Las carcajadas se habían silenciado en el apartamento. Las amigas de Natalia intercambiaron miradas nerviosas después de que el jefe saliera. Majo se acercó a ella, que aún miraba la puerta cerrada, con la respiración agitada y el alma colgando de un hilo. —Naty, ve tras él —dijo sin rodeos—. No todos los días un CEO irrumpe en pijama party por una asistente. —Sí, antes de que te arrepientas —añadió Aliska, tomando su bolso—. Esto no es casualidad, ni solo celos. Es otra cosa. El alcohol aún le ardía en las venas, desinhibido, valiente. Natalia no pensó. Abrió la puerta con rapidez, sin cambiarse siquiera. Iba descalza, con su bata corta de dormir y el cabello suelto, pero no le importó. Bajó las escaleras casi corriendo. El corazón le latía fuerte, los pensamientos se agolpaban como m

