Miguel quiere ver a Guillermo

1333 Words
Dejándolo en su habitación curando su mano, dejándolo dormido en su cama, murmuraba cosas sin sentido, por lo que le da una pastilla para que durmiese tranquilo con su mano vendada. Salomé por primera vez sintió lástima por Guillermo, aquel hombre que se quedó dormido susurrando el nombre de su esposa, por lo que su curiosidad fue aumentando tanto que bajo al estudio para saber que era lo que estaba escondiendo, porque era así porque tanto dolor era algo que no se explicaba, pues él era un hombre muy reservado en su rostro reflejaba dolor angustia, pero aún no le cabía en la cabeza el porqué él se quiso casar con ella cuál era el fin entendía que era por el supuesto fraude, pero no entendía ese casamiento. Busco entre sus cosas mirando un álbum de fotos y decide abrirlo, era Guillermo de pie con su esposa sonriendo como nadie y no solo eso él tenía 3 hijos, con esa persona siguieron investigando más sobre su futuro, pero no hallaba respuestas tanto que María una de las tantas sirvientas abre la puerta del estudio asustando a Salomé. ― Perdón por asustarle de esa manera, ahí no encontrará nada sobre el señor Altamirano ― respondió la sirvienta sorprendiendo un poco a Salomé. ― Yo ― respondió Salomé titubeando. ― Venga, no diré nada, le contaré la historia del señor Altamirano ― respondió María sonriendo haciendo que Salomé dejara todo como estaba yéndose con ella a la cocina preparándose una taza de té. ― El señor Altamirano sufrió mucho durante la partida de su esposa y sus hijos ― hablo María sirviendo el té. ― Él se fue de vacaciones con su esposa a Tailandia, ellos tenían residencias allá y en China, Hong Kong, al igual que aquí en España, pero la mayor parte estaban en su país de origen ― contaba María la historia de Guillermo. ― Él no es como piensan, al contrario, era muy buena persona amable ― decía María con una sonrisa, ya que ella acompañaba a la Familia Altamirano. ― No creo que sea amable, no es más que un monstruo ― respondió Salomé con algo de resentimiento y coraje. ― Él es así por lo que ha sufrido, pero te puedo asegurar que no era así y no sé si tal vez te enamoras de él, te aseguro que encontraras un tesoro ― contesto María sonriendo un poco. ― No me pienso enamorar de alguien como él ― respondió Salomé, frunciendo su ceño, pues ella estaba negada a enamorarse de ese señor que sería su esposo. ― El amor así es yo, sé que te enamoraras de Guillermo, él no es mala persona, solo está herido por todo lo que paso, está resentido con la vida, eso es todo ― dijo María haciendo que Salomé se levantara de la mesa sin decirle nada quería negarse a amarlo ahora lo que sentía por el odio, pero a la vez lástima. Subió a su habitación y se acostó en la cama esperando que el sueño se apoderara de ella y al fin se quedara dormida, las horas pasaran y Guillermo se levanta agitado mientras sudaba otra vez la pesadilla ha regresado esa pesadilla que lo atormenta desde hace un año exactamente se acariciaba las piernas maldiciendo una vez más estar en esa silla de ruedas que le impedía moverse pasándose las manos por su cabello, pero preguntándose quién lo había traído a la habitación si él recordaba estar en el estudio. ― ¿Quién me ha traído hasta la habitación? ― se preguntaba Guillermo en silencio para después verse la mano vendada, esa parte no la recordaba, tampoco sabía que le había pasado volteando a ver la foto de su esposa con añoranza y la de sus hijos dicen que cuando pierdes un padre te llaman huérfano, pero cuando pierdes un hijo aún se desconoce el nombre era un dolor por partida doble, pero por extraña razón decide llamar a su madre, ya que allá eran exactamente las 11 de la mañana. ― Bueno ― respondió su madre desde el otro lado de la línea. ― Mama ― contestaba Guillermo en su idioma natal, que era chino. ― Hijo mío, tanto tiempo ― respondió su madre con los ojos llorosos. ― ¿Qué tienes mi niño? ¿Por qué lloras? ¿Hay algo que deba ayudarte? Si es así, tomo el primer vuelo hacia España ― dijo su madre haciendo que él solo sollozara. ― Estoy muriendo mamá me estoy muriendo ya no soy el mismo he perdido el cauce desde que mi esposa y mis hijos han muerto mi corazón se fue con ellos no sé qué hacer vamos ni siquiera con mi hija que la estoy alejando más de mí no quiero contagiarle mi rencor hacia la vida ― relato Guillermo con la voz llorosa. ― Me dicen que debo seguir mi vida ¿Pero acaso hay una vida para mí? ¿Para alguien que está postrado en esa silla de ruedas? ― preguntaba Guillermo llorando desesperado con su madre, mientras que su madre cerraba los ojos tratando de encontrar las palabras adecuadas para su hijo que está sufriendo demasiado. ― Yo sé que estás sufriendo hijo, sé que esta partida que está afectando demasiado daría todo lo que tengo por no verte sufrir, por regresar el tiempo y estuvieras con tu familia ― decía su madre sin saber que decir, por lo que su esposo estaba escuchando todo lo que Guillermo decía tomando la decisión de ir a España recogiendo sus maletas para visitarlo tal vez la presencia de uno de su padre le haría bien, sin embargo, después de un rato cuelga la llamada para ir con su esposo. ― Cariño ― hablo su esposa viendo las maletas de su esposo. ― ¿Y esas maletas? ― preguntaba un tanto desconcertada. ― Iré a España, Guillermo nos necesita escuché la llamada, él está muy mal, lo que menos necesita es la soledad ― decía el señor Miguel mientras sacaba su pasaporte. ― Voy contigo, necesito ver a mi hijo ― decía Clara agarrando de las manos a su esposo. Por lo que él, le da un beso en la frente sacando su maleta para irse juntos a España, sin embargo, Guillermo decide salir de la habitación encontrándose con Salomé, quien se dirigía a él. ― Señor Altamirano hoy es mi día libre, si no me necesita más me retiro ― respondía Salomé dándose media vuelta para salir, pero Guillermo la detiene. ― Recuerda que serás mi esposa ¿Entiendes? Tienes que comportarte como tal ― hablo Guillermo acercándose con su silla de ruedas al ver que tenía lentes oscuros en la cara. ― Quítate esas gafas ― hablo Guillermo, por lo que Salomé niega con la cabeza. ― Lo siento, pero no, nos vemos después ― respondió Salomé de forma tajante. ― Detente ― hablo Guillermo cruzándose de brazos. ― Serás mi esposa, así que no te irás hasta que te quites esas gafas ― hablo Guillermo, por lo que ella solo reía sarcásticamente. ― Claro, ahora que preocupas cuando no eres más que un miserable ― respondía Salomé con rabia. ― déjate de tus ironías y quítate las gafas ahora ― hablo Guillermo insistiendo. ― Bien, ¿Quieres ver lo que me has hecho? ― preguntaba Salomé mientras se bajaba las gafas, descubriéndose la marca que él había hecho en la noche anterior, viendo que tenía su mano marcada. ― No eres más que un miserable, ¡Te juro que te haré la vida imposible una vez que me case con usted! ― gritaba Salomé descargando su odio en contra de él. ― Si usted no tiene nada más que decirme, lo mejor será que me vaya, no quiero verle la cara ― respondió Salomé dándose la media vuelta para irse, no le dijo nada, no estaba de ánimos para discutir con ella, se sentía demasiado mal emocionalmente que no tenía humor para discutir con nadie.
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