3: ¡Él es tu jefe!

1569 Words
Sentí algo amargo debajo de mi lengua, como por inercia fue que la vomité y abrí mis ojos. El suelo era de madera y las paredes tenían mármol, la cama tenía cuatro pilares que se alzaban y unas cortinas recogidas, esto sí que es lujo. — Dagny — Aramis se sentó a mi lado y me tocó la frente — pero si estás sudando helado, creo que te vas a sentir más cómoda con otro cambio de ropa. — La pastilla sabe amarga, ¿Por qué me hicieron eso? — sacaba mi lengua tratando de quitar la sensación — ¿No tienes algo para quitar ese sabor tan desagradable? Aramis salió de la habitación y debido a la presión baja que tenía, decidí recostarme a la cama, sentía como todo me daba vueltas y solo quería mejorarme. Mi cabeza parecía un helicóptero y detestaba esa sensación. — Aquí tienes — Aramis me dio una bandeja con queso, uvas, galletas, carnes frías e incluso estofado —. ¿Sucede algo? — Si me como todo eso, es probable que me normalice la presión, pero terminaré con una indigestión de los mil demonios. — Come solo con lo que te sientas satisfecha, yo me quedaré a tu lado por si me necesitas. — No es necesario, sinceramente no quiero dar más molestias de las que ya di, puedes ir a dormir a tu cuarto. — Es que ese es el problema, este es mi cuarto — su sonrisa hizo que muchas cosas se movieran en mis adentros y las piernas me empezaron a temblar como si fueran gelatina — ¿Te sientes bien? — Sí, solo trata de no sonreír de esa manera que me causa cosas que no me debería causar — me fijé en sus dientes —. Tienes una sonrisa de comercial de pasta de dientes, a ver, enseña. Levanté sus labios y examiné sus dientes, estos parecían colmillos afilados como si fueran de perro, por un demonio, al parecer alguien se cuidó desde que era pequeño. — No son de perro, deja de decir esas cosas. — ¿Ah? — me asusté cuando lo escuché hablar — ¿Acaso has leído mi mente? Es la segunda vez que lo haces. — Para nada, solo que lo dijiste en voz alta y no te diste cuenta, pero sí, cuido mi salud bucal mucho. No dije nada, sabía bien que no había hablado en voz alta en esta ocasión y tampoco en la primera. ¿A qué te has metido, Dagny? Siento que me metí en la boca del lobo. — Gracias por la comida — entregué la bandeja con la mitad de los alimentos que me habían dado — me siento mejor, ofrezco disculpas por tantas molestias y agradezco sus atenciones. Todos se fueron, la excepción fue Aramis, sentí la cama hundirse ante su peso y aunque mantenía una distancia prudente era capaz de percibir el calor que emanaba su cuerpo, por Dios, me encuentro con un hombre sumamente atractivo que parece esculpido por las manos del mismísimo Creador y soy incapaz de lanzarme encima de él, no, no debo hacer esto solo porque desde hace más de cuatro años no tengo nada de nada. Dios mío, si mi papaya fuera la bisagra de una puerta, es muy probable que rechinaría como uñas contra el pizarrón a cada paso que doy. Creo que volví a ser virgen por motivos de inactividad, qué tristeza la mía, tengo que darme una nalgada para pensar que alguien me está cogiendo como cajón que no cierra. En definitiva, necesito una revolcada que me haga olvidar hasta mi nombre. — Dagny — él habló y acalló mis pensamientos — trata de dormir, el día de hoy fue cansado y te recuerdo que tienes la mano fracturada. — No puedo dormir, la cama es sumamente cómoda, pero tengo demasiadas emociones en estos momentos. Hay algunas cosas que tengo que preguntar. — Tendremos tiempo para eso — sentí que él se acercó, pero se mantuvo alejado —. Ahora duerme, si no el lobo feroz te va a comer. Reí para mis adentros, qué más quisiera que el lobo feroz me comiera, completita, que me llevará al éxtasis que quería estar. ¡NO! ¡Basta, Dagny! Creo que mi período está por venir y por eso ando con pensamientos tan cochambrosos, no, debo de controlar estas hormonas, ellas me tienen que obedecer porque son mías y punto final. Me desperté al sentir que entre toda esta suavidad había algo duro que no encajaba con todo esto. Lo primero que mis ojos vieron fue a Aramis, sus pestañas largas y su respiración llena de tranquilidad era todo lo que necesitaba ver todos los días a primera hora. ¿En qué rayos estás pensando, Dagny? ¡No te puedes estar haciendo ilusiones! ¡Es tu puto jefe! Así parezca esculpido por Miguel Ángel, no, no, no y no, hay límites y debes de respetarlos. — Buenos días — él habló con los ojos aún cerrados — al parecer has dormido bien, me alegra saberlo. Me moví un poco asustada y por poco caigo de bruces contra el suelo si no hubiera sido, porque el brazo de Aramis me sostuvo con más fuerza. — Ten cuidado — él se hizo de lado y me miró con sus ojos claros mientras me atraía a su lado — no vaya a ser que te lastimes. Me preguntaba cuánto tiempo tenía de estar durmiendo de esa forma con Aramis, el rastro de baba en su brazo me confirmó que probablemente fue desde que caí en los brazos de Morfeo. Limpié esa zona y él rio con tanta naturalidad que no me sentí mal. — Ven aquí, estás muy a la orilla de la cama. La proximidad con Aramis era tan grande que podía sentir cada reacción de su cuerpo ante mi tacto, estaba caliente, no tenía duda alguna, su respiración pesada llegaba a mi cuello y eso no ayudaba con la abstinencia de cuatro largos años. — Emmm, ¿Será que me puedes soltar? — sonreí con los dientes más pelados que pude poner —. Por favor, no creo caerme si prácticamente estamos en la mitad de la cama. — Oh, es cierto — él me soltó y me alejé un poco sin estar a la orilla de la cama —. ¿Cómo has dormido? ¿Descansaste? — Sí, tú mismo lo dijiste cuando me diste los buenos días — me senté en la cama y las almohadas se acomodaron en mi espalda —. Espero que tu brazo no se durmiera por estar cargando mi cabezota. — En absoluto — él acomodó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja —. ¿Quieres desayunar? — No es necesario que estés ocasionando tantas molestias, voy a preparar el desayuno para agradecer todo lo que me has ayudado. Miré mi mano, al verla tenía una especie de cataplasma y moví los dedos. No me dolió en absoluto, ni siquiera estaba enyesada, sino que era una venda simple. — Es un cataplasma que te puso el doctor, él vino en el momento que dormías y por eso no sentiste nada. Dijo que esto te ayudaría con la fractura y, al parecer, fue así. — Pensé que era un doctor científico y no un herborista, pero bueno, no cuestiono sus métodos, ya que dan resultados efectivos. — Él también estudió medicina general y algunas especialidades, pero digamos que balancea una cosa con la otra — Aramis extendió su mano con elegancia en mi dirección —. Ven conmigo, te quiero mostrar algo. A pesar de que no lo conocía desde hace mucho tiempo, algo me decía que confiará en él, así que tomé su mano y salimos a una terraza hecha de madera. La vista era impresionante, un enorme lago y montañas muy altas se elevaban ante mis ojos. — Estamos rodeados de naturaleza, así que el doctor prefiere utilizar lo que tiene a la disposición y que no es tan nocivo para el cuerpo; no obstante, él también sabe que a veces es necesario recurrir a lo que la medicina moderna ofrece. — Este sitio es precioso, podría vivir toda una vida aquí. — Entonces vive — él tomó mis manos y les dio un beso a cada una —. Yo no tendría problemas en que hagas eso, quiero verte todos los días y que tu rostro sea lo primero que mis ojos vean. — Creo que estás exagerando — aparté mis manos de forma lenta y muy asustada —. Mejor iré a preparar el desayuno, si me disculpas. Salí del cuarto, mi corazón latía con tal fuerza que parecía que lo tenía en mis tímpanos, ¿Qué es lo que le pasa a ese hombre? ¿Acaso se ha vuelto loco? Apenas nos conocemos y ya hace tremendas declaraciones de amor, no, esto definitivamente no es normal. ¡Ay, Dagny, a qué sitio te has venido a meter, a la casa de una jauría de locos! Bueno, al menos aquí no tengo miedo de que una rata me caiga de una solera como pasaba en el bar, solo recordar aquel animal que parecía un perro chihuahua n***o hace que mi piel se erice. — Tú — una mujer entró a la casa y me vio con desprecio — ¿Quién demonios eres y qué haces aquí?...
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