― Sabía que tomarías esa decisión, ya veo que tu padre es importante para ti en tres días te casaras conmigo y él quedara libre de todo y lo ayudaré a que su empresa suba de ganancias ― respondió Guillermo, dejando sola a Salomé, quien ahora estaba en un mar de lágrimas al saber que le esperaba un infierno por él.
Salomé lloraba amargamente al ver que estaba presa en esa mansión de la que ahora aborrecía, lo único bueno era la pequeña que estaba dormida en esa carriola.
― Ojalá pueda ser como esa pequeña sin ningún tipo de preocupaciones ― susurraba Salomé mientras se quitaba las lágrimas llamando a su padre para decirle la verdad que entro de trabajar como niñera, ya estas alturas nada le importaba.
― Hola hija ― dijo su padre tratando de sonreír. ― No te preocupes por la empresa, yo veré la forma de salvarla y que no me metan preso ― hablo Rafael tratando de calmarla.
― Papá, hay algo que tengo que confesarte ― dijo Salomé cerrando sus ojos con fuerza.
― Dime hija te escucho ― respondió Rafael tratando de sonreír.
― Soy niñera de la hija del señor Guillermo ― dijo Salomé hablando un tanto rápido para que no le entendiera su padre, pero lamentablemente él había escuchado perfectamente.
― ¿Que tú eres qué? ― preguntaba su padre tratando de no enojarse. ― ¿Niñera? ― preguntaba su padre un tanto desconcertado. ― ¿Trabajas para ese desgraciado? ¡Responde Salomé! ― respondió su padre furioso, haciendo que ella tuviera el valor de decirle que también será su esposa.
― Si papa trabajo para él ― dijo Salomé tratando de no llorar.
― ¡Ahora mismo te saldrás de esa estúpida mansión, no quiero que estés en esa casa! ― gritaba su padre furioso golpeando levemente el escritorio.
― No puedo salirme papa, no puedo ― respondió Salomé tratando de no llorar, pero era imposible, ya que lágrimas salían sin parar rogando por qué fuese una pesadilla.
― Claro que puedes hija, solo renuncia y deja todo, trabajaremos duro por salvar la empresa y trabajarás también en tu área de pediatría infantil ― contesto su padre tratando de que dejará ese trabajo sin imaginar lo que ella estaba escondiendo.
― No puedo renunciar papa ― decía sin explicarle las razones a su papá.
― Por favor por lo que más quieras renuncia ― respondió Rafael haciendo que ella llorara amargamente.
― Por ti soy capaz de todo ― hablo su hija limpiándose las lágrimas.
― ¿A qué te refieres? Habla ¿A qué te refieres? ― preguntaba su padre desesperado.
― Me casaré con el señor Guillermo Altamirano ― hablo por fin Salomé haciendo que él se dejara caer en la silla.
― ¡De ninguna manera te lo prohíbo! ― Gritaba Rafael furioso.
― Es la única manera de que no te metan a la cárcel, no soportaría verte tras las rejas por algo que no cometiste ― dijo su hija al otro lado de la línea.
Por lo que Rafael se deja caer en la silla, sin embargo, Salomé decide colgar la llamada y apagar su celular para que su padre no le llamara más, decidiendo entrar a la mansión dejando acostada a la niña para que la niña durmiera ella no quería salir de la habitación, sin embargo, la suerte no estaba de lado de ella, ya que María la llamo.
― Señorita Salomé le llama el señor Guillermo ― respondió María haciendo que ella solo asintiera.
― En un momento voy para allá ― hablo Salomé tratando de respirar hondo, por lo que María se retira de su habitación haciendo que ella caminara al espejo.
― Tranquila Salomé, este infierno será algo más llevadero ― hablaba en voz alta, por lo que se arregla el cabello y va con el quién estaba en su estudio.
― Señorita Alvarado, ya que usted está dispuesta a este matrimonio, le daré las cláusulas ― dijo Guillermo preparando un documento. ― Si lees bien esto durará 3 años como mínimo en lo que se resuelve el caso de su padre ― dijo Guillermo subrayando lo más importante del contrato.
― Esto no debió de haber sido si usted no le hubiera tendido la trampa ― hablo Salomé con rabia.
― Si quieres que este infierno sea más ameno, te recomiendo que te mantengas callada ― contesto Guillermo haciendo que ella se cruzara de brazos. ― Prosigo también deberás a cuidar a mi hija, a cuidarla como si fuese tu hija bajo las condiciones de esposa, deberás de dormir a mi lado y fingir incluso ante tu padre que me amas, de lo contrario tu padre quedará arruinado ― respondió Guillermo haciendo que ella suspirara de frustración lo único bueno era esa pequeña que le había robado el corazón.
― Acepto ¿Ya me puedo retirar? ― pregunto Salomé un tanto disgustada.
― Puedes, no sé qué olvide que me perteneces ― respondió Guillermo sonriendo triunfante.
― ¡Yo no le pertenezco a nadie! Usted solo consiguió que fuese su esposa a la fuerza ― gritaba Salomé enfadada, este día había sido un día de emociones fuertes y de noticia desagradable. ― ¡Usted no comprende, pero ya ha ganado, hizo la vida de un infierno a mi padre y no conforme ahora lo haces conmigo es usted un ser maldito, sin corazón! ― vocifero Salomé furiosa.
― ¡Cállate, no te permito que me hables así! ¡Cuida tu tono conmigo! ― gritaba Guillermo empujando su silla de ruedas.
― Es la verdad señor Altamirano usted no es más que un tirano, un ser sin corazón, sin alma, no ama a nadie, solo piensa en su maldito poder y que hay de su hija la hace un lado, por eso su esposa lo dejo porque es usted un monstruo ― respondía Salomé hablando de más sentada en la silla haciendo que Guillermo se acercara y le diera una fuerte bofetada.
― ¡Cállate¡¡Te dije que te callaras! De mi esposa no vas a estar hablando, no eres más que una ― se calló Guillermo de repente no quería hablar de más, ya que en China le enseñaban a respetar a las mujeres sin importar que ella te faltase al respeto, sin embargo, acabo por golpearla.
― Lo odio, señor Altamirano lo odio, no sabe cuánto deseo que usted se muera ― respondió Salomé frotándose la mejilla llorando de rabia.
― Muerto, eso hubiese estado mejor para mí haber muerto en esas malditas vacaciones, tal vez así mi sufrimiento se hubiese acabado de una vez por todas ― murmuraba Guillermo en voz baja, mirándose las manos, esas manos que con las que le había pegado a Salomé aquella chica que saco su frustración. ― ¿En qué me he convertido? ― se preguntaba Guillermo, así mismo no entendía en que se había convertido.
Las horas habían pasado lentamente por lo que Guillermo toma una de sus botellas y decide tomar por primera vez para saciar su dolor, la noche se hacía eterna, no avanzaban a pesar de que la noche verdaderamente corta, por lo que él decide tomar un vidrio para proceder a cortarse las venas.
Por lo que Salomé quiso a respirar aire puro, la habitación estaba asfixiándola, sin embargo, ve que la luz del despacho estaba prendida, por lo que fue a verla viendo a Guillermo que estaba con la mano cortada haciendo que se espantara.
― Guillermo ― murmuraba Salomé viendo la cabeza agachada.
― Déjame por lo que más quieras deja que me muera, es mejor para reunirme con mi esposa ― hablaba Guillermo, por lo que Salomé lo ayuda para ir a curarlo.
Dejándolo en su habitación curando su mano, dejándolo dormido en su cama, murmuraba cosas sin sentido, por lo que le da una pastilla para que durmiese tranquilo con su mano vendada.