Embarazo
Emma
Diez años atrás.
— Está embarazada, señorita Wood
Observo al hombre que está frente a mí, sus ojos negros están cubiertos por unas pobladas cejas marrones, la barba de dos días se hace presente en su rostro cuadrado, es algo desigual, por tramos está y por otros no.
El cabello castaño, perfectamente cortado, debe tener unos treinta años, quizás un poco más. De estar cerca de los cuarenta podemos decir que está muy bien conservado.
Es guapo, varonil, todo un galán, si debemos ser sinceras. Su cuerpo trabajado golpea contra la tela de su camisa, se nota que pasa mucho tiempo en el gimnasio y es de admirar, porque yo no podría hacer algo como eso.
— Señorita Wood.
Ahora que lo observaba mejor, un pequeño rastro de cabello blanco asomaba por sus patillas, aunque se veía como unos reflejos.
— ¿Se encuentra bien?
Sé que vuelve a hablar, lo veo mover los labios y entiendo lo que dice, el problema recae en que me observa como si fuese una pobre cucaracha a punto de ser pisada.
¿La empatía no es algo que vean en la universidad de medicina?
Se levanta de su lugar y mueve con gracia. Se lo nota seguro, como si el lugar fuese suyo, que lo era, pero rozaba un poco lo ególatra. Sobre todo, por lo soberbio que se veía en este momento.
Su mano izquierda tomó un vaso, la derecha la jarra, escuché el ruido agudo y seco del agua contra el cristal, que luego fue profundizándose hasta quedar todo en silencio.
Su cuerpo giró, ladeó el rostro un poco, no sabía que quería, pero no apartaba la mirada de mí. Tal vez esperaba que respondiera, pero no podía.
El agua seguro bajaría el nudo en mi garganta.
Miró al vaso y negó antes de volver con éste y dejarlo frente a mí. Suspiré, no sabía que decir o como moverme, no era algo fácil de digerir, de hecho, no podía digerirlo.
Se acomodó de nuevo en su silla, llevó sus manos a la parte superior del escritorio para entrelazar sus dedos y el anillo de oro brilló justo en su mano izquierda.
Era casado, seguramente con alguna supermodelo. Maldición Emma, no juzgamos a las personas, aunque en mi defensa, él lo hacía conmigo, por ejemplo, ahora, mirándome de esa manera, con los ojos entrecerrados, aquella pizca de pena y algo más que no lograba poner en palabras. Seguramente esperando una reacción de mi parte, pero no había nada que decir.
La voz se ha ido al igual que el oxígeno.
Se evaporó todo, como agua bajo el sol.
Bajo mi vista a su escritorio, el mobiliario es de vidrio, puedo ver su bata y la ropa que tiene puesta, sus manos. La luz de la lámpara hace que el vidrio brille, pero a su vez proyecta el reflejo de estas y la pequeña argolla de oro en su dedo anular.
Me centro en ello más de lo debido, es mejor que pensar en la frase, esa que ahora no puedo procesar, al menos no como quisiera.
Embarazada.
Madre.
Iba a ser madre soltera, madre.
Suelto el aire de nuevo y vuelvo a inspirar. Observo el vaso con agua para tomarlo despacio con mis manos temblorosas y llevarlo a mis labios. Bebo, tan lento como puedo y sigo el recorrido de mis ojos por sus mangas blancas, hasta su nombre grabado en el pecho.
"Dr. Richard Clayton", yo le agregaría, "el portador de noticias trascendentales."
— Señorita Wood.
— Debe ser una broma —exclamo en voz baja, pero no lo suficiente porque estoy segura de que acaba de oírme.
— Sé que debe ser un shock para usted, pero debe saber que tiene opciones.
Casi me atraganto. Volví a beber mientras él decía eso, mis labios seguían con ese proceso, que ahora estaba siendo truncado por las palabras del doctor que se hallaba frente a mí.
No creía que se refiriera a eso.
— El momento de hacer algo es ahora, más adelante… —levanto la mano para que se calle.
Las palabras siguieron y negué. Sí, lo hacía, me estaba sugiriendo que abortara, él hablaba de hacerme un aborto ¿Cómo podía pensar de esa manera? Era un bebé, por todos los santos.
— ¿Me está hablando de abortar? —elevé una ceja.
Seguramente se debía al tinte agrio de mi voz, la manera en que ahora lo observaba y probablemente mi cara de pocos amigos.
— Solo comento sus opciones —se encoge de hombros —, las chicas de su edad en ocasiones no quieren llevar a cabo la responsabilidad que conlleva un bebé, puede hacer eso, pero también existe la adopción.
Tomó unos folletos, sus manos pasaron por varios para dejarlos frente a mis ojos, el nudo creció, peor que con la noticia. Las imágenes se quedaron incrustadas en mis ojos.
“¿No puedes recibir a tu bebé? No te preocupes, nosotros lo cuidamos.”
Quería vomitar mientras leía el primer folleto, ese que dejaba en claro los pasos para dar en adopción a tu bebé. Lo hice a un lado y observé el otro sintiendo las náuseas crecer a niveles alarmantes.
“No todas podemos ser madres y eso no está mal. Tu cuerpo, tu decisión.” Miré al hombre frente a mí y volví a la hoja, “El aborto seguro es una opción en caso de que no desees continuar con tu embarazo. Recuerda que solo es posible en las primeras semanas de gestación.”
— ¿Es broma?
Mis ojos volvieron a los volantes abiertos, observando cada procedimiento, como trataban a un ser humano como si fuese una transacción.
Era mi bebé, no podía hacer eso.
— No quise ofenderla.
Me imaginaba, pero era lo que había hecho desde que llegué, por lo que dudaba seriamente en sus palabras, no me creía esa parte de su relato donde no estaba juzgándome.
— Lamento mucho Emma si la he ofendido.
Por primera vez veía algo más que no fuera esa mirada juzgándome, había empatía en él.
— No se preocupe —muerdo mi labio mientras trato de pensar qué hacer.
Claramente no lo iba a abortar, me negaba a hacer eso, no había forma de que yo acabara con la vida de un inocente bebé.
Era mi hijo, mi sangre, mi deber era cuidarlo con mi vida, sin importar cuanto me asustara hacer eso. Solo debía cuidarme.
— ¿Qué cuidados debo tener? —eso era lo importante ahora, mis cuidados.
Siendo sincera, yo sabía tanto de bebés como de autos, es decir, nada. Sin embargo, no haría nada de lo que me había ofrecido.
No podría hacer pagar al bebé algo que yo provoqué, yo y mis hormonas.
Maldición ¿Cómo haría? ¿Qué se supone que se hacía? ¿Cuántas veces comían? ¿Había que hacer algo especial? Mamá me tuvo, debía saber algo, pero eso implicaba irme con ella un tiempo.
¿Cómo se llevaría con un nieto?
Estaba aterrada, con suerte podía identificar algunas cosas básicas y todo aquello, se lo debía a una que otra serie televisiva y estaba segura de que la niñera no era un parámetro para la maternidad.
Fran Fine me enseñó como pagar las tarjetas y moda.
— Le voy a hacer una orden para que compre ácido fólico, hierro y vitaminas —comenzó a anotar —. Además, le voy a pedir unos análisis más complejos para asegurarnos que todo está bien con usted —toma otro papel y sigue.
Observé las indicaciones que iba anotando, las letras parecían garabatos, al menos las que escribió, porque después pasó a la computadora para anotar e imprimir una hoja tras otra.
¿Cuántos estudios llevaba un bebé?
— Ahora vamos a observar si todo está en orden, debe tener en cuenta que si es un embarazo reciente no se verá nada —se levantó y lo imité —, en caso de ser así, la veré por aquí en unos quince días.
Me señaló el camino mientras tendía los papeles en mi dirección, los sostuve con el corazón galopando y la mano temblorosa, tratando de mantenerme cuerda y lista para esto.
Debía prestar atención y eso no parecía posible en este momento.
— De acuerdo.
Logré balbucear mientras lo seguía al otro sector del consultorio, ese donde se encontraba la camilla. Un monitor se hallaba a su lado, sabía que era un ecógrafo, me había hecho estudios anteriormente, por eso no me sorprendió cuando colocó un preservativo en ese tubo alargado.
— Acuéstese aquí, desprenda su pantalón, bájelo —lo observé —, puede ponerse una bata para hacerlo más cómodo.
Afirmé como pude, solo moví mi rostro y caminé atrás del biombo, saqué mi pantalón, las bragas que llevaba puestas y volví con mi trasero al aire.
Tomé aire, lo solté despacio, de manera temblorosa, solo me concentré en mis movimientos hasta que me recosté en la camilla con las manos en mi vientre, las piernas abiertas y mirando el techo.
— Esto puede ser un poco incómodo —lo sabía —, flexione más las piernas y abra un poco más.
Hice lo que me pidió y llevó el aparato directo al interior de mi cuerpo. Contraigo mi vientre cuando la invasión llega, mis ojos se cierran y muerdo mi labio mientras mueve el aparato de un lado al otro como si no estuviese en mi v****a.
La presión me estaba dando ganas de orinar, no había parado de comer y beber líquido desde que me pidió hacer un test de embarazo.
— Va a tener que ir a orinar, Emma —parpadeé.
— ¿Qué?
— Tiene la vejiga llena de líquido —afirmó —, debe sacarlo.
— Okay.
Bajé sosteniendo la bata para que no me viera el trasero, demasiado con que veía mi v****a. Aunque agradecía estar depilada o esto iba a ser peor. La ansiedad me estaba matando y pensé que era eso, no un bebé.
En ocasiones, cuando me estresaba, la regla no me llegaba, era algo que solía pasarme siempre que tenía exámenes finales, pero ahora era diferente, llevaba semanas algo incómoda, con dolor en mis pechos y náuseas insoportables. Eso tenía dos resultados: gripe o un bebé.
Ganó el bebé.
Tenía entendido que podría no verse todavía, era chiquito y muy nuevo, además no se me notaba el vientre. Al menos eso leí en Google, porque digan lo que digan, en este momento Google era una especie de Dios para mí.
Esperaba encontrar consejos de maternidad temprana.
Volví tan rápido como pude y de nuevo me encontré con las piernas abiertas, lista para hacer esto. El médico no dijo nada, solo pasó el aparato por mi interior.
Lo miré, esperando ver algún indicio, pero solo estaba con la mirada fija en la pantalla y los ojos entrecerrados. Hasta que sonrió.
— Eso que está ahí —señala la pantalla y observo —, es su bebé —la punta de su dedo apunta una pequeña bolita en la pantalla —. Tiene aproximadamente ocho semanas de embarazo, lo vamos a confirmar una vez que estén los análisis de sangre más complejos.
Mis ojos estaban clavados en la imagen, el nudo en mi garganta había aumentado, era una masa que se había incrustado en el medio de mi tráquea.
Clavé mis dientes en mi labio inferior y los ojos se me llenaron de lágrimas.
— Todo se ve bien, tenemos que hacer algunos estudios más y listo, solo queda cuidados y controles.
Sus manos se alejaron de mi cuerpo y cerré mis piernas. La pantalla seguía congelada en su imagen, el médico anotaba algunas cosas, pero yo estaba paralizada.
— Quiero verla en unos días, vamos a escuchar el corazón y ver los análisis.
— Está bien —me incorporo.
— Todo se ve en orden, pero cualquier cosa vuelve a consulta —me observa —. Es importante que no beba alcohol ni consuma tabaco o algún otro tipo de sustancias.
— Está bien —repito la misma frase, una y otra vez.
— ¿Tiene alguna duda?
— No.
— Entonces, hemos terminado por hoy, que tenga un buen día.
— Gracias, igualmente.
Mis oídos pitan mientras abandono el consultorio, me muevo, sé que lo hago, pero da la sensación de que sucede en cámara lenta.
Repaso el lugar, las voces se escuchan a lo lejos, la gente pasa y mi respiración se altera. Las paredes se comprimen, el encierro parece crecer y sofocarme con cada paso que doy a la salida.
No podía respirar, era mucho para procesar y poco tiempo para hacerlo. Siete meses pasan volando. No había tiempo, ya estaba en camino y no estaba preparada, no creí que nunca fuera a estar preparada.
¡Mierda! No tengo idea de cómo haré esto.
¡Doble Mierda! Tengo que encontrar como decirle a mi ex que estoy embarazada, porque sí, es mi ex y no pienso volver con él. Bajo ningún concepto y menos por un hijo.
¡Triple Mierda! Están mis papás, la facultad, eran muchas cosas, mucho por hacer.
Definitivamente necesito volver a organizar mi vida, definir mis metas, planes, todo o moriré lentamente.
¡Mierda!
¿Cuántas veces más puedo maldecir? Quizás esperaba llegar al número cuarenta y uno, o tal vez hasta despertarme, esto podría ser un sueño.