Tracy asintió rígidamente. No lo había planeado, pero desde entonces había aceptado las consecuencias que se había arriesgado con esta treta. Había observado con horror, impotente y mareado, cómo su madre le servía otra taza de café contaminado. Y ahora observaba, con sombría fascinación, cómo su dulce, inocente y tonto hijo probablemente estaba arriba, borracho, mientras fregaba y ordenaba. "Tracy", dijo mamá, con un tono de advertencia. "¿Hablas en serio? ¿No es solo una de tus bromas?" Tracy se cubrió con las mantas hasta la barbilla y negó con la cabeza. Apretó los muslos. ¡Para, cuerpo! Se estremeció y se preparó para lo peor. "Ya veo", dijo mamá. Respiró hondo una de sus largas y características bocanadas de aire. "Supongo que eso explica esta extraña sensación. ¿Y dijiste que tam

