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El murmullo del amor

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Blurb

A David lo marcó aquel día. La persona que más amaba en el mundo lo había abandonado y utilizado por una apuesta que le pareció divertida. Sus sentimientos fueron utilizados en su contra, fue el centro de diversión del hombre que amaba con ojos cerrados. Cada segundo se arrepintió de haberlo amado sin medida, de haberle entregado su primer beso... su primera vez.

Pero ahora el destino se encargará de invertir los papeles.

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Frente al pasado
Murmullo "Ruido continuo y confuso que produce una cosa en movimiento."   —Por favor, Adrián—Dijo el pequeño entre sollozos, estaba de rodillas en el suelo de aquella oficina— Es lo único que te pido en la vida. El pelinegro miraba de manera despectiva al pequeño que tenía en frente. En serio le molestaba ver a las persona llorando frente a él, aunque no iba a negar que le causaba gracia verlo así de rodillas pidiendo su ayuda. Mordió su labio al recordar todas las noches en lo tuvo aprisionado bajo su cuerpo pronunciando su nombre en medio del éxtasis, su cuerpo sudoroso y sus mejillas sonrojadas pidiéndole más. ¡Cuánto había disfrutado arrebatarle su inocencia! Frunció el ceño, se recostó en la cómoda silla y se cruzó de brazos. — ¿Dices que tú y yo tenemos un hijo? David alzó su rostro levemente, dejó ver sus ojos hinchados por las lágrimas y su nariz sonrojada. Asintió apretando sus manos, odiaba a ese hombre con todas las fuerzas de su alma. No quería estar ahí pero lo hacía por amor a su pequeño Julián que en este momento se hallaba con una atresia biliar. Dirigió su mirada al suelo, solo quería que ese hombre aceptara, donara su maldito hígado y desapareciera para siempre. Se juró a si mismo que Adrián nunca conocería la existencia de su hijo, buscó donantes por doquier, fue a cientos de hospitales, leyó listas de donantes, pidió ayuda por todo los medios pero nadie era compatible, nadie. ¿Qué desgracia estaba pagando? Los médicos dijeron que la última opción era su padre porque ni siquiera él era compatible. Al escuchar esas palabras sintió que un nudo en su garganta lo iba a ahogar, no quería ver de nuevo a ese hombre pero ahora estaba ahí de rodillas rogando por la vida de su hijo que era más valiosa que su orgullo. —Creí dejar en claro que no quería saber nada de ti—Golpeó con sus dedos el escritorio jugueteando. —Julián necesita pronto un donante...—Dijo suave, aún le costaba digerir esas palabras—Nació con una insuficiencia en el hígado— Respiró hondo—He buscado donantes por todo lado pero nadie es compatible. Tú eras la última opción. Adrián sonrió ladino. — ¿Cómo puedo estar seguro de que ese hijo es mío? David abrió los ojos en sorpresa, contuvo los deseos de gritar. Observó a Adrián de arriba a abajo preguntándose como un día lo pudo amar con devoción y locura, dio todo por él cuando simplemente era un juguete de apuesta. —Adrián, por favor— Sollozó—Es solo por Julián... El pelinegro llevó su brazo al escritorio y apoyó su cabeza en la mano. —Te repito David ¿cómo sé que es mi hijo? Tú me abriste fácil las piernas, pudiste haber hecho los mismo con cualquier otro.  David se sentía morir, después de todo ¿eso era lo que pensaba de él? Quería matarlo. Pero su amado niño lo necesitaba. —Tú eres el padre—Dijo con firmeza. Adrián lo observó pensativo, era consciente de que ese pequeño lo había amado con locura no por nada lo había utilizado. Pensó en su "hijo" ese niño no le importaba en lo más mínimo al igual que David, esa situación lo estaba empezando a desesperar. Suspiró molesto y observó de nuevo a David. — ¿Cuántos años tiene? —Siete— Contestó David. Un niño de siete años, ese era el tiempo exacto en que se había separado de David. Siete años sin verle. Siete años sin tocarlo y poseerlo. — ¿Cuándo supiste del embarazo? David titubeó. —Un par de meses después de separarnos. — ¿Por qué no me dijiste? — ¿Lo ibas a aceptar?—Lo miró a los ojos. —Por supuesto que no—Respondió sin dudar. —Ahí tienes tu respuesta.  Mantenía su mirada fija en el pequeño que seguía arrodillado en el suelo. Esa mañana se había levantado como todas las mañanas junto al cuerpo de una de sus amantes después de una noche de sexo desenfrenado, había cumplido con su rutina sin esperar sorpresas. Hasta que David atravesó la puerta. Y esta si era una gran sorpresa. No esperaba que el pequeño se apareciera en su oficina con lágrimas en sus ojos exigiendo hablar con él, en el fondo pensó que venía a rogarle sexo. Sexo. —Por favor, Adrián—Dijo el pequeño desesperado por el silencio—Sólo necesito tu hígado, nada más. No te estoy pidiendo dinero ni nada a cambio. Solo te pido que vayas y te dejes realizar la operación, después de eso me asegurare de que no vuelvas a saber nada de nosotros. —Por supuesto que no querré volver a saber algo de ustedes—Sonrió de nuevo con cinismo— Pero no entiendo todavía...—David alzó la mirada expectante— ¿Por qué debería hacerlo? Eso terminó de romperlo todo dentro de él. En serio ¿cómo pudo amar a un monstruo como él? ¿Cómo pudo? Maldijo de nuevo el día en que lo conoció, en que lo besó, cada "te amo", cada lágrima que derramó por él. Lloró frente a él amargamente, cubrió su rostro. No quería perder a su hijo, no lo soportaría. Era por ese ángel que su vida tuvo sentido después de la separación con Adrián, ese niño le devolvió lo que ese malnacido le había arrebatado. —Sólo es un niño, Adrián—Lo miró con odio— ¡Un niño de tan solo siete años! Apenas está empezando su vida—Su mirada cambio a una de decepción—No te estoy pidiendo que lo ames, no te estoy pidiendo que lo aceptes... Solamente sálvale la vida.  Adrián lo miró de nuevo, llevó su pequeña mano a sus labios acariciándolos. Salvarle la vida a un niño. Salvarle la vida a su hijo. Sabía que era su hijo, David no lo hubiera buscado sino fuera así de eso no le cabía duda. Tenía un hijo. Un hijo de siete años que estaba muriendo en la cama de algún hospital. Tomó aire. ¿Iba a dejar morir a un niño? No podía ser tan malnacido ¿o sí? Nunca en su vida se imaginó en una situación como esa, ser padre nunca encajó en su lista de sueños y menos tener una familia. Pero no podía tener el corazón tan frío como para dejar morir su sangre por un simple trasplante, su sucia consciencia no lo dejaría en paz. Independientemente de todo ese niño era su hijo, a pesar de que nació de una aventura de momento, pero no iba a desaprovechar esa oportunidad, obviamente iba a obtener su tajada de esa situación. — ¿Cómo planeas pagármelo? David se estremeció ¿quería dinero? Titubeó un poco, no sabía qué decir, no tenía los recursos suficientes ni siquiera para pagar la hospitalización de Julián. Daniel era el que iba a correr con esos gastos junto con sus otros amigos, su sueldo de profesor de música apenas cubría sus gastos del hogar. — ¿Cómo me piensas pagar la vida de tu hijo David? —Yo...—Bajó la mirada avergonzado—, no tengo como pagarte. —Lo sé— Sonrió con descaro—. Por eso te pregunto, ¿cómo me vas a pagar? Adrián se puso en pie y dio unos cuantos pasos hacía él, se arrodilló a su altura y llevó su mano al rostro de este alzándolo para mirarlo a los ojos. — ¿Qué estás dispuesto a darme a cambio de la vida de tu hijo? A David se le aguaron los ojos, los cerró dejando que sus lágrimas rodaran por sus mejillas. Amaba a Julián y no estaba dispuesto a perderlo, su hijo era su prioridad. No importaba no lo que tuviera que hacer. —Lo que quieras— Dijo con voz débil. Maldijo a todos los dioses en ese momento. Sus heridas se abrieron derramando sangre fresca, la vida era demasiado injusta. Iba a ser utilizado una segunda vez por el mismo hombre. —Bien—Dijo Adrián dejando que su aliento chocara frente a su rostro, dio un casto beso sobre sus labios—. A cambio quiero una noche completamente contigo. Solo sexo, lo quiero todo de ti hasta la última gota. David apretó los dientes, lo miró con odio, con tanto que pensaba que lo iba a matar allí mismo. Adrián se puso en pie sonriendo feliz porque iba a pasar una excelente noche, contempló al pequeño que estaba en el suelo con expresión abatida. —Mañana en la noche en el hotel Royal, habitación 216 a las seis de la tarde— Dijo tomando asiento y encendiendo su computador— Si cumples pasado mañana me tendrás en la clínica a primera hora. Y para que veas lo bondadoso que soy cubriré los gastos de la operación. David no decía nada, se puso en pie y se dirigió a la puerta con su dignidad arrastrándose por el suelo. Era demasiado doloroso, no sabía si lo podría soportar. Adrián sonrío al verlo desaparecer. Iba a tener de nuevo a su juguete favorito.

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