Capítulo Cuatro
"Canto del mar”
La larga cabellera castaña danzaba de lado a lado a causa de la brisa marina, mientras que sus pies desnudos tocaban la suave arena humedad de la orilla de la playa de la Península.
Un pequeño oleaje no se hizo esperar, arropadole hasta los tobillos, dejando consigo una sensación agradable en su pecho.
Sus hermosos ojos zafiros se perdían en el infinito horizonte, anhelando con cada fibra de su ser, descubrir su razón de existencia en aquel mundo, mientras que a su espalda las risas y los juegos de los chicos de la manada sonaban tan ajeno, aunque solo estuvieran a unos cuantos metros alejados.
AquaMarine propuso ir esa mañana a divertirse un rato, para dejar de lado el delicado asunto de siempre proteger a los humanos de los vampiros y que pudieran estar tranquilos.
Por un momento Aqua cerró sus párpados, debido a la aparición repentina de unas tenues imágenes en su cabeza, al principio abstractas, tal cual como un disco cuando estaba teniendo fallos.
No obstante, una imagen si fue clara.
“Una mujer de cabello castaño, de ojos como el mismísimo mar, observaba el vasto océano, mientras que su largo vestido blanco era sacudido ligeramente por la brisa.
Aquella misteriosa doncella, estaba tarareando una melodía.
Una que por alguna particular razón, Aqua se la sabía.
Sus labios se abrieron de manera inconsciente, dejando salir desde lo más profundo de su garganta aquello que jamás pensó poder hacer.
—Cruel y frío eres como el mar, ¿Cuándo a mi tú regresaras?, ¡Oh! ¡Amado, oye mi cantar! mi amor no morirá—el ligero temblor en sus cuerdas vocales, era tan agradable.
La hija del mar se dejo llevar por esa nueva sensación que le transmite aquella melodía al ser entonada.
—Juraré en el nombre del mar, mi corazón tuyo será, por diez años yo he de esperar, para contigo estar—cantó con tal pasión y nostalgia retenida.
Que no se percató la aparición de unas traicioneras lágrimas que se deslizaban por sus rosadas mejillas, con cada una de las palabras que denotan sus cuerdas vocales, relatando aquel triste juramento.
—Ven mi amor y únete a mí, deseo ser eterna junto a ti, llévalos al fondo del mar y mías sus almas serán—AquaMarine subió lentamente sus manos a la altura de su pecho, apoyando ambas palmas en esa zona, sintiendo su desenfrenado corazón.
—Toca aquella bella canción, trae contigo la destrucción, ven a mí y tuya, seré por siempre te amare— La castaña concluyó la canción.
Ella subió sus manos a la altura de sus mejillas, sintiendo con sus dedos el leve rastro húmedo que le dejo las lágrimas, de manera automática una sonrisa se dibujo en sus labios.
Era la primera vez que lloraba.
La hija del mar conmocionada giró sobre sus talones, estando dispuesta a pedir una explicación pero lo que ella no espero fue sentir todas las miradas puestas encima suyo.
—Eso fue hermoso, Aqua—la dulce voz de Camila, llego a sus tímpanos siendo la primera en hablar.
—¡Cantas precioso!—exclamó Sami, dando brincos de emoción hasta llegar a donde estaba la castaña, tomando entre sus cálidas manos las de la castaña.
—Esa es mi chica—agregó Samuel, mostrando sus blancos dientes en una sonrisa.
Un gruñido animal resonó.
AquaMarine siendo ella la que se encontraba frente a todos, se dio cuenta quien había sido él causante de aquel sonido. Sus ojos azules se conectaron con los oscuros marrones del chico de piel clara.
Jace le estaba observando con una expresión diferente.
Amor.
Cariño.
Nostalgia.
Tristeza.
Eso era lo que ella percibía en sus oscuros ojos.
De la boca de la hija del mar no salió ni una sola palabra, simplemente sus pies reaccionaron solos, dando pequeños pasos en dirección del pelinegro, cuando estuvo frente a él no pudo resistirse más.
Ella lo abrazó.
Envolvió sus delgados brazos alrededor del dorso desnudo del Winston, ocultando su rostro entre su cálido pecho.
Nadie dijo absolutamente nada.
—Lamento no ser lo que esperabas—susurró Aqua, sintiendo como sus ojos azules se cristalizan, a causas de las lágrimas que se acumulaban ansiosas por querer escapar.
El pelinegro contuvo la respiración, con tan solo escuchar aquellas palabras, mientras una opresión en su pecho se hizo presente con intensidad. Él jamás pensó que por su culpa la castaña tuviera sintiéndose de esa manera, con firmeza el Winston subió ambas manos hasta la altura de la cabeza de ella, con mucha delicadeza sujeto sus suaves mejillas haciéndole levantar el rostro para poder observarla a los ojos.
Él se sentía terriblemente mal al verla en aquel estado de tristeza.
—Eres más de lo pude estar esperando, AquaMarine—susurró el pelinegro, a la vez que con sus pulgares dejaba una leve caricia en sus mejillas.
No dejo que la hija del mar emitiera algún sonido de su boca, solo inclinó su cabeza hacía adelante, plasmando sus labios sobre la superficie de la frente de ella.
La castaña cayó rendida ante tal acción, sus párpados se cerraron, disfrutando aquella envolvente sensación en su pecho, su corazón se aceleró, mientras que un nuevo efecto se apodera de su estómago, era como si unas mariposas revolotearon allí.
—Agápi mou—la voz dulce de Aqua sonó como un pequeño susurró, que era llevado por el sonido de las olas del mar.
El hombre lobo separó lentamente sus labios de la frente de la castaña, aunque él ya se había acostumbrado a las palabras en otro idioma de la chica, siempre se preguntaba el significado de ello.
—Debemos irnos, chicos—la imponente voz de Matthew, atrajo la atención de ambos, haciéndolos salir de aquella burbuja que se encontraban.
El pelinegro bajó lentamente sus grandes manos del rostro de la chica, mientras que en sus labios se creaba una mueca.
La hija del mar abrió sus ojos.
—Jace, por favor ten mucho cuidado—Habló Aqua en un tono de preocupación, aunque a ella no le gustará la idea de que ellos pelearán contra aquellos vampiros sanguinarios, tenía presente que eso era lo que realmente hacían los chicos.
—Lo tendré en cuenta, mi diosa del mar—Jace le sonrió, para alejarse dispuesto a ir con los demás miembros de la manada.
En sus labios se engancho una enorme sonrisa, mostrando sus perfectos dientes blancos, por primera vez en su corta vida, AquaMarine se sintió completa con alguien más.
No obstante, en su interior presentía que la esperanza es un espejismo de la realidad, es evadir lo que realmente es. Aunque ella sabe que cuando se trata de amor por parte del pelinegro, tal vez podía ser un simple espejismo de lo que podría ser para no perder a aquella persona.
AquaMarine sabe perfectamente de que aún tiene sentimientos encontrados por Madeleine.
Ella se está sumergiendo en un abismo esperanzador, que lo único que podía obtener es sufrimiento.
Continuará...