que me importa. Ella ya no puede preocuparse ella misma. Sin embargo, si fuera verdad, podría estar equivocado en ambos aspectos.
Debería haberme dado la vuelta y haber salido por la puerta. Justo en este momento. Poner fin a este juego, pero no lo hice. En cambio, mis pies se pusieron en movimiento antes de que supieran lo que estoy haciendo.
Odio los juegos, pero odio aún más perder.
Mientras me abro paso rápidamente entre la multitud, puedo sentir mi pulso latiendo en todas partes de mi cuerpo como un martillo neumático: detrás de mis parpados, a lo largo de mi columna e incluso en mis malditos huevos.
Los dos se mueven al ritmo de la música. Todo manos y cuerpo. Y yo soy pólvora lista para hacerlos estallar.
¿Por qué demonios me importa con quien esta?
Ella debe de ser feliz con ese chico, de lo contrario, ¿Por qué estaría con él? Sin embargo, en todas las fotografías que he visto de ella con él, su espíritu parece desvanecido, esa lucha que yo sé que tiene se ha atenuado. Su brillo se ha empañado.
Una mano me sujeta el hombro. —¿A dónde diablos vas? — Me suelto del agarre de Caleb. El cabrón tranquilo no tiene ni puta idea. Montar una escena nunca fue lo suyo. Es lo mío. —A sacármela de la cabeza— admito.
—Andréi, por aquí no— razona. —No es buena idea—
—¿Por qué no? — digo entre dientes, por encima de la música. Se inclina un poco hacia atrás como si temiera que lo golpeara.
—Porque solo la vas a enojar, y Lavinia podrá no haber estado muy lejos de la verdad sobre la necesidad de que Florence Cal se una a Vinos Castelllo para mantenerse a flote—
Parpadeo en estado de shock
¿Habla enserio?
Mi legado. Mi maldito legado está en juego. ¿Y él se ha sumado a la tendencia y piensa que Frances Castello es la respuesta para salvarlo?
Tiene que estar loco. Yo quiero que lo esté.
Antes de que pueda pensarlo demasiado, Frances se da la vuelta con sus tacones altos. Parece que ha cambiado esos converse. Las observo mientras toma la mano de ese idiota y lo saca de la pista de baile. Todavía en estado de shock, no puedo creerlo cuando atraviesan una puerta que dice “privado”
Después de toda la terapia, de todo lo que he hecho para cambiar, me siento como si tuviera diecisiete años otra vez y estuviera listo para explotar.
—Andy? — insiste Caleb.
Tomo un profundo y largo suspiro y lo suelto. —Estoy bien— le digo. —¿Qué tal si pides un Uber? Voy a hacer pis y te espero en la puerta—
—¿Seguro que estás bien? —
Asiento y levanto las palmas. —Estoy bien. Lo juro. Solo necesito salir de aquí—
Tengo toda la intención de usar el baño y luego irme, pero no puedo pasar la puerta marcada “privado” sin abrirla y echar un vistazo.Como si perteneciera a este lugar, giro la perilla que esta desbloqueada. Esta oscuro adentro, pero puedo distinguir dos cuerpos: un hombre y una mujer. Ella esta inclinada sobre un escritorio y él está flotando sobre ella, sus labios a centímetros de tocarla.
Algo se rompe dentro de mí. Diez años de angustia salieron a la superficie. Se que es una venganza bien merecida, pero esto no hace que fuera más fácil de aceptar. El no tocará lo que es mio cuando estoy a menos de tres metros de distancia
Mía.
¿Qué demonios?
Sentir que estoy a punto de explotar y no poder contenerme. —Aléjate de ella— susurro, caminado a grandes zancadas en su dirección. Listo para despegar al tipo de su cuerpo si fuera necesario.
Ambos saltan, como si los hubieran sorprendido haciendo algo que no debían. Fue entonces cuando se abrió otra puerta y encendieron las luces y esa voz que conozco bien dice: —Hola—
Mi cabeza se gira hacia la derecha.
Mierda.
No puede ser.
¿O puede serlo?
Lo es.
La silueta de una bella mujer, que ya no era una niña, con un vestido de seda n***o con una abertura en forma de V hasta el ombligo y otra hasta el muslo, está parada en el otro lado de la habitación.
Como una llamarada de fuego, Frances llena la puerta. Sus manos sobre sus caderas y su barbilla se levantan en señal de desafío.
Giro la cabeza hacia la mesa, que en realidad no era un escritorio como había pensado. Para mi sorpresa, allí está el rico imbécil con el camarero del piso de arriba.
Macho y macho. Ninguna mujer.
Hey, en mi defensa, estaba oscuro