Con pasos firmes y pesados, Ezekiel se detuvo ante las dobles puertas doradas frente a él. Sacando su tarjeta de acceso de su bolsillo, la pasó sobre el aparato de seguridad y esta inmediatamente emitió un sonido, a la vez que parpadeaba en verde.
Automáticamente, las dobles puertas se abrieron simultáneamente, mostrándole una extensa sala abierta, en la cual se encontraban distintos tipos de maquinaria para ejercitar el cuerpo, desde cintas de correr, bicicleta estática, banco de abdominales, banco olímpico, máquina de poleas, etc. Su gimnasio privado no solo contaba con ello, sino que también tenía duchas incluidas, baño, y por supuesto que un refrigerador que se encontraba lleno con botellas de agua y bebidas energizantes.
Sin siquiera dudarlo ni un solo segundo, Ezekiel cruzó la sala y fue directamente hacia la máquina corredora que se encontraba frente a los grandes ventanales altos que ocupaban cierta parte de la sala, permitiendo así que la luz del sol se internara, y al estar cerca de los últimos pisos del edificio departamental, a la vez le daba una buena vista de la ciudad a las alturas.
Tan pronto como se subió, Ezekiel rápidamente aumentó el ritmo de la corredora hasta que estuvo corriendo en su máximo capacidad, logrando con ello que todos sus músculos se tensaran por el esfuerzo repentino. Y aunque sabía que comenzar a ejercitarse repentinamente sin estirar previamente su cuerpo le traería consecuencias, aun así, eso no le detuvo y siguió corriendo, necesitando mantener su mente ocupada con urgencia.
No quería que su mente comenzara a pensar en su breve encuentro con el príncipe Dorian, no deseaba recordar ese infernal momento eterno que, en realidad, solo duro unos pocos minutos. Pero, aunque no quisiera hacerlo, la imagen del hombre lobo aparecía en su cabeza, atormentándole de distintas formas.
La palabra hermoso realmente quedaba corta para describir a dicho cambiaformas, con sus delicadas facciones que variaban entre la perfección y un toque sutil de delicadeza, su sedoso cabello en un singular tono rubio platinado que pocas veces se podía apreciar en un tono natural, su pálida piel de agradable aspecto suave y brillante, y por supuesto, sus perfectos labios de un rosa pálido que resaltaban en su tez, provocando que más atención recayeran en ellos ante ese perfecto corazón de cupido que poseía en su labio superior, dándole así una textura más rellena.
La altura de su cuerpo era incluso perfecta, sin ser demasiado alto, ni bajo, llegando perfectamente su frente hasta su mentón. Y aún con ese abrigo que estuvo utilizando, era bastante obvio que el príncipe Dorian poseía una complexión delgada, pero sana, con la suavidad y firmeza suficiente en los lugares correctos.
Y a pesar de toda esa belleza visual, lo que más atrajo la atención de Ezekiel, fueron sus ojos. Aquellos hermosos orbes de un resplandeciente tono celeste que brillaban con vida. Y aunque sabía que no era lo correcto, en su mente, tan pronto como se encontró con ellos, no pudo evitar compararlos con los ojos de un cachorrito travieso.
Por supuesto, con dicha comparación apareció en su mente, Ezekiel inmediatamente la aplastó para no decir alguna estupidez que pudiera molestar al príncipe con ello. Y afortunadamente, o desafortunadamente, en realidad, su mente pudo pensar en otra cosa que no fuera la belleza del chico o de los dulces ojos bonitos de cachorro que tenía, tan pronto como soltó aquella bomba como si nada.
"¿Por qué un hombre lobo está fingiendo ser un simple humano?"
Nuevamente, la pregunta del omega dominante se reprodujo en la mente de Ezekiel, provocando que sus músculos se tensaran dolorosamente y por un momento, perdiera el ritmo de su corrida.
Emitiendo un gruñido bajo, Ezekiel alzó su mano y poco a poco, fue quitándole la velocidad a la máquina corredora, hasta que finalmente se mantuvo caminando. De todas las preguntas que imaginó que el príncipe Dorian podría hacerle, nunca cruzó por su mente que sería algo como eso.
¿Un hombre lobo? ¿Él? ¿Fingiendo ser un humano?
El solo volver a pensar en ello se irritaba. No es que él estuviera fingiendo ser un humano, simplemente lo era. Su madre tal vez pudo haber sido un cambiaformas, pero con su otro padre siendo un ser humano, su naturaleza no fue para nada igual a la de su madre, razón por la cual ella decidió dejar el territorio de los hombres lobo, su propia manada, e ir a la ciudad por su bien.
Sí, tal vez en parte de su sangre corría una pizca de herencia de cambiaformas gracias a su madre, pero eso era todo. Él no tenía ninguna característica superior como las que poseían aquellos seres, no tenía un lobo con él al cual cambiar las noches de Luna llena, solo era un simple humano que toda su vida vivió en la ciudad sin ningún problema. Así que no podía comprender como es que el príncipe Dorian pudo descubrir aquella parte de él tan pronto como le vio, apenas compartiendo unos escasos segundos con él, cuando el príncipe Caspian nunca hizo mención alguna al respecto, ni dio una señal de estar enterado de su pequeño secreto todas esas veces que se encontraron para hablar.
Chasqueando su lengua, Ezekiel detuvo la cinta de correr y fue por el mueble que estaba lleno de toallas. Sacando una pequeña, limpio el sudor de su rostro y luego fue por una botella de agua.
La pregunta le tomó tan desprevenido, que tardó un momento en rechazarle. Y fueron esos escasos segundos, lo que hicieron todo, ya que el príncipe Dorian podría no haber dicho nada más al respecto luego de ello, pero tanto sus ojos como sonrisa, revelaban que no había creído ni en una de sus excusas.
E incluso al momento de irse, le dedicó una sonrisita que vibró en el interior de Ezekiel de formas que... Anunciaba lo peligroso que era Dorian Bellarose.
A diferencia del príncipe Caspian, con quien siempre hablo lo justo y necesario con una actitud profesional, tenía la intuición de que no podría hacer lo mismo con el príncipe Dorian, y eso no era bueno. Como presidente de Tecnología Mc, su actitud siempre debía de ser profesional y ejemplar por el bien de la empresa.
Esa era su forma de devolver todo lo que el señor Mcmillians había hecho por él.
—Lo mejor será no volver a encontrarme con él —decidió, bebiendo un sorbo de agua.
Desde que no sabía cómo podría resultar otro encuentro con el príncipe Dorian, lo mejor para él era evitarlo. Con la decisión tomada, Ezekiel se bebió toda el agua y arrojó la botella en la basura. Dirigiéndose a una máquina de poleas, tomó asiento en el banquillo a horcajadas. Sacando su celular de su bolsillo, Ezekiel marcó el número de su amiga y mejor asistente personal para arreglar todo antes de comenzar a ejercitarse nuevamente.
—¿Cómo está mi mejor asistente personal? —saludo tan pronto como le contestó.
—Esa debería de ser mi pregunta. Dejaste la empresa con una expresión tan tensa y pálida que no sabía si estabas con tus migrañas o querías entrar al baño —bufo Ninette.
—Muy graciosa. Estoy bien, solo necesitaba algo de ejercicio.
—Uy, ¿ocurrió algo con el príncipe Dorian?
Ante la pregunta de su amiga, Ezekiel juntó sus cejas y observó la pantalla del celular.
—¿Por qué crees que ocurrió algo con el príncipe Dorian?
—Debido a que siempre que algo te molesta o debes de pensar, te desquitas con tu cuerpo haciendo ejercicio hasta el límite —aclaro—. No digo que es malo, ya que tienes un cuerpo de infarto, pero no es sano. A veces me haces pensar que más que un presidente, debiste haber sido un boxeador profesional —comentó.
—Gracias, pero prefiero utilizar mi cerebro. Llamaba por el príncipe Dorian.
—Justo a tiempo. Llamó hace poco para concertar otra cita para mañana, después de almuerzo —informó.
—¿Qué tengo después de almuerzo?
—Nada, por eso sugerí esa hora.
Presionando el puente de su nariz, Ezekiel se tomó unos segundos para pensar en una solución.
—De acuerdo, mañana le dirás que me salió una reunión de improviso y tú le atenderás —decidió.
—Pidió tratar directamente contigo —indicó su amiga—. Y hasta donde tengo entendido, tenías planeado tratar personalmente con los príncipes cambiaformas.
—Y pienso seguir haciéndolo, solo que mañana no puedo y no podemos cancelarle —aumentó.
—¿Olvidas que soy tu asistente personal y manejo todo tu día?
—Hay momentos en que no te informo lo que debo de hacer, y me disculpo por no haberte informado antes que tenía planes para ese tiempo disponible —se excusó.
—Por favor, dime que no estás dejando plantado a un príncipe cambiaformas por la princesita mimada de "quiero ser más que solo tu hermana adoptiva" —rogó Ninette con tono quejoso.
—No, no es por Birdie. Solo tengo un asunto personal que atender —se excusó.
—Se supone que aquí es cuando debo de hacer que te creo, ¿cierto?
—Exactamente.
—¿Y realmente no me dirás?
—No hay nada que decir.
—Bien, supongo que lo dejaré pasar por ahora —aceptó con un suspiro—. Pero, ¿sabes? Si me hubieras dicho que no te quieres encontrar con el porque es muy apuesto, te hubiera creído, realmente creí que era una muñeca cuando lo vi —comentó con una risa—. Adiós, intentaré arreglar este problema.
Despidiéndose, Ezekiel cortó la llamada y observó su celular en su mano por un momento. Al menos, el saber que no era el único que creía que el príncipe Dorian era hermoso le dejaba un poco más tranquilo, ya que significaba que afectaba a todos con su presencia, no solo a él, pero aun así prefería evitar que arriesgarse.
Tomando las cuerdas de la máquina, Ezekiel apenas y si alcanzó a tirar un par de veces de ella, elevando las pesas, cuando su teléfono interrumpió anunciando una llamada. Observando la pantalla de reojo, tan pronto contempló el nombre, dejó todo y contestó.
—Señor Mcmillian, no esperaba una llamada suya —pronunció con tono respetuoso.
—Eze, ya te dije que puedes llamarme tranquilamente Ewins —expresó el hombre con tono amable y agradable.
—Lo sé, pero prefiero señor Mcmillian.
—Tan terco como siempre —rió alegremente—. Llamo para felicitarte, escuché que estás haciendo un excelente trabajo con la empresa. Todos los empleados ya te aman, y solo llevas un par de años como presidente de Tecnología Mc.
—Gracias, señor, me estoy esforzando —pronunció con una sonrisa.
—Y no solo eso, también escuché que has conseguido la atención de otra manada —exclamó con entusiasmo.
Pero dichas palabras alegres, solo tensaron los músculos de Ezekiel, ya que supuestamente nadie sabía que el príncipe Dorian estaba en la ciudad.
—¿Puedo preguntar cómo es que se ha enterado, señor? El príncipe Dorian vino de forma discreta —explicó.
—Es un príncipe cambiaformas, hijo, no hay forma de que los medios no estén al tanto de todo lo que sucede en esas islas —explicó—. En las noticias revelaron fotos de él llegando al muelle, luego entrando en el edificio de Tecnología Mc. Tal parece que al salir se dieron cuenta de que les estaban siguiendo, ya que los medios no pudieron averiguar dónde se está hospedando. Pero la buena noticia es que todo el mundo está hablando de nuestra empresa —exclamó con tono alegre—. Dime, ¿es realmente así?
—Hoy solo hubo presentaciones y unas pocas preguntas de la tecnología que le proporcionamos al príncipe Caspian —explicó.
—Pero eso es una buena señal, significa que está interesado en firmar un contrato con nosotros también —indicó con entusiasmo—. Si hubiera sabido que lograrías que dos hombres lobos se interesaran en nuestra empresa, hace tiempo que te habría dado el mando de Tecnología Mc —rió.
—Aún no es nada seguro.
—Por favor, no seas modesto Eze. Siendo tú, estoy seguro de que conseguirás que ese príncipe firme también con nosotros —interrumpió—. Mantenme al tanto de esto, ¿de acuerdo? Y trátalo personalmente, con la realeza no se juega, mucho menos con cambiaformas.
—Por supuesto, trataré personalmente al príncipe Dorian —prometió cerrando sus ojos con fuerza.
Despidiéndose luego de acordar cenar juntos, Ezekiel terminó la llamada e inmediatamente marcó a su amiga.
—¿Ya me extrañabas?
—Olvida lo que dije antes, Ninette, iré a esa reunión con el príncipe Dorian personalmente —anunció para su pesar.