*HABLA, LUCERO*
Él me ha traído a casa, ha sido bien amable conmigo, aunque a veces me asusta con su comportamiento, pero no me ha hecho ningún daño, al llegar a casa la puerta de enfrente se ve semi abierta, de seguro mi padre está arreglando algo, aunque ya oscureció, no tenemos luz en la parte de afuera. Le doy las gracias y me bajo del auto, él queda viendo fijamente a mi casa, de seguro espera que mi padre salga.
Llego a la puerta de mi casa todo en oscuridad total y completo silencio, me adentro buscando el interruptor y llamo varias veces a mi padre, no tengo nada de contestación, el miedo se apodera de mis huesos, camino a tientas cuando siento que me sujetan del brazo, doy un suspiro de alivio porque pienso que es mi padre.
—Papá, porque estamos en oscuras, ¿Cortaron la luz?
—Hola, preciosa, vine por ti.
Se me heló la sangre, esa no es la voz de mi padre, agito mi cuerpo para soltarme de su agarre y lo logro me muevo en la oscuridad hasta que doy con el interruptor de la luz, la enciendo y lo que mis ojos ven cuando se acostumbran a la claridad, me horrorizó, hay como ocho hombres en mi casa.
—¿Dónde está mi padre?
—Te refieres a él. —Se apartan dos hombres y me dejan verlo, está sangrando de su cabeza y varias partes del cuerpo, no sé si está muerto o inconsciente, mis lágrimas salen a borbollones, en eso veo a mi madre asomarse, saliendo del cuarto de mi padre con un hombre lleno de tatuajes, eso hace que mi piel se erice.
—Papá, ¿Qué le han hecho?
—El ruco se puso difícil así que tuvimos que darle una lección, dieron buen billete por ti y el cliente te quiere ya en su cama, no podemos dar el lujo de devolver el dinero, esto no hubiera pasado si tu hubieras ido a la primera in hacer tanto drama.
—Niña estúpida, tanto dinero que invertí en ti y así me pagas.
—Mamá ¿Por qué?
—No me llames mamá, tú no eres nuestra hija.
—¿Qué dices?
—Te encontramos abandonada y decidimos criarte, no eres nuestra hija. —En ese instante caigo de rodillas, ahora entiendo todo, ella no me ama porque no soy su hija, pero mi padre él si me ama.
—Agárrenla y métanla en el auto. —Miro a todos lados y veo un pedazo de vidrio lo cojo y me lo pongo en el cuello— Si dan un paso más me mato.
—Idiota, tu padre aún respira acaso quieres que ellos lo maten. —Mi madre sujeta del pelo a mi padre, para que mire que aún respira.
—Mamá, fui una niña obediente, siempre te obedecí, déjame trabajar para pagar ese dinero, pero dejen en paz a mi padre y a mí.
—¡Lo siento, nena! Un trato es un trato y solo con la muerte se deshace.
—Ven conmigo niña estúpida, antes de que estos salvajes maten a tu padre por tu terquedad.
—Mamá. Ayúdanos, ¡Por favor! —En eso siento algo helado en mi sien, miro que es una pistola, uno de ellos entro por la ventana que está detrás de mí, me quiero levantar, pero me mantiene en esa posición haciéndome fuerzas en el hombro mis piernas sé han entumecido —¡Por lo que más quieras, ayúdanos!
—Sabes que más quiero, el dinero, y tú me has dado mucho, no te preocupes ese viejo te tratara bien, no creo que dure una segunda ronda, solo tienes que soportarlo en la primera ronda, ojalá que no hayas perdido tu virginidad porque eso es lo que más anhela ese viejo cochino.
—¡Mamá, por favor no! —Ese hombre me levanta del brazo no tengo fuerzas en las piernas, mi mirada está en mi padre, que puede morir en cualquier momento.
—Súbanla al auto. — El hombre me pone de pie a la fuerza, estoy llora que llora, por la impotencia que tengo, no puedo hacer nada para cambiar mi situación, escucho a mi madre reír de satisfacción. Ahora comprendo por qué nunca hubo una acaricia de parte de ella, un te amo, solo maltrato y trabajos forzados. Escucho un estruendo y el hombre que me sujeta cae al suelo en un charco de sangre mis ojos se abren como plato.
—Muchacha ven a mí. —Es el señor Alejandro, está en la entrada de la casa con un arma en su mano, corro hasta él como si fuera un salvavidas, rodeo su cuerpo con mis brazos, él de inmediato me pone detrás de su cuerpo— Entre porque no me invitaron a la fiesta.
—¿Quién demonios eres? ¡Has matado a uno de mis hombres, estás muerto imbécil! —Todos le apuntan al señor Alejandro.
—Primero miren a su alrededor, los tengo acorralados. —Miro varias luces rojas en los cuerpos de ellos, miro a mi madre horrorizada, protegiéndose detrás de aquel hombre quien en un arranque de ira la tira al suelo— Como sabrán no pueden irse caminando de aquí.
Veo que todos tratan de refugiarse, pero en eso la mano del señor Alejandro cubre mis oídos y su cuerpo nubla mi vista, solo veo su camisa que es de un blanco impecable, me pierdo en su aroma varonil, me quede quieta en esa posición.
—Todo termino. —Me da la vuelta cubriendo con su mano mis ojos, hago lo que él me dice, camino delante guiada por él.
—¡Mi padre! —Siento un dolor en mi pecho solo de pensar lo peor
—Lo están subiendo al auto.
—¿Está vivo? —Cuestiono, sin querer escuchar que me diga que está muerto.
—Si está vivo, va hacia la clínica, te llevaré con él. Limpien el lugar, que no queden huellas mías. — Le dice a sus hombres antes de marcharnos de ahí.
Que pasaría en mi casa, no volví a escuchar la voz de mi madre, él me subió a la camioneta y me puso el cinturón, estoy aún en shock, al saber que ellos no son mis verdaderos padres, mi padre si me acepto como hija, él siempre me dio todo lo que pudo, ahora está debatiéndose entre la vida y la muerte, llego el momento de que yo vele por él.
—¿Estás bien? —Me indaga al verme en silencio.
—¡Que fue de mi madre, en verdad ella no es mi madre!
—Paso a otra vida, ya no le pongas mente a eso. —Sinceramente he perdido el interés de todo, soy la hija de nadie, entiendo por qué mi vida fue miserable, ahora me enfocaré en mi padre, de darle lo que necesita a cualquier precio—Llegamos a la clínica, preguntaré como esta tu padre. —Nos bajamos, voy caminando detrás de él como un ser inanimado, he perdido el interés en vivir— La enfermera dice que está siendo intervenido tiene golpes internos y sangrado, no te preocupes tu padre es fuerte.
Me senté en uno de los asientos que hay en la sala de espera sin decir una palabra, no tengo ánimos de nada, mis lágrimas cesaron, no sé qué haré de hoy en adelante, como podré subsistir con mi padre en cama.
—¿En qué piensas, jovencita?
—No sé qué voy a hacer, tengo que pagar la clínica y los tratamientos, aunque aún no sé cuánto es, no tengo ni un solo centavo.
—Yo te pagaré la clínica y el tratamiento, solo que después hablaremos haremos acerca de un trato que quiero proponerte, si lo aceptas no tendrás que afligirte por estas cosas, por los momentos solo quédate al lado de tu padre.
— ¡Un trato! —Susurre para mí misma, no sé qué quiere decir con un trato, pero sea lo que sea aceptaré, tengo que pagarle a mi padre toda su bondad, no dejaré que muera, si me toca partirme el lomo trabajando lo haré, solo quiero que él se recupere lo más pronto posible.
—Los familiares del paciente Marcos García.
—Aquí, soy su hija.
—Venga conmigo. —Avanzo y miro que él se queda parado, me regreso y lo tomo de la mano para que venga conmigo, no sé muchas cosas, mientras que él puede entender cualquier término que medico diga— Entren al consultorio, dentro de poco vendrá el doctor.
—Sabes que no soy familia del capataz.
—Si, solo que no entiendo muchas cosas, ¡Usted puede hablar con el médico!
—¡¡Está bien, no hay problema!!
Estoy nerviosa, mis manos sudan, no sé cuál es la condición de mi padre, solo espero que está bien y que no le hayan provocado lesiones permanentes. En eso el doctor hace acto de presencia, miro a al señor Alejandro que esta de lo más relajado, solo observa lo que pasa a su alrededor.
—Usted es la hija del paciente.
—Si doctor.
—Les tengo malas noticias. —Miro con cara de preocupación al señor Alejandro, quien hasta el momento solo observa al médico.
—¿Qué tiene mi padre?
—El paciente presenta varias lesiones, tres costillas rotas y golpes internos, pero la más grave es la de la columna. Las magulladuras en la parte bajan de la espalda pueden causar dolor e hinchazón, se ha examinado minuciosamente, pero pueden surgir problemas más tarde. Necesita rehabilitación en cuanto sus otras lesiones mejoren, estará en cuidados intensivos una semana, si el paciente mejora se puede dar de alta para que continúe el tratamiento en su casa.
—¿Cuánto costará todo eso?
—Sesenta mil dólares. El medicamento es algo costoso.
—No puedo pagar.
—Lo puede transferir a un hospital del gobierno, aunque su recuperación no es asegurable. —Miro con desesperación al señor Alejandro.