Unos meses después, disfrutaba de mi nueva vida. Al principio, la verdad. La vieja rutina de levantarme a las seis y media de la mañana, ducharme, afeitarme y prepararme para la jornada laboral era difícil de romper, y siendo sincera, estuve bastante deprimida durante un mes aproximadamente. Lo que hacemos nos define como personas, y yo ya no tenía esa definición. Sin embargo, me adapté y empecé a escribir la novela que llevaba años pensando. Decidí renovar por completo mi jardín. Disfruto de los jardines, pero no me gusta trabajar en uno haga el tiempo que haga. Así que diseñé una parcela de mínimo mantenimiento, lo que significaba que no tendría que pasar horas manteniéndola ordenada, hiciera el tiempo que hiciera, pero podría salir y disfrutarla cuando hiciera buen tiempo. Y empecé a tener al menos una semana libre al mes. En mi trabajo había viajado mucho por el Reino Unido, pero siempre pasaba por allí de camino a otra cita. Ahora podía pararme a mirar los lugares por los que había pasado antes. ¿Cómo se llama? ¡Detente y huele la hierba! Me detuve, olí la hierba y el café.
Volví a las clases de baile en la siguiente clase de principiantes y allí encontré pareja. Era una simpática viuda llamada Elly. Era quince centímetros más baja que yo, y cuando se ponía los zapatos de baile con tacón de ocho centímetros, me quedaba justo a la altura adecuada. Su figura era esbelta, con las curvas justas. Elly era otra a la que le picó el gusanillo de "Strictly come Dancing", y bailábamos bastante bien juntas. Charlábamos después de clase, y ella reveló un sentido del humor bastante irreverente y peculiar. Durante las semanas nos vimos fuera de clase: el café de la mañana, un par de almuerzos y una cena en un buen restaurante italiano. Pero me di cuenta, cuando llegamos a la etapa de los besos, de que aunque nos llevábamos bien, no había chispa. Ella también se dio cuenta.
"Jack, en todos los sentidos eres un buen partido. Te ves bien, te cuidas y tienes una vida bastante adinerada. Algunas mujeres te atacarían sin darse cuenta de que no hay chispa entre ustedes. Simplemente aceptarían que tienen seguridad para toda la vida. Yo no soy una de esas mujeres. Me gustas, pero no siento esa euforia que me dice que me quite las bragas y haga cosas groseras contigo, y para mí tiene que haber esa euforia. La tuve con mi esposo, e hicimos cosas juntos que no se publicarían en ningún periódico, te lo aseguro. Así que, si no tienes objeción, sigamos bailando juntos y no intentemos convertir esto en algo que nunca será". Lo entendí y acepté, aunque a mi lado más despiadado le habría gustado saber más sobre lo que hacía con su esposo. Sin embargo, me habló de un par de chicas más en la clase, que parecían encantadas de acomodarme en cualquier situación. ¡Y tenía razón con ellas!
Un día, Brian, uno de mis excompañeros, me llamó. Había asumido parte de mi área. Me contó que había intentado contactar con Becky para mostrarle algunas de sus nuevas cocinas y que había hablado con su esposo.
—Bueno, su exmarido, Jack. ¿Sabías que estaba jugando con él?
"Bueno, tenía una corazonada, Brian." No iba a contarle la historia, sería demasiado largo. Charlamos un rato, luego tuvo que ir a una cita. Me quedé pensando en la noticia. Debo decir que no me sorprendió que ahora estuviera divorciada. Esperaba que hubiera encontrado lo que buscaba. Sabía por experiencia que buscar el arcoíris solía ser inútil.
El tiempo pasa rápido cuando disfrutas de lo que haces y mi escritura iba bien. La novela trataba sobre una joven que buscaba sus raíces. Se ambientaba en el West Country y trataba sobre un ferrocarril que había cerrado años atrás. Me habían dicho que si quieres escribir, escribe sobre algo que conozcas. Bueno, conocía el West Country y conocía los antiguos ferrocarriles. Comprendí que me había propuesto un reto: contar la historia desde el punto de vista de una mujer. Era, en cierto modo, también una novela de Ritos de Paso. ¿Se publicaría algún día? Lo dudo, pero esa no era mi ambición. Escribía para mí, por el puro placer de plasmar esta historia; que llevaba años rondando en mi mente; en papel. Para aliviar los bloqueos periódicos, empecé a escribir también relatos cortos; el problema fue que luego me dominaron y fue la novela la que quedó en un segundo plano. Llegó un punto en que odiaba que me interrumpieran, así que un día no me alegró mucho que sonara el teléfono.
No reconocí el número porque era un número de móvil. Cogí el teléfono y dije:
"¿Hola?"
—Jack, soy Becky. —Su voz sonaba vacilante, como si no estuviera segura de la recepción que tendría.
Hola, Becky. ¿Cómo estás estos días?
—Estoy bien, Jack. Pero más importante aún, ¿cómo estás tú? Me han dicho que te has jubilado.
—Sí. Ahora eres un holgazán oficial. ¿Qué te pasa?
"Ahora tengo un trabajo con una inmobiliaria. Me va bien."
—Me alegra oír eso. Sé que tú y Tom están divorciados. ¿Estás con ese chico con el que salías?
Si lo fuera, tendría aserrín en lugar de cerebro. No, Jack, solo estaba ahí mientras me metía en la cama para tener sexo rápido. En cuanto mi matrimonio se vino abajo, ya no se le veía ni por asomo.
"Lo siento mucho, Becky. Te merecías algo mejor."
Solo alguien tan amable como tú, Jack, diría eso. Mereces un mejor trato que yo. Jack, siento mucho todo esto. Perdí a un buen amigo.
"El agua ya pasó, Becky."
—¡Jack! ¿Puedo ir a verte?
—Sí, claro. ¿Cuándo te conviene?
Estoy sentado en mi coche a un kilómetro de ti. ¿Te parecería una molestia?
"Pasa enseguida. Te prepararé el café."
"Jack, eres una estrella. Nos vemos en cinco minutos". Y así, Becky regresó a mi vida.
Le abrí la puerta y entró luciendo mejor que nunca. La pérdida de peso le había sentado bien. Su cabello tenía reflejos que no le había visto antes, y llevaba una blusa con chaleco encima y unos pantalones de cuero n***o que parecían ajustados a sus muslos y piernas. Me dedicó una amplia sonrisa y me besó en la mejilla.
"Es genial verte de nuevo."
—Becky, me alegra verte, pero si no digo nada por un minuto es porque estoy tratando de superar lo bien que te ves. —Si la sonrisa pudiera hacerse más grande, lo habría sido.
"Gracias, Jack. Una chica mayor como yo necesita que la animen de vez en cuando." ¿Una chica mayor? Calculé que no tendría más de cuarenta y cuatro años. Entramos al salón y le sugerí que se sentara.
"Eso si puedes con esos pantalones." Ella se rió.
"Puedo sentarme con ellos, Jack. El problema es quitármelos." No estaba seguro de si era una insinuación. Decidí tratarlo como si no.
"¿Sigues tomando el café igual?", pregunté. "¿Solo con agua fría?", me miró sorprendida.
"¿Te acordaste?"
"Becky, no tengo tantas mujeres hermosas en mi vida. Claro que me acuerdo." Preparé el café y oí a Becky deambular. Las mujeres hacen eso: se fijan en tus muebles y adornos, como si pudieran distinguir tu personalidad. Traje el café.
"Has cambiado las cosas aquí."
Sí. Cuando me jubilé, decidí hacer bastantes cambios, así que renové toda la casa y puse unas cortinas nuevas. Tenía que comprarlas mientras aún tenía crédito con la antigua empresa, ¿sabes?
"Se ve bien. Lo habría hecho por ti, ¿sabes?" Me encogí de hombros.
"Puede haber sido difícil para ambos." Ella asintió.
—Sí, probablemente tengas razón. ¿Por qué te jubilaste? No tienes ni sesenta y cinco años.
"Bueno, resolví las cosas y calculé que podría administrar bien mis inversiones, así que decidí que la vida era más que trabajar". No dije nada sobre el premio del Bono Premium. Ella asintió, dándome la razón. Respiró hondo. Pensé por un momento que el chaleco se le saltaría un botón. Tenía un busto muy generoso.
"Quería pedirte perdón, Jack." Estaba a punto de decirle que no importaba cuando ella continuó: "Sé lo que ibas a decir, pero sí importa. Estaba siendo una tonta en ese momento. Le hice mucho daño a Tom y te involucré en algo sin tu consentimiento. Nunca lo pensé bien y ahora me estremezco al pensar que podrías haber perdido tu trabajo por mis acciones egoístas. Con razón mi vida se volvió una mierda solo para que alguien me follara. Si hubiera tenido un poco de sentido común, debería haberte elegido como mi amante." Me quedé mudo por un momento. Becky me miró y se echó a reír.
No te sorprendas, Jack. Podría haberlo sido, ¿sabes?, si no fuera porque era tu cliente. Te conocía lo suficiente como para saber que no habrías tomado ese camino.
"Bueno, gracias por pensar así en mí." Becky tenía esa mirada. Sabía que la siguiente pregunta sería difícil.
¿Nunca pensaste en mí de esa manera?
—Sí, pero me gustaba nuestra amistad; significaba mucho para mí. La experiencia me dice que convertir a un amigo en amante a menudo implica perder tanto al amante como al amigo.
- ¿Sigues bailando, Jack?
"Sigo yendo todas las semanas, sí."
"Ya debes estar bien." Me reí.
—No, Becky. Puedo recorrer la pista sin cometer muchos errores, pero eso es todo.
"No te creo. Parece que aprendiste los pasos muy rápido."
Al principio no había muchos pasos que aprender, pero ahora nos imponen pasos nuevos cada semana. También insisten en que bailemos samba, rumba y jive de salón. Es demasiado para mí. Tengo el cerebro hecho papilla, no puedo retenerlo todo en la cabeza.