6- La delgada linea entre el amor y el odio.

2202 Words
Andreí Prácticamente puedo saborear la tierra en mi lengua. A me dida que me acerco al pueblo, quiero escupir por más de una razón. El cartel dice: Bienvenidos a Healdsburg California. Nada ha cambiado. La población es todavía menos de seis mil habitantes. Las tiendas de ladrillo y toldos todavía tienen lámparas encendidas. Y las calles todavía estan llenas de turistas. Supe que había llegado al lugar que todos llaman la calle principal del Valle de Napa cuando vi a todas las personas deteniéndose para admirar las filas de viejos barriles de vino llenos de flores de noche buena. > es mi único pensamiento mientras camino por la acera de ladrillos rotos. La caminata no ha durado tanto tiempo, pero aún así… Maldita Lavinia. Nunca debí haberme subido a ese auto con ella. Debí haber esperado a estar sobrio y luego conducir yo mismo. Lo primero que haré mañana será regresar a San Francisco para conseguir mi propio auto. Ah, y conseguir mi teléfono es prioridad. Miro a mi alrededor, el centro de la ciudad, compacto y perfecto como una postal. Este lugar es como una noria de riqueza y entretenimiento. Boutiques, galerías de arte, cafés ubicados en edificios históricos y, por supuesto, restaurante y vino, mucho vino. Healdsburg lo tiene todo. Incluso hay unicornios de chocolate “comestibles” de esos que no son especialmente para niños. ¡Por el amor de Dios! Claro que la gente usa la palabra “encantador” yo no. Yo lo conozco como el infierno. Y, además, en San Mateo tenemos baños de barro y aguas termales y absolutamente nada de Frances Castello. Al detenerme en el conejo de acero inoxidable de treinta y cinco pies que es ridículamente conocido como Conejo Foo Foo, contemplo si debiese entrar al club que está al lado, pero luego pienso: ¿Por qué carajo no? Nunca había estado allí, después de todo. Al entrar y mirar a mi alrededor, el lugar definitivamente no es lo que pensé que sería. Es viejo, lo entiendo, pero también lo parece. El arte vanguardista es de los años noventa y la música jazz que suena amenaza con hacerme reír. Aún así, me dirijo hacia la infame sala de degustación de La Casa de Cristal para comprobarlo. En la barra, echo un vistazo a la carta de vinos. Ofrecen Gable y Castello e incluso Cupcake y Naked, que son dos vinos de calidad, que, por cierto, fue una brillante jugada de marketing, pero no se encuentra ni una gota de Florence Cal. Maldita Lavinia. Nuestro producto debería de estar en el menú. No lo está. La realidad es que la mujer que esta al mando quiere que todo salga bien, pero no hay suficiente personal para garantizarlo. Marketing. Mierda, todo gira en torno al marketing. Y obviamente, ahí es donde nos falta algo. Estaba tranquilo aquí. demasiado silencioso. Y no mi escena. No puedo quedarme, ni siquiera para ver la competencia. Y menos en esta ciudad. Tengo que salir de aquí. De nuevo afuera, me apoyo en el edificio. Haciendo crujir el cuello, pienso largo y tendido en lo que me espera en la vida. Estar a cargo es una enorme responsabilidad. Pero sé que estoy preparado para ello. Mierda, estoy preparado para ello desde que tenía dieciséis años y murió mi abuelo. Ese hombre creía en mí. la única persona que lo hizo. No estoy dispuesto a decepcionarlo. Un tipo vestido de traje aparece corriendo por la esquina hablando por teléfono. —¿Llegué veinte minutos tarde y te fuiste? — Se detiene en seco. —Está bien, lo que sea— dice y luego se apoya contra el edificio a mi lado. —¿Mala noche? — pregunto. Saca un paquete de cigarrillos del bolsillo interior de su chaqueta. —No tienes ni puta idea— murmura. —Si, creo que si— Me ofrece un cigarrillo. —¿Problemas con chicas también? — Aunque había dejado de fumar, le doy un puñetazo al paquete y agarro el que se desliza. —Algo así. En resumen, estoy atrapado aquí por una mujer. ¿Te importa si te pido prestado el teléfono? — —Quedarse varado es mejor que dejarte plantando en cualquier momento— primero me entrega su encendedor, pero lo rechazo y me coloco el cigarrillo detrás de la oreja antes de coger el teléfono que me ofrece. Con su teléfono en la palma de mi mano, respiro profundamente. Antes de hacer la llamada, sé que nunca podré superarlo. Tengo que buscar el número en Google. El número de casa. Llamar a números de casa nunca es una buena idea. Nunca se sabe quién va a contestar. Y, sin embargo, aquí estoy yo, llamando a uno ahora. Dos timbres fueron suficientes. —Hola— Me aclaro la garganta, esperando sonar diferente y poder pasar por alto lo que sé que no puedo. —¿Se encuentra Caleb? — —Seguro que si— responde. —¿Eres Andréi? — Miro hacia el otro lado de la calle y siento un estruendo en las venas cuando leo el cartel del establecimiento. —Si, hola, Iris— Allá vamos. ¿Por qué demonios no puedo memorizar el numero celular de Caleb, por el amor de Dios? No es que Iris no sea genial, porque lo es, pero tengo cosas que hacer que no incluyen charlas ociosas. —¿Por qué no me dijiste hola? — —Te lo estoy diciendo ahora— —¿Cómo estás? No puedo esperar a verte mañana— Caleb y Iris se casaron el año pasado cuando ella quedo embarazada. Habían tenido una relación intermitente durante años, pero él bebe cambio todo eso. Antes, Caleb venía a la ciudad de fiesta y ahora el y su esposa vienen de fiesta. No es exactamente lo mismo, pero Iris no parece darse cuenta de eso. Una pareja sale del restaurante y se queda mirando la escultura. Aparto la mirada del cartel que esta al otro lado de la calle. —Si, sobre eso, no estoy en la ciudad y tendré que cancelar— —¿En serio? ¿Por qué? — —Ha surgido algo. ¿Crees que podría hablar con Caleb? — —Amigo— comenta el tipo cuyo teléfono tomé prestado. —Dijiste una llamada rápida, no una conversación para reconectarse— —Tres minutos más. Máximo— le digo. El asiente y se recarga en la pared. Esta no es mi vida. Maldita Lavinia. Esa dulce voz azucarada se desliza a través de la conexión. —Entonces, celebraremos aquí— —Um, quizás en otra ocasión— —De ninguna manera. No vas a cancelar tu compromiso. No lo permitiré. El hecho de que odies celebrar tu cumpleaños no significa que nosotros también lo hagamos— En serio, solo quiero que ella deje el teléfono. La pareja que rondaba alrededor del icónico conejo le pregunta al dueño del teléfono que estoy usando si podría tomarles una foto. Casi me río a carcajadas. No parece feliz. Yo tampoco lo estaría. Iris sigue hablando. —Oh, que tonta soy. Feliz cumpleaños, Andréi. ¿Qué pasa esta noche que tus planes cambiaron? —Hmm, Iris— digo, —¿Podemos hablar más tarde? Estoy en un apuro y necesito hablar con Caleb— —Claro, no hay problema, espera está terminando de cambiar el pañal de Isaí — dice antes de gritar. —Caleb, Andréi esta al teléfono, quiere hablar contigo— —Ven, nena, él bebe necesita tus tetas— grita y me encojo. Parece una eternidad cuando él era quien quería chuparlas. Unos segundos después, puedo oír al pequeño zorrito gritando mientras Caleb se pone al teléfono. Ese bebe no para de llorar. —Amigo, estoy hablando a la antigua usanza con el teléfono fijo. ¿Qué pasa? — Su voz suena suave a pesar de los gritos de su hijo. Me rasco la cabeza. —Hey, hombre. Tengo un problema y necesito tu ayuda— intento quitarle importancia para evitar la reprimenda que sin duda me van a dar el y los chicos, pero me resulta difícil. Su risa resuena en la fila después de que le conté como había terminado en aquí. —En serio hombre, ni siquiera puedo…— no podía hablar, se ríe tan fuerte. —Caleb— me enfurezco. —¿Vienes o qué? — Finalmente, habla: —Si, hombre. Estaré allí en treinta minutos— Levanto la vista. No puedo volver a entrar allí. simplemente no puedo. —Nos vemos en el VC— le digo en voz baja, con una vacilación notoria. —¿Estás seguro de esto? — —Si, estoy seguro— murmuro. —¿Sabes quién es su deño? ¿no? — No estamos en la preparatoria. Ya no siempre se entera antes de los demás. —Si, Caleb, lo sé — —Aún así, ¿vas a entrar? — —Eso es lo que dije— —Pero me acabas de decir como tuviste que alejarte de ella— —¿Y tú punto es? — —Supongo que no tengo ninguno— Se ríe. —Aparte de que acabas de demostrarme que realmente existe una delgada línea entre el amor y el odio— —Eso es una tontería— digo y termino la llamada. Le devuelvo el teléfono al tipo. —Gracias, hombre— le digo. —Cuando quieras— sonríe, con una risita asomándose a su respuesta a pesar de sus propios problemas. Si, no tengo duda de que escuchar mi historia ha puesto sus problemas con su novia en perspectiva real. Agarro el cigarrillo de detrás de mi oreja y lo miró fijamente. Mierda, ojalá todavía fumara. *** El club está repleto de gente. Sabía que así sería, pero no he venido para festejar. No. he venido porque tengo curiosidad. Quiero ver de qué se trata todo ese revuelo que yo intento ignorar. Me pregunto por qué se ha ganado el título de chica fiestera. ¿Fue este lugar o fue el imbécil rico de Los Ángeles el que la trajo al centro de atención? Lo haré rápido, sin embargo. Subo a la sala de degustación, echo un vistazo y regreso al club antes de que llegue Caleb. La mierda que recibiere por venir aquí y subir las escaleras será peor que la mierda que estoy por recibir por ser expulsado del auto. El ascensor se abre y doy un paso a un segundo piso poco iluminado. La habitación Champagne de VC definitivamente la refleja. Ella. A ella. Follándola. En todos lados. Prácticamente escupo la palabra porque puedo ver su estilo impreso en todo. Piernas largas y tetas perfectas allí. No lo creo. Ella. Cabello canela y labios carnosos aquí. En realidad, no. Ella. Aún así, ella esta aquí. puedo sentirlo. Frances Castello es la dueña de este lugar y lo ha construido ella sola. Tal vez le guste divertirse, pero no es una fracasada. No por lo que puedo ver. Hay lujosos asientos de terciopelo color peltre, espectaculares candelabros de cristal e instalaciones de espejos dorados colgando sobre la parte superior de la barra. Nada mal. El carrito de caviar de cortesía que circula por las salas y sirve blinis ya preparados es un gran detalle y un gran contraste con la música techno que se escucha desde abajo. Muy Frances. Nunca es algo estandarizado ni esperado. El lugar no solo lleva el nombre de las iniciales del viñedo de su padre. Conozco a Frances y sé que es un juego de palabras con su marca. Casi una burla, una especie de sátira. Sin embargo, al mirar alrededor, parece todo lo contrario. Es la versión mayor de la chica de diecisiete años. Fue de los converse a los tacones altos, de la falda corta a el vestido largo. Fue todo lo que no eran las demás. Mierda. Cuando me inclino hacia adelante en la barra, ya sé lo que voy a pedir. Este lugar es uno de los pocos establecimientos del norte de California donde Dom Peringno P2 se sirve en copas. Si, así que hago una pequeña investigación y porque no pedirlo, después de todo, es mi cumpleaños. Una copa y luego bajaré las escaleras. Es eso o el vino Castello, y no quiero atragantarme con este último. El lugar solo ofrece vinos Dom o Castello. Una gran diferencia de precio. Una gran ganancia de dinero. Fue una decisión inteligente de su parte, pero me pregunto porque Vinos Castello nunca se ha aventurado en el mundo de los vinos espumosos. Parece que su padre no se ha dado cuenta. por otra parte, nosotros tampoco. Un tipo alto, vestido con un chaleco n***o, se acerca a mí y me pregunta que quiero. Una vez que tengo el vaso de cristal en mi mano, miro fijamente el líquido transparente y burbujeante durante un largo rato antes de tomar un sorbo. Odio esta ciudad. También odio San Mateo. Por otra parte, no es que me encante San Francisco. De hecho, nunca pensé que fuera más que un lugar temporal. Un lugar donde esperar antes de regresar. Tal vez en este caso sea cierto: hay una delgada línea entre el amor y el odio.
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