Capitulo VI

1164 Words
Ignacio Duque Sevilla, España. 10 de febrero de 2009, 1:45 pm. Al haber salido de la habitación de Samanta me dirigí hacia la zona de descanso, ya que me había saltado la hora de almuerzo por haber estado con ella. Todavía me genera gracia al haberle dicho a que soy su viejo amigo, logré ver en sus ojos una chispa de felicidad y su sonrisa me hacía suspirar de alivio. En verdad pensaba que me había olvidado y empecé a ponerme nervioso de ello. Pero mi parte favorita del encuentro fue haber intentado besarla, no podía esperar por ello, era mucho tiempo que estaba lejos de Samanta, como para que tuviese la paciencia de que llegase el momento adecuado, me salte esa parte, pero iba a valer la pena al ver que ella sentía lo mismo, estamos conectados y el beso era un modo de demostrarlo, hasta que vinieron sus padres y arruinaron el escenario de amor que teníamos. Aunque, sé que en cualquier momento retomaremos esa dicha escena. > Me acerqué al comedor y me senté con mi grupo de empleados, platicábamos plácidamente en la zona. Tengo a varios profesionales laborando en las distintas clínicas que poseo; como a radiólogos, pediatras, neurólogos, fisioterapeutas, oftalmólogos, nefrólogos, ginecólogos, nutricionistas y otras más especialistas en el área, que han sido graduados de la misma Facultad de Medicina en Sevilla donde había estudiado, hasta muchos de ellos han sido emigrantes en el país y los he ayudado en su proceso de adaptación para que tuviesen la oportunidad de trabajar en mis clínicas. Mientras, que hubo otros que les había propuesto en mis viajes hacia otras naciones la misma oferta de trabajo y terminaron ingresados en mis clínicas. Se podría decir que mi cadena de establecimientos sanitarios se han convertido en el número uno de los más asistidos por pacientes nacionales y extranjeros en España. Me distraje con ellos, hasta que se apareció Laura en el comedor. Se sentó ella a mi lado y entrelazo su brazo con el mío, al parecer quería que aparentáramos ser una pareja bonita, pero no colaboro con ello. Además, me siento incompetente en decirle lo que realmente debo de decirle, pero estoy esperando el momento oportuno. -Hola, ¿Cómo están? – usa su típica voz dulce. -Ah, hola Laura… Estábamos bien, hasta que te apareciste – agrega la señorita Robinson quien es pediatra. -Qué lindo tu mensaje… ¿De que estaban hablando? -Bueno, hablamos de los movimientos rutinarios de siempre – dice el señor Smith, quien es fisioterapeuta. -Ah, qué bien… ¿Están pensando salir esta noche? – me aprieta más el brazo. Los demás se animaron en ir a una discoteca de la ciudad, pero la verdad que no tenía ganas de ir. Además, me quiero quedar en la clínica para seguir evaluando el estado de salud de Samanta, así que no acepte en ir. Me retiré del comedor para dirigirme a mi oficina, tenía algo de trabajo por terminar en el computador y quería empezar con ello. -Bien, mis documentos por terminar me esperan – me digo a mí mismo, mientras que me sentaba en el escritorio. Llegué a teclear unas cuantas palabras en la hoja bidimensional del computador. Fantasee por un instante con Samanta, donde íbamos a la cena del restaurant para la celebración del día de San Valentín, una noche especial transcurría, pero ella esta delicada de salud, si ella sigue de esa forma no tuviese problema a que me quedase en su habitación, contrataría unos músicos y una ligera cena para que pasáramos los dos la noche. -¿En qué piensas? – me dice Laura. -Eh, ¿Cuándo entraste? – digo exaltado. -Estabas distraído en tú propia mente – se sienta sobre mis piernas – ¿Cuándo podemos salir a cenar algún día? -No tengo tiempo – la levanto por la cintura – otro día no te sientas en mis piernas, ¿Qué pensaran las demás? -Eso no es incumbencia de nadie – se cruza de brazos. -Laura, ¿No te das cuenta? -Sí, me he dado cuenta de que estas comportando como un idiota – me hace un gesto de disgusto. -Me refiero a que no quisiera estar más contigo… Discúlpame a que te lo diga, pero no estamos hechos una para el otro y creo que debemos de terminar está relación… Eres una mujer… -No – me interrumpe – no me trates como si fuese tonta, porque no lo soy – se aleja unos cuantos pasos de mí – había escuchado en la cafetería, de que tienes a una paciente recluida en una habitación privada de la clínica, pero la cuestión es que ella es muy querida por ti, ¿Es ella por quién piensas dejarme? La verdad es que Laura tiene razón, es muy lista y no tiene ni un pelo de tonta, como había mencionado. -Ella la conozco hace mucho tiempo, es la mujer que he querido por mucho tiempo… Ya sabes, uno siempre va a querer estar con la persona con quien está enamorada. Observo que al haberle explicado la llegué a irritar, pero tenía que decirlo, ya este es el momento oportuno de hacerlo. -Por una paciente… Ok, debe de ser una modelo, abogada, empresaria o quizás también una doctora… Ella merodeaba en alrededor de mi oficina, creo que perdió la cordura. -No, no es modelo, ni mucho menos doctora… Es profesora de literatura y lengua, también es trabajadora en grupos de redacción de distintas editoriales en Suiza y algunas en España. -Ah, no tiene gran vocación – hace un gesto de minoría. -En realidad considero que es una gran vocación – me levanto de mi escritorio – tengo mucho trabajo por hacer, quisiera que te retiraras. -Sí, claro, pero antes quiero que sepas que yo de todos modos te voy a perdonar. -¿Perdonar? ¿Qué te he hecho? Si es por haber terminado la relación, quiero que sepas que yo… -No seas así conmigo, entiendo la parte en que no quieres un noviazgo entre los dos, pero sé que después vendrás hacia a mí, suplicándome a que regresemos, de eso te hablo… Cuando lo hagas, yo te esperaré con los brazos abiertos. -No sueñes, pero si quieres hacerlo, estás en tú derecho en hacerlo – me vuelvo arrogante con ella. Laura salió de mi oficina airada, tenía ganas de reírme pero tuve que retenerlo, porque si llegaba a escucharme, se devolvería y me armaría un completo pleito. Aunque, me he dado cuenta de que ella es más arrogante que yo, por el simple hecho de que algún día estaría en sus pies, si realmente la mayoría de las mujeres me balbucean. Sin embargo, en realmente una mujer ha conquistado mi corazón y no pienso dejarla ir por nada del mundo, más cuando ella ha demostrado que compartimos el mismo sentimiento ¡Al fin! Dios escucho mis plegarias, ahora quisiera devolverme a la habitación de Samanta para terminar lo que tenemos pendiente.
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