Una hora después, entramos en casa de mis tíos. El ambiente, era falsamente feliz, un despliegue de alegría forzada. Se suponía que era una reunión familiar íntima, pero la casa estaba llena. Los hermanos Ackerman estaban allí, junto a unos amigos de mi tío, todos parte de una charada que no entendía.
—Masha, Cris —mi tía nos llama con una alegría que me irrita—, les presento a los padres de Nathan y Logan —una pareja se levanta del sofá.
—Tritri Ackerman —la señora nos regala una sonrisa, la misma que enmascara secretos—. Tenía muchas ganas de conocerlas.
—Cobs Ackerman —el padre extiende la mano y su agarre era firme—. Nuestros hijos nos han hablado maravillas de ustedes.
—Niñas, las dejo en buenas manos —nos informa mi tía, con esa inocencia que me resulta sospechosa ahora—. Debo te
