Samanta Fernández
10 de febrero de 2009, 8:30 pm.
Estoy leyendo mi libro contemporáneo que me ha faltado por terminar “La Ilíada” me pareció muy interesante, por la trama muy envolvente y los ciertos personajes. Al estar en una cama cómoda me había producido mucho sueño y la comida no es tan pésima como yo creía, aunque, era de suponer que estoy recibiendo el mejor tratamiento por Ignacio, debido al él estoy bien y mi corazón también se lo agradece. No evite recordar su comportamiento que tenía conmigo, fue dulce y a la vez seductor.
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Me coloque una mano en el pecho, al parecer los latidos de mi corazón se ha vuelto más revoltoso. En realidad no pensé que él sintiese eso por mí, “No sabes cuánto he deseado besarte” esas simples palabras encendió una llama dentro de mí, pero al no dárnoslo me había dejado con las ganas. Coloque mi libro a un lado y decidí sentarme en la cama, estire un poco los brazos al sentirme un poco dentaria.
-Estirando los brazos – me dice una voz reconocible.
Volteo a ver y entró Ignacio a la habitación.
-Ah, sí, lo ameritaba – me encojo de hombros.
Quizás sea mi imaginación, pero percibo que Ignacio me observa como si fuese su débil presa, aunque, me parece interesante por tener esa vieja costumbre de indagar más en el asunto.
-¿Por qué me miras así? – le sonrió.
-Eres hermosa, sólo eso – responde.
-Ok, pero puedes verme como la gente común y corriente.
-Lo que pasa es que no soy común y corriente – me sonríe.
-Ya todo tiene sentido – le sigo la corriente - ¿A qué has venido?
-Quería venir a chequearte, apenas hoy has despertado y quiero ver el avance de tú corazón – dice.
-Se nota que te gusta tú trabajo.
-También en cuidarte, eres muy importante para mí – usa su estetoscopio.
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Me evaluó por unos instantes, según él mi corazón está marchando bien, está bombeando correctamente y eso son buenas noticias.
-¿Cuándo me podrán dar de alta?
-Bueno, aun seguiremos evaluándote, tú corazón sigue delicado según los exámenes que te habíamos hecho, apenas te estás recuperando, hasta tuve que hacerte una cirugía – se sienta a mi lado - ¿Te había mencionado?
-No, pero haré lo que tú me dices – me acuesto - ¿Qué tienes por contarme?
-En realidad, quería saber más de ti – estira los labios.
-¿Cómo qué?
-Eh, bueno, ¿Algún suceso de tú vida?
-Pues, quizás te interese, pero una vez pase la noche en la cárcel – me abrazo a mí misma.
-Oh, no te creo – abra más la boca - ¿Tú habías estado en la cárcel? ¿Qué delito cometiste? ¿Te robaste un caramelo? – se ríe de sí mismo.
-Fue por haberme peleado con un compañero de trabajo, era redactor del grupo donde trabajaba en mi primera editorial.
-¿Cuál fue la razón?
-Fue por haber robado mi trabajo, era un artículo que sabía que podían a ascenderme… No sabía que un compañero de trabajo fuese capaz de hacerlo – me cruzo de brazos.
-¿Lo ascendieron?
-Sí, era muy bueno el artículo, se trataba sobre las obras literarias más influyentes en Suiza. Tenía redactado ese trabajo en mi computador de mi oficina, pero no sabía a qué alguien como él quisiera robármelo.
-No lo denunciaste, eso fue robo de autor.
-Sí, pero no tenía pruebas y ya lo habían ascendido… Entre la rabia y el indignación, había decidido buscarlo en la salida para poder enfrentarlo cara a cara – me volvía sentarme en la cama – era un hombre fortachón y era el doble de mi tamaño – me río de mi misma – no puedo creer todavía a que le haya dejado rota su mandíbula, pero él me había golpeado primero en el abdomen ¡Era un completo loco!
-No debió de golpear una dama… Una dama fuerte.
-Entonces, me llevaron a la cárcel por daños, aunque, cuando salí aproveche en denunciar el robo de mi artículo, si, sé que era un simple texto, pero era mi trabajo y tenía el derecho de haberlo reclamado.
-Te entiendo, ese tipo era un mal hombre y un idiota.
-Más que eso – deduzco.
-Bueno, eres inteligente y muy creativa, me imagino que tuviste oportunidad en otros sitios – entrelaza las manos.
-Sí, pude conseguir trabajo en otros grupos de redacción, las editoriales consideraron mi trabajo y me ascendieron a varios puestos – coloque un mechón de cabellos detrás de mi oreja – ya lo que me habían hecho quedó atrás.
-¿Por qué regresaste a España? – se cruza de piernas.
-Bueno, regresé porque dos razones; una por extrañar este país, la gente de Suiza no se puede comparar con los de España, la cultura los diferencia como tal, pero yo vengo de aquí y por eso regrese.
-¿E incluso a mí? – me sonríe.
-Creo que antes lo había mencionado… Sí, te extrañe, seguías formando parte de mi vida.
-Ah, me haces llorar – disimula una lagrima – sabía que lo hacías.
-¡Ja! Eres un hombre con sentido del humor… ¿Qué me puedes contar de ti?
-Quisiera contarte sobre mi viaje en el exterior.
-Sí, me interesaría.
-Ponte más cómoda, porque la historia es larga – levanta las cejas.
-Me gustan las historias largas, así que no te preocupes.
-Bien, eres una buena lectora – se quita la bata de medico por un momento – estaba haciendo investigaciones sobre las enfermedades cardiovasculares, descubrí la causa de ciertas patologías y sus posibles curas. Lo informe en la facultad donde estudiaba y lo consideraron un hecho importante. Llegué a llamar la atención del gobierno, debido a que se estaba aumentado los casos de pacientes enfermos, con miocardiopatías, lesiones, taquicardias, insuficiencia cardiacas y entre otras más, de eso modo, al llegar a graduarme por unos cuantos meses, ellos me trasladaron a diferentes centros de sanitarios en el país e incluso retomaron la idea de hacerlo en el exterior.
-¿Cómo te habías sentido?
-Pues, excelente, era una buena oportunidad que se me había aparecido – eleva las manos – salté ese día de la emoción.
-¿Cómo te fue en el extranjero?
-Bueno, esa era la parte difícil de relatar… Primero siempre te surge el típico miedo de lo que te puedes encontrar. Viaje primero a Italia por la epidemia que había surgido hace cinco años, estuve en varios establecimientos de salud, tanto privados como públicos, después viaje a China por el aumento de enfermedades del corazón y ameritaban verdaderos profesionales en área – se levanta de la silla – cuando estuve por allá aprendí muchas cosas, la medicina para mí es muy importante, aparte de formar parte de mi profesión, podría decir que me enamore de esta ciencia.
-Yo he llegado a redactar artículos sobre ti, de tus investigaciones y tus obras sociales en las diferentes naciones… Me daba el gusto de hacerlo.
-¿En serio? No he llegado a leerlos, ¿Fue en Suiza?
-Sí, te has vuelto reconocido internacionalmente, tu profesión te ha vuelto así.
-Eso lo sé, al obtener ese mérito, pude llegar a tener mi cadena de clínicas, por eso, diré que todo fue en base de mi dedicación y disciplina.
-Yo vine también por otra razón a España… Al haber trabajado en distintas editoriales y llegar ser ascendida, aproveche la oportunidad de llegar a publicar mi obra – me pongo la mano en el pecho – pero sufrí de mucha tristeza al ver que rechazan mi libro, lo consideraron no suficientemente bueno como para que fuese publicado.
-Quisiera leerlo, ¿Cuándo me lo presta?
Me gusta a que él sea atento conmigo, me siento especial por haberlo conocido.
-Bueno, cuando tú quieras – le sonrío.
-¿De qué se trata?
-El libro se llama “Corazones Entrelazados” se trata de dos personas que se han querido tanto, pero se han distanciado mucho, y pesar de esa dicha circunstancia seguían amándose entre sí.
-Interesante… ¿Cómo te has inspirado?
-Bueno, ocurre normalmente en los demás, pareciera ser más bien ficción a que algo realista, pero siempre he llegado a escuchar ese tipo de historias
-Sí, tienes razón, pareciera ser ficción… Pero en realidad es realista – estira los labios.
Me callé al ver sus ojos azules direccionarse hacia a mí, como si me absorbiese con su mirar.
-¿Por qué me miras así? – le sonrío – creo que eres perfecto jugando al contacto visual.
-¡Ja! Bueno, la vista es perfecta – me sonríe.
-¿Es enserio? Estoy en una bata de clínica, además, estoy pálida…
-Eres hermosa, sin o con maquillaje, tacones, vestidos, joyas o cualquier cosa, te considero como una preciosa dama.
-¿No te cansarías de decirme cualidades buenas de mí?
-No, nunca – dice simplemente.
-Bueno, detallándote ahora perfectamente, te puedo decir que has cambiado radicalmente, antes eras más delgado y ahora eres más fortachón. Además, usas el cabello más largo y se ha vuelto más radiante, llegas a llamar la atención de los demás por ese color cobrizo de tu melena, me gustaría tenerlo como el tuyo – agrego.
-Bueno, tener el cabello n***o como tú no está mal, pero hay que aceptar que el mío es más bonito – mueve su cabello con sus manos.
-¡Ah! Eres presumido – me cruzo de brazos.
-No, sólo soy realista.
-Sí, claro.
-Estaba jugando, Samanta – me sonríe – pues, creo que seguiré haciéndolo – se levanta de la silla.
-Ah, ¿Sí?
Ignacio se acercó hacia a mí, se sentó a mi lado y me tomo de sus brazos.
-Desde está distancia todo se ve mejor, puedo ver más de cerca tus ojos marrones, tus labios rosa y tu lindo cabello – acaricia mi cabeza.
-¿Lo dice para no sentirme mal? Como eres relativamente hermoso – uso la ironía con él.
-Hey, también tienes sentido del humor – me sonríe.
El calor amoroso entre los dos aumentaba, nos emocionamos al vernos muy juntos.
-¡Oh! Por Dios, Ignacio – utilizo mi voz suplicadora – bésame de una vez.
-Me gusta a me rueguen – se ríe de sí mismo.
-Eres un engreído.
-No, soy tú engreído y tú eres mi señorita.
Él coloco una mano bajo mi cuello y me preparé para recibir su beso. Pero en el instante justo de saborear nuestros labios, escuchamos la puerta de la habitación abrirse.
-Buenas noches – nos dice la chica de servicio de limpieza al entrar.
-Buenas noches – decimos los dos.
Habíamos disimulado simplemente estar platicando en una linda noche.
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-Vengo por la limpieza matutina – entra completamente a la habitación.
-Eh, no… Puedes irte ahora – le dice Ignacio.
-Jefe, apenas estoy llegando, trabajo en el turno de la noche.
-Ah, bueno, tomate esta noche para ti, aprovecha que estoy de buen humor.
-Muchas gracias – le sonríe – eres el mejor, querido jefe.
-No me lo agradezcas, creo que ameritas un descanso.
Ella se fue, dejándonos de nuevo solos.
-Ahora que cada vez que queremos besarnos, viene alguien a interrumpirnos a los dos – me siento en la cama de nuevo, debido a que me siento inquieta.
-No lo volveré a permitir.
Él se levantó para poder colocar seguro en la puerta y una silla en el picaporte.
-¿Qué haces? – me rio de él.
-Ahora nadie nos interrumpirá, puede que ocurra una persecución allá afuera – eleva las brazos – pero tengo que terminar lo que necesito hacer contigo.
Él corre hacia a mí y nos reíamos entre los dos. Lo abrace con todas mis fuerzas, mientras, que Ignacio coloco sus manos sobre mis hombros, podía oler su perfume agradable. Y llego el momento más esperado, rozamos nuestros labios húmedos, saboreándonos entre sí. Entrelace mis dedos en su cabello cobrizo y él sujeto mi pequeña cintura.
-Eres más esbelta, como yo recordaba no lo eras tanto.
-Bueno, todo el mundo cambia, es imposible a que nos mantengamos iguales todo el tiempo.
-Aunque, no te ves mal.
-Tú tampoco te ves mal – acaricio su cabello – deseo tú melena.
-Lo sé, todo el mundo lo desea – me sonríe.
-Presumido.
-Aun así, tú me quieres.
-Tengo que admitirlo – levanto los hombros.
Me beso de nuevo, desprevenidamente lo hizo, pero está vez lo hicimos con mucha más pasión.
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