Escuchando a escondidas
Kairon se detuvo entre los matorrales de camino hacia la fogata encendida. Se había lavado en un rio cercano y cambiado por una ropa prestada por el joven maestro. Había estado en el agua para aclarar sus ideas y meditar lo que había pasado antes. Su corazón latía con fuerza al ver a Yaina de nuevo. La joven había madurado y sentía que había muchas cosas por debajo. No podía saber que estaba pensando y su comportamiento era frío. Por un lado, se lo merecía pensó, considerando su comportamiento de hace cinco años. Muchas noches pasó recordando aquella mirada que lo estremecía, incluso ahora, al recordarla.
Su cuerpo se tensó al escuchar al joven Alexander
-¿Entonces qué quieres hacer?- le preguntaba- si nos descubre deberemos decirle la verdad ¿Eso es lo que quieres? Que sepa lo que te pasó por su culpa
-Lo que soy fue mi decisión. No porque él me rechazó
-¡Con mayor razón no lo quiero cerca de ti!
¿Qué demonios era eso? pensó Kairon ¿Algo le había pasado a Yaina? No se había enterado de nada que le haya pasado directamente. Trató de escuchar el resto, pero Alex había abrazado a la joven, la que ocultaba el rostro en su pecho y hablaban casi en susurros. Contuvo la respiración.
Se dio cuenta como el sonido de los arbustos que movió para acercarse, los alertaba haciéndolos girar sorprendidos y lo observaron salir con una sonrisa despreocupada, con el cabello mojado revuelto y un cambio de ropa limpio.
-Gracias por la ropa, Excelencia-le dijo sentándose en un tronco frente al fuego al tiempo mirar a Yaina alejándose rápido de Alex y acomodando sus ropas. La joven lo miró por un momento sin decir nada - ¿Hay algo malo con la ropa, lady Derk? Creo que me queda bien -Fingió afectarse al ver las mejillas rojas de Yaina mientras ella se sentaba derecha junto a su hermano.
-No es nada, alteza, solo cambió su apariencia de sucio a limpio -respondió desviando la vista
-Qué bueno que vio el riachuelo o Lady Peck lo habría tirado del caballo si no se aseaba, alteza- dijo Alex cubriendo la mano de Yaina con la suya para tomarla y apoyarla en su propio muslo con los dedos entrelazados. Kairon siguió el gesto con la mirada, pero no demostró más reacción.
-En eso tiene razón, Excelencia- contestó riéndose para luego mirar al joven- ¿Cuánto cree que tardemos en llegar a destino?
Alex miró de reojo a Yaina quien no habló. Era obvio que Kairon se dirigía a él como joven maestro subestimando a Yaina como una jovencita noble sin experiencia. Que tonto eres, pensó sin verbalizarlo.
- Acompañaremos a la duquesa de regreso a la orden. Calculo que llegaremos mañana por la tarde. Después mi hermana y yo tenemos otro compromiso-le contestó con tono cortante -Usted puede decidir su camino en ese momento, alteza
-Aun no estoy seguro de regresar a Yamain- murmuró Kairon moviendo las brasas con un palo de forma despreocupada
-¿Y qué es lo que desea hacer, alteza?- preguntó Alex – Odea es un reino pequeño en comparación al imperio
- No sé, tal vez me quede en la capital por unos días
- Si es así, espero que lo disfrute- le dijo levantándose y a Yaina con él -Iré a descansar un rato, cariño ¿Vienes conmigo? -le besó la mano que sostenía con una gran sonrisa disfrutando la expresión desencajada de Kairon, la que controló en segundos.
Vio cómo la joven le sonreía comprendiendo el escenario mientras la escoltaba con galantería a un espacio tras Maya ayudándola a recostarse en un manta y acostándose a su lado.
Kairon los siguió con la mirada, totalmente confundido. La conducta de ambos distaba mucho de ser la conducta de dos hermanos ¿Qué estaba pasando? La joven que recordaba era dulce, tímida, femenina y curiosa, siguiendo a los caballeros y a él mismo aplaudiendo sus habilidades ¿Qué había pasado en estos cinco años para que tuviese una conducta tan atrevida y con su propio hermano? Sabía que en Odea eran mucho más relajados con la etiqueta y demostración de emociones en público que el imperio, pero los hermanos no se trataban de “cariño” o besaban las manos descubiertas de sus hermanas con sus labios rozando la piel. Tampoco Yaina lo había rechazado ni mostrado incómoda a que tocara su cuerpo. No podía verlos, pero sabía que estaban uno junto a otro. Se sintió extrañamente molesto.
Kairon pateó la fogata con la bota con un gesto brusco levantando chispas y humo. Estaba molesto ¡Qué demonios! Parecían amantes, no hermanos, pensó. Se acomodó en el pasto de espaldas con el brazo doblado detrás de la cabeza, contemplando el cielo nocturno. Se preguntó si eran ciertos los rumores que le habían contado sobre Alexander y Yaina en el mundo diplomático cuando estaba en el palacio en Yamain. No los había visto, ni se habían cruzado con ellos como si se hubiese planeado. Se decía que Yaina acompañaba a su hermano en sus visitas oficiales y que el joven marqués era posesivo con ella cuando otros hombres trataban de acercársele; se decía que dormían juntos ya que algunos sirvientes declaraban haberlos visto salir de las habitaciones del otro al amanecer.
Bufó al darse cuenta de que eso le molestaba más ahora, que había visto la conducta en vivo y en directo ¿Cómo un noble educado y culto como Alexander York podía dejar que su hermana menor, aunque no fuesen hermanos de sangre, manchara su reputación de esa manera? Ningún noble aceptaría casarse con ella con esas historias escuchándose en los círculos de la corte ¿El duque Corelia no se daba cuenta de la situación de su hermana y el descaro de su hermano? ¿Por qué le estaba molestando tanto? El mismo había rechazado la propuesta de la joven hace cinco años. No debería importarle lo que le pasara o con quien se relacionara románticamente.
Gruñó poniéndose el brazo sobre los ojos. Había pensado en ella en estos cinco años. Debía reconocerlo. Siempre terminaba comparando a aquellas mujeres que lo perseguían en las actividades de palacio con ella y ninguna lograba superarla. Con ella se sentía cómodo cómo si no debiera esforzarse para cumplir con el rol que todos esperaban como príncipe heredero ¡Qué imbécil fue! ¿Le había gustado siempre y no lo vio? ¡Y ahora estaba con otro! Sintió como si le hubieran pegado en el estómago sacando el aire de sus pulmones.
Se dio cuenta que Yaina lo había tratado con formalidad y distancia desde que se habían vuelto a encontrar. Se preguntó si su constitución dominante debido al espíritu del león se activó al ver esa conducta posesiva de Alexander. Claro, se dijo autoconvenciéndose. Ella era hermosa y le había confesado sus sentimientos. Debería sentirse satisfecho de haber sido perseguido por tal belleza, pero le molestaba que Alex la tocara o la alejara de él.
¿Por qué le molestaba tanto si el mismo la había rechazado hace cinco años? En su momento, Yaina pudo ser suya y ahora estaba con otro porque él mismo la liberó al rechazarla. Quería que ella lo esperara infinitamente y fuera incapaz de reemplazarlo. Eso era tonto. Como princesa de un reino, las posibilidades de que se produjera un matrimonio debido a su casa, belleza y muchas habilidades eran infinitas. Muchos reyes y nobles de alto rango querrían a la joven princesa Corelia como parte de su familia ¿Por qué le estaba molestando más cada vez que lo pensaba? Imaginó a otro hombre cortejándola, casándose o tocándola y se desesperó ¡Nadie podía tocarla más que él! Le había robado besos mientras crecían, abrazos y caricias descuidadas justificando que le divertía verla sonrojarse, pero era porque le gustaba.
La revelación lo remeció hasta lo más profundo. No podía ser posible... ¿Se imprimió con ella? Siempre asumió que la joven no se interesaría por nadie más porque por nueve años lo persiguió como una niña enamorada, aunque él la evitaba y la rechazaba cada vez. Se confió en que sus sentimientos por él no cambiarían y ahora estaba con Alexander ¿La había perdido por ser tan confiado? Tenía 19 años. Estaba en edad de casarse ¿Cuánto faltaría para que eso pasara?
-¡Maldición!- dijo molesto en voz alta.
Kairon se levantó maldiciendo por lo bajo caminando hacia los jóvenes y se quedó rígido cuando observó como Alex y Yaina dormían cubiertos con una manta mientras el joven la rodeaba con el brazo, lo que provocó una oleada de calor en el príncipe.
-Excelencia- repitió - ¡Excelencia!- subió la voz haciendo que Alex aferrara a Yaina como protegiéndola mientras con la otra le apuntaba con una daga al cuello. Ambos jóvenes se miraron desafiantes por un momento antes de que Alex se levantara al tiempo que despertaba a Maya y Yaina. Miró el cielo-Es hora de partir- le dijo Kairon cerca
-Alteza, trate de no volver a acercarse a mi mientras duermo. Soy muy posesivo con mis cosas y no quisiera herirlo por accidente - dijo Alex caminando hacia él.
-Lo tendré en cuenta, Excelencia- le dijo observando como el marqués se acercaba a Maya y hablaban entre sí alejándose de ellos.
Kairon se acercó a Yaina la que comenzaba a ensillar los caballos - Podría ayudarle con los caballos, princesa- le dijo tomando una montura, adelantándose a Yaina.
-Se lo agradezco, alteza- le dijo dando un paso atrás- Doblaré las mantas entonces
- ¿Por qué no lo hacemos juntos y así terminaremos más rápido?
- Creo que lo hará bien, alteza- le dijo alejándose para tomar las mantas y sacudirlas, dejándolo aún más confundido.