Apenas había cerrado los ojos cuando el sol ya lo despertó. Ales se levantó, sintiendo el peso de la preocupación en su pecho. El sueño había sido ligero, plagado de sombras que lo atormentaban. Algo en su interior le decía que no podía quedarse tranquilo. Natalia se había ido, y él no entendía por qué ni cómo había llegado a ese punto. Se vistió rápidamente, eligiendo su mejor traje. Esa mañana, el reloj parecía detenerse. No importaba el reloj, las reuniones ni los negocios, solo importaba ella. Decidió que no podía esperar más. El estrés, la incertidumbre, el miedo, todo le pesaba más que cualquier tarea empresarial. El lugar al que iba esta vez era muy distinto al de los negocios. Ales tenía que llegar hasta el fondo de todo. Al llegar a la oficina, se encontró con las amigas de Nata

