El ambiente en la casa había cambiado por completo. El aroma de las galletas horneándose en la cocina se mezclaba con las lágrimas, los suspiros y las revelaciones. Ales no decía nada. Se había quedado de pie junto al ventanal, con la taza de chocolate aún en la mano, pero completamente frío. Observaba a Natalia con una mezcla de asombro, respeto y algo más... una ternura que no sabía cómo explicar.
Ivana le acariciaba el rostro a Natalia como si quisiera recuperar el tiempo perdido. Aurora, en cambio, no podía dejar de mirar a su hija como si acabara de descubrir un secreto que el destino le había ocultado por años.
—Natalia —dijo Ivana en voz baja—. ¿Sabes lo que significa esto?
Natalia asintió, apenas. Estaba tan conmocionada que no encontraba las palabras.
—Significa que llevas el
