Se sentía culpable de lo que le había hecho a Salomé, recordaba la bofetada que le había dado la noche anterior por primera vez, deseo estar muerto por vez primera, él no se reconocía, pues en su matrimonio él jamás había sido de esa manera...
Por lo que Salomé llega a la casa de su mejor amiga Jade, quien al abrir la puerta la hace pasar al departamento haciendo que ella llorara en su hombro.
― Tranquila amiga ― le dijo Jade haciendo que Salomé llorara desesperadamente.
― No sé en qué momento mi vida se ha convertido en una farsa, no lo sé ― hablo Salomé haciendo que su amiga la escuchara.
― ¿Hablas del matrimonio entre el señor Guillermo y Usted? ― preguntaba Jade haciendo que ella asintiera.
― ¿Quién te lo ha dicho? ― preguntaba Salomé haciendo que ella acariciara sus manos.
― Tu padre me ha contado todo, él me dijo que te convenciera de que no te casaras con él ― hablo Jade haciendo que ella llorara amargamente.
― No puedo hacer esto todo lo estoy haciendo por él ― respondió Salomé tratando de calmarse.
― Amiga, pero tú no lo amas ― respondía Jade.
― Lo sé Jade, pero es mi única salida ― respondía Salomé suspirando pesadamente.
― Pero ¿Que pasara con tu padre? ¿Qué le diré? Él no quiere que te cases con ese hombre ― contestaba Jade un tanto desconcertado.
― Si mi padre pregunta por mí, dile que me enamore de Guillermo, que es el único hombre a quien yo amare ― respondió Salomé tratando de no llorar, aunque era imposible, quería mentirle a su padre que amaba al señor Altamirano, aunque no era cierto.
― Pero amiga no es justo para ti, tienes que escapar, Salomé no puedes sacrificarte por algo que no hiciste ― le contesto Jade agarrando las manos de Salomé.
― Tengo que hacerlo, es la única manera que mi padre no irá a la cárcel, te pido que le hagas creer a mi padre que me casaré con él por qué lo amo a Guillermo ― le dijo Salomé haciendo que Jade negara con la cabeza, ella se negaba a ser tal cosa.
― No puedo hacerlo amiga, tiene que ver otra alternativa ― hablo Jade pensando en otra alternativa.
― No la hay por favor, solo dile a mi padre lo que te dije, yo trataré de soportar este infierno, tengo que hacerlo con tal que el señor Altamirano no meta a mi padre a la cárcel ― respondió con los ojos llorosos, era evidente que Salomé estaba afectada.
― ¿Y si no cumple con su palabra? ― preguntaba Jade un tanto dudoso.
― Lo hará, yo sé que él cumplirá con su palabra ― contesto Salomé tratando de sonreír.
― Eso espero de verdad ― respondió Jade abrazando a Salomé, que derramaba lágrimas de desesperación, de angustia, mientras que Rafael estaba preocupado por su hija, quien no pudo hacerla cambiar de opinión, quiso ver de qué manera se zafaba de las manos del señor Altamirano, pero nada de lo que hacía era suficiente.
Al llegar la noche la lluvia comenzó a caer sobre la ciudad, Salomé quiso caminar lento como si no quisiese llegar a la casa de Guillermo, quien se quedó esperando en la sala esperando que ella llegara.
― Señor, ya me voy, ¿Hay algo en que lo pueda ayudar? ― preguntaba María haciendo que Guillermo negara con la cabeza.
― No me quedaré esperando a la señorita Alvarado, puedes retirarte ― hablo Guillermo haciendo que ella asintiera subiendo las escaleras para llegar a su habitación. ― Me tendrás que escuchar Salomé, juro que me escucharas, no permitiré este comportamiento tuyo ― susurraba entre sí mientras se quedaba mirando el fuego de la chimenea.
Mientras que Salomé se quedó en el parque mirando hacia la nada, no quería llegar a la mansión, había apagado el celular para no ser localizada de ninguna manera, no le importaba mojarse, solo quería evadir la realidad, solo quería que esta pesadilla terminara de una vez por todas sin importar que pasaran las horas sentadas en aquel parque mojándose bajo la lluvia después caminaba sin rumbo fijo sin fijarse las avenidas provocando que casi la atropellaran.
― Señorita, ¿Está usted bien? ― preguntaba un chico de apariencia asiática, pensaba que era el señor Altamirano, pero no era alguien en definitiva diferente a él.
― Yo ― murmuro Salomé sin saber que decir, por lo que se pone de pie torpemente.
― Señorita, ¿Ocupa que la lleve algún lado? ― hablo Aarón extendiéndole la mano a Salomé, quien estaba aturdida sin saber que más decir o mejor dicho, sin saber cómo reaccionar.
Por lo que sin decir nada se fue de ahí dejando desconcertado a Aarón, quien se quedó mirándola, ya que le pareció una chica un tanto perturbada e intrigante.
Puesto que Guillermo se mantenía en la sala tomando de su vaso de agua maldecía por no poder caminar, de no haber sido por esa silla de ruedas, él habría buscado a Salomé, que aún no llegaba.
― Espero que no hagas una tontería si no quieres que meta a la cárcel a tu padre ― hablo Guillermo sonriendo un tanto malicioso, él se estaba convirtiendo en una piedra o mejor dicho su corazón.
Después de varias horas Salomé llega a la casa mojada a causa de la lluvia, la ropa se le entallaba un poco más de lo normal, su figura resaltaba haciendo que Guillermo la mirara boquiabierto, era una mujer sumamente sensual que sus caderas eran fuego por un momento se le olvidó que ella se había escapado casi toda la noche comenzó a imaginársela hasta en su propia cama...
No le dijo nada, solo se fue de largo, Salomé no quería hablarle, no quería ni siquiera verlo, pero Guillermo le habla haciendo que ella rodara los ojos fastidiados.
― ¿Que se te ofrece, señor Altamirano? ― preguntaba Salomé sonando un tanto fría.
― ¿Por qué has llegado a estas horas? ― pregunto Guillermo sin dejarla de mirarla.
― No tengo por qué darle explicaciones, ahora si me lo permite tengo que irme ― respondió Salomé tratando de subir las escaleras, pero él, la detiene.
― No te vas sin antes de que me digas por qué has llegado tarde ― dijo Guillermo insistiendo saber.
― Eso es algo que no le interesa ― hablo tajante Salomé.
― No me vengas con tus estúpidos sarcasmos, quiero que me digas donde estuviste y con quien ― respondió Guillermo exigiendo explicaciones, pero ella no se las quería dar.
― No le diré nada ¿Me ha escuchado? ― le dijo Salomé furiosa. ― No tengo que darle explicaciones de mi vida, ya logro que me casara con usted, así que déjeme en paz ― hablo Salomé furiosa por lo que se quiso ir, pero Guillermo la sostiene de la mano con fuerza. ― Suélteme ― hablo Salomé intentando zafarse, pero no lo consiguió.
― ¡No hasta que me digas con quién estuviste! ― gritaba Guillermo furioso, ya que no le tenía más paciencia.
― ¡Estuve lejos de usted, de su tiranía! ¡Si le preocupa que le diga a mi padre, la verdad no la sabrá! ¡Fingiré que me enamore de usted, aunque lo único que sienta es repulsión por usted y asco! ― gritaba Salomé forcejeando con el cuándo de pronto cae en las piernas de Guillermo, por lo que ella sostiene fuertemente de la cintura. ― ¡Suélteme! ― volvía a gritar Salomé haciendo que él no la soltara.
― No la soltaré anda, dime que me tienes asco ¡Dímelo! ― gritaba Guillermo sacudiéndola un poco, por lo que ella le quiso dar una bofetada, pero él no se lo permitió besando a Salomé a la fuerza por lo que ella se separó abruptamente dándole una bofetada a Guillermo subiendo corriendo las escaleras. ― ¡Salomé! ― gritaba Guillermo intentando detenerla, pero sin éxito alguno, pues ella se había ido a su habitación a encerrarse bajo llave más perturbada que nunca a causa de ese beso que el señor Altamirano le había dado.