Invitaciones

2346 Words
Emma — Oliver, por favor, ya basta —lo observé —, vuelve a leer tu libro —señalo el asiento y el libro que dejó. Me escucharía, cuando llegásemos a la casa le diría algunas cosas, todas las razones por la que esto que hacía estaba mal, pero ahora necesitaba conservar mi trabajo. — Ya terminé todo el libro mamá — la queja llegó —¿Tienes que hacer algún balance, gráficas, algo? Mi hijo era un genio, tenía poco tacto con las personas, pero hacía mohines como cualquier chico de su edad, se quejaba, sacaba el labio y lloraba cuando se frustraba lo suficiente. — Sí, tengo que hacer algunas cosas, ahora te digo. Solo necesitaba que Theo entendiera que iba a trabajar igual, lo que en este momento no parecía seguro era decir que Oliver me ayudaría. Tomé aire y llevé mi vista a él. — Lo siento, no tiene filtro. Sonreí, fue una de mis mejores sonrisas, esas que mi madre decía que compraba a las personas. Entré a los lugares más complicados con esta sonrisa, podía sobrevivir a mi jefe. — No soy cafetera —se quejó y cerré mis ojos. — Señorita Wood, por favor, pase conmigo a la oficina —me da paso y yo trago con dificultad. Llegó el momento, ese donde Theo me regaña por lo que acaba de pasar, por todo lo que está pasando. — Oliver, ya te devuelvo a tu madre —mi hijo deja sus ojos en él —, puedes usar el computador de aquel escritorio si quieres —Oli le sonríe y se encamina hacia él. Theo se apartó y señaló su oficina, solo apuntó con la mano y no me quedó de otra. Mis pies se movieron con duda, las manos me transpiraban, lo único que sentía era el nudo en mi garganta, mi corazón latiendo desenfrenado, apenas puedo respirar. Lo escucho cerrar la puerta, mi cuerpo da un pequeño salto en el lugar, estoy alerta, porque no sé qué puede pasar y ya no hay mucho tiempo. — Señor, en serio lo siento mucho —hablo apenas cierra la puerta —. No pensé que fuera a hablar tanto —o decir esas cosas. — No es problema, es un chico muy agradable —me indica que me siente —¿Por qué no va a un colegio adecuado para él? —se sienta frente a mí. — ¿Qué? Me enderecé, no sabía a qué se refería, pero esperaba que no dijera algo parecido a las mujeres, porque no podría controlarme y probablemente terminaría insultándolo. Solo esperaba que no hubiese fingido con él. — Sé que solo es un colegio el que hay por la zona, que se adapta a su inteligencia —juntó sus manos —, debería ir a una escuela que fomente tan grandioso talento. Bien, esto no era algo que esperaba de su parte, ni siquiera me había planteado ese comentario de su boca. No creía que fuera posible que se preocupara por su colegio, pensé que me despediría, me regañaría, incluso lo prejuzgué con su comentario, pero esto, ni en un millón de años. — Emma —oh, me había perdido en mis pensamientos, espera… ¿Me llamo Emma? — Perdón —me removí —, lo siento, lo que pasó fuera me ha dejado algo incómoda —sonrió. — ¿Las preguntas de su hijo? —hice una mueca. — Le juro que no es así… —dudo, era una mentira —, no todo el tiempo. Su lengua asomó para relamer su labio, no pude evitar mirar el pequeño movimiento y luego desviar la mirada a otro lado, no era correcto. — Dicen que los chicos no tienen filtro —simplificó —, pero eso no importa ¿Por qué no lo envía a la escuela privada de la novena? Sabía a cuál se refería, el colegio para personas de la alta sociedad y chicos superdotados tenía de todo, solo aceptaba un pequeño cupo de alumnos y la matrícula era algo alarmante. Tal vez vendiendo un riñón, alquilando mi útero… — Emma. Parpadeé, de nuevo me había perdido en mis pensamientos. Theo rio despacio y me contuve de suspirar, el hombre se veía sexy en todas las versiones, eso no podía ser normal. — No conseguí banco, estoy en lista de espera —un suspiro cargado de frustración llega —. Ser madre soltera de un niño genio no es tan fácil, el padre vive en Canadá, le consiguió colegio allá, pero la verdad no quiero irme de aquí, tengo mi familia y todas las personas que me ayudan, Oliver tampoco quiere y mis números no dan para… Me detuve, no podía decir todo esto. Le estaba hablando de mi patética vida a mi jefe. Mi jefe ¿Qué me pasaba? había perdido mis neuronas mientras estaba en aquella charla que tuvo con mi hijo. — ¿Le pago mal? —arrugó la nariz. — No, no, yo nunca dije eso —balbuceo —, señor, por favor, no… — Tranquila Emma —sonríe —, pero no entiendo ¿El padre de Oliver no la ayuda? No tenía idea de que responder a eso, porque tampoco quería que supiese tanto de mi vida, no creía que fuera algo necesario. — Es complicado. — Entiendo, no tiene que comentarme si no quiere —se inclinó hacia atrás —, por el momento hablaré con la dueña del colegio —cruza su pierna mientras lleva un dedo a sus labios —. Es clienta de nuestras tiendas, seguro le encantará hacerme el favor, si tiene descuento de por vida. —bromeó, pero yo me espanté. Lo decía como broma, pero era verdad, nadie aceptaría a un chico con la conducta de Oliver así porque sí. Ella lo cobraría, caro y eso no podía permitirlo. — No señor —sacudí la cabeza —. Yo no podría molestarlo de esa manera —niego —. Le agradezco, pero no —me levanté. Necesitaba volver a mis obligaciones y acabar con esa absurda idea que tenía sobre ayudarme con el colegio de Oliver, eso no podía pasar, no le correspondía. — Créame, no es ninguna molestia —arrugué la nariz —, su hijo es encantador —se levanta imitándome —. Ahora siga con sus actividades —era mi pase para salir. Theo señaló la puerta con la mano, lo que dejaba en claro que me pedía irme, pero sin despedirme. Algo grandioso si me ponía a ver los detalles, seguía con trabajo. Sonreí, caminé a la salida, pero no llegué muy lejos porque volvió a hablar. — Enseguida saldremos a almorzar los tres —mi mano quedo a medio camino —, juntos. Abrí la boca, bajé la mano y giré para mirarlo. Theo arqueo una ceja divertida, sus ojos brillaban, contenía la risa bajo su mano, pero no podía hacer otra cosa más que mirarlo con la boca abierta. — ¿Cómo? No tiene sentido, nada de esto. ¿Por qué almorzaríamos con él? Doy un paso más cerca, Theo entrecierra los ojos y pregunto aquello que la voz en mi cabeza grita. — ¿Por qué haríamos eso? — ¿Por qué no? Replicó con otra pregunta y arrugué la nariz, no entendía que se supone que hace. Esto no tenía lógica por muchas razones, pero sobre todo porque nosotros no compartíamos tiempo más allá de lo laboral. — No se responde con otra pregunta —sonrió. — Emma —negó —, solo esté lista para hacerlo. No sabía qué hacer. Si me negaba o decía algo fuera de lugar tal vez tendría problemas, de esos que en este momento no necesitaba. — Eso no responde mi pregunta —me quejé. — Quiero hablar con ustedes, pero ahora tengo que terminar el papeleo, usted los balances y Oliver debe comer, solo nos ahorró tiempo. No entendía muchas cosas, desde que dijo vamos a comer dejé de comprender todo, sobre todo porque claramente no teníamos mucho para hablar. Además, era mi jefe, esto estaba mal. Abrí mi boca para quejarme y él volvió a hablar. — No —levantó un dedo —, haremos lo que escuchó, en un rato salimos —se volvió a acomodar —. No acepto un no por respuesta, Emma. Emma. Seguía llamándome por mi nombre, él nunca me llamaba por mi nombre, éramos formales, señor, señorita, apellidos, etiqueta, simplemente eso. ¿Por qué me llamaba de aquella manera? ¿Qué pasaba? Maldición, esto era confuso y no sabía si podía llegar a perder mi trabajo. — Está bien —sonreí algo nerviosa —, con su permiso. No sabía que más decir, la verdad no encontraba las palabras adecuadas para el escenario. Theo mantuvo los ojos en mí rostro por un momento, me recorrieron el cuerpo entero luego y después negó. No sabía exactamente por qué, no era algo que hiciera, creo que a apenas me prestaba atención, quizás lo hacía a la pasada, pero ahora no era igual. Me estaba mirando, repasando mi cuerpo entero, era… no sé ¿Raro? Sobre todo, porque su gesto no cambiaba, él no hacía nada, no sabía si me veía mal o qué, tal vez estaba manchada. — Claro, nos vemos en breve —sacudió la cabeza y observó su escritorio. Salí aturdida, confundida y sobre todo avergonzada, había intentado no mirarme la ropa, quizás tenía alguna arruga o algo, por lo que apenas atravesé la puerta tomé mi bolso y murmuré un voy al baño, que hizo que Oliver levantara la mano. Pasé apurada hasta los sanitarios y revisé mi aspecto. Llevaba un maquillaje natural, rímel, gloss rosa, para hoy había elegido un traje de dos piezas, pantalón de vestir rojo que llegaba a mi cintura, donde se encontraba una cinta la cual até como un moño, un body blanco de cuello redondo y mi chaqueta roja a juego, no tenía ninguna mancha, nada, de hecho, con mi cabello semirrecogido me veía bien. — ¿Qué fue todo eso? Sacudí la cabeza, negué y caminé de nuevo a mi escritorio para comenzar con mi trabajo, estoy dando demasiadas vueltas al asunto y no tiene sentido. Tal vez solo trata de ser amable por lo que está Oliver. Momento, Theo no es de los niños. Tampoco la clase de hombre que miraba de manera inadecuada, al menos a mí no me observaba de esa forma. Mis ojos fueron a Oli, está en una página de ciencias viendo experimentos, sus ojos no se apartan del monitor en ningún momento, ni siquiera mientras anota cada pequeño detalle en una hoja que sacó de sus cuadernos. Ama las ciencias y las matemáticas, podría hablar todo el día sobre eso sin cansarse y yo disfrutaba cuando lo hacía, había aprendido más cosas gracias a mi hijo. Me concentro nuevamente en mis papeles, esta semana llega el pedido de seda desde China, nuestro principal socio comercial. El señor Lin, es un hombre mayor, como de unos sesenta años. Se supone que su hijo vendrá en unos días, él no lo haría, lo agradecía, su presencia era algo que me incomodaba. Era desagradable. El sujeto es de estatura baja, rellenito y un completo imbécil, siempre que venía debía esconderme en algún lugar ya que le encanta babearse conmigo e insinuarse de una u otra forma. El señor Hamilton siempre me salvaba, poniéndose en el medio o cubriéndome con alguna parte de su cuerpo. Hace un tiempo tocó “sin querer” mi trasero, recuerdo ese día, Theo y James me agarraron para que no lo golpeara. James es el abogado de la empresa, temido por todos, si bien defendía a los empleados y solo se dedica a esto, Theo siempre decía que era de temer cuando entraba en un juzgado. Él fue el encargado de decirle todas las acciones legales que podría presentar en su contra, más años de prisión. En ese momento recuerdo que lo quise, deseé que terminase preso, era sin duda, una buena opción, pero no sucedió. La frente del señor Lin estaba totalmente sudada, su rostro se tornó más blanco. Su hijo, quien está por ocupar su puesto dentro de poco, se disculpó conmigo durante media hora, al ver que no cedía, me depositaron una suma considerable de dinero para evitar las acciones legales. Me compré mi auto con eso, pero además de eso, el señor Lin no volvió más a la empresa, según tengo entendido el señor Hamilton le prohibió la entrada, por lo que ahora solo viene su hijo. Anoto los datos de producción, el rendimiento de la cosecha, datos financieros y cada dato importante. Comienzo con la cosecha de algodón, para luego pasar al lino y seguir con todos los materiales que trabajamos. Por suerte todos los números van en aumento, lo que significa más ganancias para la empresa y menos probabilidades de quiebra, que se resume a un «sigo con empleo», al menos que mi hijo explote algo en breve. — Señorita Wood, vamos a almorzar —Theo se acomoda el saco mientras nos observa —. Oliver… —se acerca a él, solo un poco, mirando por encima de su hombro la hoja donde lleva todos sus apuntes. — ¿Sí? —deja de observar el monitor —¿Nos vamos? —me mira mientras agarro mi bolso. Mi hijo lleva la vista a su teléfono, sé que está mirando la hora probablemente porque está intentando averiguar si pasaron las dos horas. — El señor Hamilton nos invitó a almorzar —sonríe mientras apaga la máquina y guarda sus cosas. — ¿Qué te gustaría comer? Mis ojos se quedan en mi jefe, le está preguntando a Oliver que quiere, pidiendo su opinión y no lo puedo creer, porque pensé que iríamos a uno de esos lugares que frecuenta. — Una doble con papas. — Me parece bien, hace mucho no como una de esas. Oliver sonrió y me observó, no dije nada, solo me moví por inercia. Al menos no me habían despedido.
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