La heredera del magnate

Es fin de semana alguien toca el timbre de la puerta, Jully se acerca para ver quién es. —¿Quién es? —Pregunta ella con risueña sonrisa. —Busco a doña Antonella. —Contesta un hombre con voz de avanzada edad y semblante acongojado. —¿Lo conozco señor? —Jully le vuelve a preguntar con cierta intriga. —Soy amigo de hace muchos años atrás de tu madre, ¿puedes llamarla si no es mucha molestia de tu parte? —Gotas de lágrimas le rodaban por las mejillas. Jully va a la habitación de su madre para decirle que un amigo de hace años atrás la viene a visitar. Aquel hombre tiene la edad de 76 años, es calvo con barba blanca, lleva puesto un terno n***o con corbata del mismo color y una camisa blanca, tiene un bastón en la mano derecha para apoyarse. Su rostro emana tristeza como que está arrepentido de algún daño que había hecho en el pasado a un ser querido. Doña Antonella baja a ver al hombre que espera sentado de espaldas en el sillón de la sala. Cuando da la vuelta ¡Vaya sorpresa! —¡Eres tú! ¿Cómo me encontraste después de tantos años sin saber de ti? —El rostro de doña Antonella es de asombro y rabia a la vez. —¡Qué haces aquí Diego Brandi, no tienes nada que hacer en mi vida! —Continúa respondiéndole con tono fuerte. —¡Perdóname Antonella! ¡Perdóname! Han sido años que no he podido estar en paz por lo que te hice. —Le dice don Diego con angustia desesperante. —¡Vete de aquí! ¡No quiero verte! —Le replicó con firmeza Doña Antonella. —¡No Antonella, por amor a Dios perdóname! — Él le suplica con la mirada de arrepentimiento. Desde no muy lejos de la sala Jully contempla la discusión de su madre con aquel desconocido. Incierta de lo que sucede va a decirle al hombre que deje tranquila a su madre. —Señor, ¿No escuchó a mi madre que debe irse? —Jully le dice con la mirada de enojo. —Tú debes ser mi hija. ¡Antonella! ¿Ella es nuestra hija? —Pregunta don Diego secándose lágrimas en los ojos.