—¿Hola? —respondió una voz al otro lado del teléfono, cargada de ansiedad. —Señora Dasha, soy yo… Eliana, la nueva asistente del piso administrativo. —Habla bajo, idiota —le susurró ella con voz afilada—. ¿Tienes algo para contarme? Eliana se giró hacia la puerta, cerrándola con disimulo. Bajó la voz. Desde que fue contratada, por recomendación de alguien muy cercano a Dasha, había tenido una sola misión: vigilar a Ales Dvorak y a su entorno como una sombra invisible. —Ella volvió —dijo con tono dudoso—. Natalia. Hubo un silencio. Luego, un suspiro largo. —¿Volvió? ¿Cómo? ¿Cuándo? —Hace una semana. Nadie supo dónde estaba. Algunos dicen que fue un secuestro, otros piensan que se fue con un hombre. Yo creo lo segundo. Porque ahora está con el jefe... y están como locos el uno por el

