—Para, por favor, para. Tu alegría por saber de mí se está desbordando —su sarcasmo me arranca una sonrisa tonta—. Estoy bien, gracias por preguntar. Deja de examinarme con la mirada. Llegué esta mañana. Tan directo como siempre. Mi corazón late desbocado, como si quisiera escapar de mi pecho. ¿Necesito un cardiólogo? La idea me aterra. No tengo tiempo ni dinero para otra jodida enfermedad. —Quería verte —su voz me saca de mi monólogo interno—. En serio deseaba verte. Estuve trabajando todo este tiempo y no logré concentrarme en nada —frunce el ceño—. He querido arreglar las cosas contigo, pero no sé cómo. Para empezar, ni siquiera sé qué demonios está mal entre nosotros. —donríe de lado, con esa mezcla de vulnerabilidad y fuerza. Parpadeo incrédula. Se ha sentido igual que yo estas sem

