Eva
Bueno Eva, vamos de nuevo, tienes que poder, se que no es fácil pero así me lleve una eternidad lo voy a intentar una vez más.
No sé cuántas veces me he caído de este bendito tubo.
Es más pareciera que le hubieran echado aceite ya que solo hace que me resbale cada vez que intento subir, ahora lo que no entiendo es cómo Emma pretende que aprenda todo en una semana, si apenas llevo dos días y apenas logró poner mis manos en el bendito tubo.
Incluso una de las chicas que bailan aquí, que apenas puedo pronunciar su nombre creo que ya se dio por vencida, ahora solo resopla cada vez que le digo en qué posición ponerme, en fin creo que soy más torpe de lo que creí.
Me pongo en posición una vez más una mano arriba y la otra un poco más abajo, e intentó levantar mis pies para hacer las piruetas, pero como era de esperarse vuelvo y caigo de cabeza al piso, creo que si sigo de esta manera me quedo sin trasero o sin celebró, bueno creo que lo segundo, pues siempre caigo de cabeza.
—¿Cómo vamos hoy Eva?, Veo que le estás echando muchas ganas. —Giro al escuchar la voz de Emma, quien me mira con curiosidad.
—Creo que no voy a llegar viva al final de esta semana —respondo dejando salir un resoplo.
—Jajajaja, que cosas dices niña, vas muy bien, además nunca había visto tanto interés en una chica, cómo tú lo tienes —dice, sentado se a un lado de la tarima.
—Una pregunta Eva. —Asiento.
—¿Estás segura de que quieres una noche con tu esposo? —pregunta, Alzo mi mirada, pues no entiendo a qué viene esa pregunta.
—Si, lo que no se es que si está sea la mejor manera de acercarme a él —respondo triste, porque yo más que nadie lo deseo como nada, solo que el nunca me ha mirado como mujer, más bien me mira como un mueble más de la casa, o simplemente su peor enemiga.
—Ya veo, entonces sigue así, vas muy bien, en una semana estarás lista para empezar, solo que como bailarina vas a tener que cumplir con las reglas del lugar, el no puede saber quién eres tú, no quiero que mu club se vea afecto en problemas con nadie y mucho menos con hombres patanes cómo lo es el —dice, lo que no entiendo es porque se refiere a él como patán.
—Sabes que yo soy la más afectada si el se llegara a enterar, pero si cumpliré todas las reglas de lugar, aunque no necesito dinero si lo dices por eso —digo, dejando en claro que lo estoy pensando hacer, no es por dinero, además no lo necesito, aunque no tengo las empresas de mi padre a mi disposición.
Además que tengo la empresa que apenas está surgiendo de maquillaje, la puse hace unos meses cuando apenas Harry me había propuesto matrimonio, o mejor dicho, cuando Harry amenazó a mi padre.
Miro el reloj y después de caerme durante toda la tarde en el tubo, tome mis cosas y salí de allí, tengo que llegar a casa, se supone que hoy llega ya Harry de su viaje de negocios y la verdad no quiero más discusiones entre los dos, me pongo mi abrigo, pues afuera pareciera que está empezando a caer un diluvio universal.
—¡Eva! —Me quedé estática al escuchar la voz de un hombre llamarme.
—Leo —digo, al girar y ver quién me llamaba.
—¿No me digas que ya te vas? —dice Alzando una ceja, y cruzándose de brazos.
—Sí, tengo que ir a casa —respondo mientras miro hacia todos lados, bastante preocupada por cierto.
—¿Qué tanto buscas?, Te aseguro que no te voy hacer nada —pregunta frunciendo el ceño, pero yo sigo buscando con mi mirada, ¿En donde dejé mi auto?
—Es que dejé mi auto precisamente aquí y no hay nada —respondo apenada, señalando el lugar donde hace unas horas me estacioné.
—De seguro se lo llevó la policía, ahí está prohibido estacionar —dice mientras me muestra una señal de prohibido estacionar, llevó las mano a mi cara, ahora cómo llegaré a casa.
—¡Planeta tierra llamando a Eva!, ¡Eva! —Salgo de mis pensamientos al volver escuchar a Leo
—¡Si! —respondo, casi como si estuviera en otro mundo, por qué ahora solo me interesa solo una cosa «cómo diablos llegó a mi casa».
—Te decía que yo te puedo llevar, mientras tú solucionas lo de tu auto —dice, mientras yo sólo niego, no puedo permitir que nadie sepa en dónde vivo, además si Harry se entera de lo que hago, de seguro y me mata, o al contrario me da al divorcio para que yo siga con mi vida.
—No gracias, no suelo subir a autos de desconocidos —respondo, mientras el deja salir una sonrisa ladeada.
—Está bien, cómo digas, pero recuerda que no soy un desconocido, soy Leo Brown y ya nos habíamos conocido —dice pero yo solo camino sin mirar atrás.
Estiró mi mano, y tomó el primer taxi que cruza, le indicó a dónde me lleve, mientras veo por la ventana del auto aquel hombre, quien me mira distinto a las miradas de Harry, no se pero siento que me gusta en la forma que me mira y eso hace que me sienta culpable, pues no quiero llegar a pensar que me gusta este mundo lujurioso, bueno no exactamente, solo que estoy tan necesitaba de amor que busco cualquier cosa para sentir que le gusto aunque sea a un desconocido.
—Disculpe señor podría usted poner su mirada en frente y dejar de mírame como un bicho raro —digo, debido a que tuve que cambiarme de ropa en el taxi, bueno debido a que mi auto se encuentra desaparecido.
—Perdóneme señorita.
—Por ahora me urge llegar rápido a mi casa, así que concéntrese en conducir —digo firme, y solo asiente.
Gracias a Dios llegué viva a casa, saque algo de dinero de mi bolsa le pagué y baje del auto
—Señorita, mi nombre es Alejandro, y con gusto la llevaré y la traeré a casa, si usted quiere.
Arrugue el entrecejo, pero una ayudadita no se le niega a nadie, así que termina por aceptar su tarjeta.
Todo esto es por Harry, solo por él. El destino nos juntó en la vida, no está de más darle una ayuda a las pruebas que la vida nos pone.