Capítulo 3

1607 Words
Después de un día bastante movido, porque claramente, todos los habitantes de la ciudad decidieron comer justo hoy, por fin estábamos cerrando el restaurante. Esta vez mis tíos se quedaron conmigo para ayudar, ya que Jay tuvo que irse más temprano. Aun así, lo que más retumba en mi cabeza no es el cansancio, sino lo ocurrido esta tarde. No voy a pasar por alto el tema de esos hombres. Aunque solo comieron y se marcharon, hay algo en ellos que simplemente, no me da buena espina. ¿Quién tiene un trabajo tan movido que ni siquiera puede explicar con claridad? ¿Y qué es esa pinta de; soy rudo y misterioso, pero sonrío como si no te fuera a enterrar en el bosque mañana? No. No me lo trago. —Émile y Suzette, ¿me pueden explicar por qué son amigos de unos pandilleros? —les pregunto, sin rodeos, mientras terminamos de limpiar las mesas. Mi tono lleva toda la preocupación del mundo. Y algo más de desconfianza pura y dura. —¡Oh, por Dios! ¡No imaginé que mi princesa diría eso! —responde mi tío Émile, entre risas. Se lanza una mirada cómplice con mi tía y ambos se carcajean. Qué divertidos. —¡No le veo ninguna gracia! ¡Estoy hablando en serio! —los sermoneo frustrada—. Me preocupo por ustedes. ¡De verdad me preocupo! No quiero que les pase nada. Mi voz se apaga un poco al final, convertida en un hilo tembloroso. Porque aunque me esconda tras sarcasmos y exageraciones, sí tengo miedo. Miedo de que mis únicos pilares en este mundo se vean envueltos en algo turbio. Porque esos chicos no eran simples —amigos—. Tenían una vibra distinta. Y no del tipo —exótico carismático—. No. Más bien del tipo —cuidado, probablemente entrenamos con armas ilegales y ocultamos c*******s en el maletero—. Mi tía Suzette se acerca, como siempre con esa voz dulce capaz de desarmar ejércitos. —Hija, tranquila. Estamos bien con ellos. Nathan es hijo del amigo que nos tendió la mano cuando no teníamos nada. ¿Recuerdas nuestra historia? Bueno, hace muchos años que somos amigos de sus padres. Esos chicos son buenos, aunque no lo parezca. Logan y Nathan venían mucho a casa cuando tú eras pequeña. Pero cuando entraste a secundaria, ellos ya se habían ido a otro lugar. Por eso no los recuerdas, mi vida. ¿Y cómo podría? Si mi vida en secundaria se reducía a estudiar, esquivar exámenes sorpresa y evitar dramas existenciales. Sus palabras no logran tranquilizarme del todo. No es que no les crea, es que algo no encaja. Ambos se acercan y me besan la mejilla con ternura, como si eso fuera a calmar la tormenta en mi cabeza. Luego recogen las últimas cosas de la mesa y nos preparamos para irnos. —Creo que lo entiendo —digo finalmente, sin mucho entusiasmo—, pero esto no se va a quedar así. No confío en ninguno de ellos. Los voy a vigilar y no descansaré hasta descubrir qué traman. Les lanzo una mirada de advertencia, como detective de película de bajo presupuesto. Porque puede que ellos estén confiados, pero yo no bajo la guardia con nadie. Salimos al estacionamiento, nos subimos al auto y nos ponemos en marcha para volver a casa. Cuando llegamos, no eran más de las diez y media de la noche. El restaurante queda relativamente cerca. Mi tío, Émile, siempre ha sido muy meticuloso con los lugares donde hemos vivido. Muy pocas personas conocen la dirección exacta de esta casa. Según él, eso nos mantiene a salvo. Según yo, es porque tiene alma de agente secreto frustrado. Mientras crecía, nunca me dejaba ir sola a ninguna parte. Según él, los hombres son excremento de vaca. Una afirmación fuerte, considerando que él también es hombre. Aunque quizás se incluye en el mismo saco. O peor, se considera una versión más evolucionada del excremento. Un excremento protector y gruñón, de setenta años, que da abrazos rudos y consejos que rozan la paranoia. Y aunque le agradezco la seguridad, hoy, más que nunca, me pregunto qué tanto me han estado ocultando. *** Mientras crecía, nos mudamos muchísimas veces. Después de que terminé la secundaria, mis tíos dejaron de cambiar de casa y, por primera vez, le dieron la dirección de nuestro hogar a los amigos que los ayudaron a venir a California. Yo también me mudaré lejos de ellos, primero porque ya soy lo suficientemente grande para estar en casa y segundo, porque necesito un lugar más cerca del hospital. «A veces quisiera llamar a mis padres y contarles tantas cosas, pero han estado tan ausentes en mi vida, que siento que si lo hago, los voy a molestar», suspiro, distraída en mis pensamientos mientras me bajo del auto. Desde que regresamos del viaje familiar a Bélgica, hace un par de meses, han estado actuando más raro de lo habitual. Tampoco he podido contarles sobre el hombre que me habló acerca de Sasha. Desde pequeña me prohibieron pronunciar su nombre y lo empecé a extrañar en silencio. Lo peor es que ese nombre, junto con una escena concreta, atormentan mis sueños una y otra vez, como si fuera una película de terror que se repite sin cesar. Son esas noches en las que el sueño es escaso y rehúye venir a mí. Regreso a mi realidad actual. La explicación que me dieron sobre los pandilleros fue bastante creíble, pero necesito conocer mejor a esa gente para poder intentar confiarles a mis tíos. El viaje de regreso a casa fue tranquilo. Hoy fue un día de mucho trabajo, lo admito, y estábamos cansados. Me dieron un beso de buenas noches y luego desaparecieron por el pasillo que lleva a sus habitaciones. Nuestra casa tiene tres pisos, aunque solo usamos dos. En la planta baja están la cocina, la sala, el comedor y una sala familiar donde los domingos por la tarde nos sentamos en los sofás a ver películas, sin importar de qué sean. En el segundo piso están las habitaciones, los baños, un pasillo con una pequeña biblioteca y una escalera en medio que sube al tercer piso. Sobre lo que hay ahí, no sé nada. Les pregunté muchas veces a mis tíos, pero siempre recibía la misma respuesta. —Nada importante, solo cosas viejas que no usamos. Intenté subir para ver qué había, pero los regaños de mi tío cuando me descubría no eran normales. Después de un tiempo, dejé de intentar. Aprendí a guardar mis emociones, a sacar mis propias conclusiones antes de preguntar, a solo observar y callar. Son pocas las veces que son realmente amorosos conmigo. Prácticamente, los tengo que obligar para que me den cariño. La única manera de que lo hagan sin que yo lo pida es cuando no estoy en casa. Ya sea por guardias en el hospital, congresos, o simplemente, para callarme sobre temas que no quieren tocar. Mis padres me abandonaron y vivo con personas en las que el afecto es escaso. ¿Ahora entienden por qué no sé diferenciar las muestras de amabilidad y amor? Me preocupo por mi familia, pero no siento un apego emocional fuerte hacia ellos. Los quiero, pero tengo una especie de rencor hacia mis tíos. Sentí nostalgia y un dolor horrible en el pecho cuando el ruso me habló en Islandia y, peor aún, cuando mencionó la muerte de Sasha. «Cómo quisiera recordar un poco de mi niñez y saber qué es lo que olvidé», pensé, mientras caminaba como zombi a mi humilde habitación. Escribirle a mi mejor amiga es la opción perfecta cuando quiero despejarme del mundo. Necesito una dosis de locura. ¿Y quién mejor que ella para ayudarme a olvidar lo que me agobia? Fui al baño, me di una ducha fría para relajarme, me puse una blusa blanca grande, me cepillé los dientes y me metí a la cama. *Tenemos un código rojo de pandilleros. Son los nuevos amigos de mis tíos. Estoy preocupada y ellos solo se ríen como si fuera un juego. Necesito verte para que me ayudes con este pequeño inconveniente.* Me acomodé en mi cama después de encender el aire acondicionado y envié el mensaje. *¿Pandilleros? Oh, por Dios. ¿Dime que por lo menos están buenos? Nata, recuerda que el hospital no nos deja vida, pero igual te ayudaré. Nos vemos mañana por la tarde. Cuenta conmigo para lo que sea, o nos cortamos la teta derecha si no lo logramos.* Reí con su respuesta. En serio me hacía falta hablar con ella. *En esta vida no todo se basa en el físico, Cristal. Pero sí, están buenísimos. ¿Por qué tenemos que cortarnos los senos? Ten moderación con lo que dices. No es teta, Cris. Por favor, deja mis limones en paz y no pienses en violarte a esa gente. Nos vemos mañana.* No pasó mucho tiempo para que llegara su respuesta. *Sí me los voy a violar. No a todos, pero mínimo uno cae ante mis encantos psicológicos. No debemos decir "de esta agua no beberé", porque en el camino puede darnos sed. Descansa, te quiero.* Leí su mensaje y negué con una sonrisa. Di por terminada la conversación, ya que el sueño me vencía. Sabía que podía contar con ella. Estaba agotada, los párpados se me cerraban y solo podía pensar en que mañana fuera un día normal, sin tener que lidiar con esos pandilleros. Solo espero que nada se complique y ruego a los cielos que algún día logre recordar lo que tanto me atormenta.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD