—Nyx —dice, su voz profunda resonando en la iglesia—, ante ti, ante nuestras familias y ante la Bratva, juro protegerte, siempre. Su tono es grave, cada palabra una promesa que parece grabarse en el aire entre nosotros. —Juro serte leal, no solo como tu esposo, sino como tu compañero en todo lo que venga. Tú serás mi constante. Sus palabras son sencillas, pero el peso de ellas me golpea con fuerza. Mi corazón late tan rápido que siento que podría romperme en cualquier momento. Sus ojos nunca abandonan los míos, y en ese instante, sé que no hay nadie más en el mundo que pueda mirarme como él lo hace. Toma el anillo, un diseño intrincado de oro blanco con diamantes negros que brillan como estrellas en la penumbra. Lo desliza en mi dedo con precisión y sus labios se curvan apenas en algo

