David salió de aquel edificio con su dignidad arrastrándose por el suelo, con una mirada triste caminaba por las calles tratando de calmarse antes de dirigirse a casa y decir que ya tenía al donante. No sabía si sentirse feliz o desdichado.
Quería chasquear los dedos y hacer que los problemas desaparecieran, quería que su pequeño hijo se encontrara junto a él en casa, jugando con sus carros sin temor a ninguna enfermedad. Quería retomar su vida cuando todo estaba bien y no le habían descubierto aún esa deficiencia a Julián, pero él no era Dios y debía aceptar su vida tal cual era. Una maldita desgracia.
Caminó unas cuadras más sin rumbo, quería matar a Adrián, antes de pisar su maldita empresa muy en el fondo de su corazón sabía que eso iba a ocurrir. Paso el dorso de su mano por sus mejillas, ya no era el mismo idiota de hace siete años, por ello debía ser fuerte. Por él y por Julián. Tan pronto se realizara el trasplante, se marcharía junto con su hijo y continuarían con sus vidas como si nada hubiese ocurrido.
Tomó un taxi camino a casa, en todo el camino pensó en que le diría a su hermano con respecto a Adrián, en un principio este se había negado rotundamente a rogar por su ayuda pero era la vida de Julián era la que estaba en juego, tenían que dejar el orgullo a un lado por más doloroso que resultara.
Hace siete años se había decidido a dejarlo a un lado, lo había logrado con lágrimas juntando los pedazos de su corazón, reuniendo fuerza por amor a Julián, pero ahora el destino se había encargado de unir de nuevo sus caminos ¡Mala suerte! miró por la ventana molesto ¿qué estaba pagando? ¿Acaso a la vida no le bastaba con haberlo jodido hace siete años?
El simple hecho de recordar a Julián cuando estuvo hospitalizado siguiendo un tratamiento lo lastimaba, sentía que su vida se desplomaba frente a sus ojos pero fue fuerte, no iba a perder la esperanza incluso si eso significaba buscar al bastardo ese.
Llegó a su hogar que quedaba ubicado en un calle del distrito Seongdong cerca del río Han, a él y Julián les gustaba ir los fines de semana allí a admirar el paisaje en las noches en medio de sonrisas. Su Julián, tomó aire profundamente para asumir la realidad que ahora lo rodeaba. Lo único bueno de todo eso era que su pequeño iba a estar bien.
Atravesó la reja que resguardaba su casa de una planta, paso por el jardín donde habían regados varios juguetes de su pequeño, al parecer se había divertido con el tío Samuel, entró en la casa interrumpiendo a la pequeña pareja que tenía una guerra de cosquillas. Julián colgaba de la espalda del mayor que corría con una enorme sonrisa, tan pronto lo vio se bajó apresurado a correr a sus brazos.
—¡Mamá!—Se abrazó a su cintura.
David le dio un beso en los cabellos y le dirigió una mirada de disculpa a Samuel quien solo le sonrío.
—¿Cómo te portaste?—Dijo haciéndose el duro.
—Jugué todo el día a fútbol con el tío Samuel.
—Sabes que no puedes esforzarte, Julián— Lo reprendió un poco enojado.
— No fue mucho realmente, yo lo cuidé— Aseguró Samuel.
David frunció el ceño.
—¿Y la guitarra?—Volvió la vista a su hijo.
El pequeño parecía indeciso con lo que iba a responder, David sabía que en el interior estaba rogando ayuda a Samuel.
—Ensayamos un rato juntos— Intervino Samuel llamando la atención de David, sonrió leve—Julián ha mejorado mucho.
—Sí, mamá— Dijo orgulloso mientras se abrazaba más a él—. Samuel me felicitó.
David sonrío, era tan adorable.
—Ese es mi hijo— Removió los cabellos negros de su pequeño, alzó la mirada al otro— Gracias por todo, en serio, me hiciste un gran favor.
—No te preocupes—Se acercó acomodando su camisa blanca que estaba arrugada por sus juegos—. Sabes que puedes pedirme lo que necesites.
—No quiero ser una molestia—Dijo modesto— Además, faltas mucho al trabajo por estar aquí con nosotros.
—Quiero que Julián y tú estén seguros.
David apartó a Julián con dulzura.
—Cariño, ve a la tienda y cómpranos algo de comer— Le dio su monedero.
El chico asintió feliz y salió corriendo. David lo vio marcharse y se dirigió a Samuel.
—Ya tengo al donante.
El otro sonrió con evidente alegría.
— ¿En serio?— Llevó las manos a su boca aliviado— Esa es una noticia maravillosa— Se acercó a David para abrazarlo—. Eso es muy bueno.
—Sí, estoy muy feliz.
—¿Quién es el donante?— Se apartó.
David vaciló, Samuel no sabía absolutamente nada sobre Adrián al igual que su hijo. Los únicos que sabían la verdad eran Alex y Daniel, para el resto el padre de Julián estaba muerto, bajo tierra a causa de un accidente automovilístico cuando Julián era apenas un bebé en su vientre.
Esa era su verdad.
—En una de las clínicas apareció un hombre con una enfermedad terminal y accedió a la donación.
Samuel no pareció muy convencido.
—¿Si está en condiciones?
—Esperemos que sí, tengo que ir con el doctor de Julián para programar los exámenes .
—¿Y si no es compatible?
—Sí, si es compatible... estoy seguro.
—David— Lo abrazó de nuevo—, no quiero que te lleves desilusiones como antes.
—Créeme, Samuel, ese hombre es compatible— Dijo a su pesar—. Mañana tengo cita con él en la noche ya que trabaja, así que tengo que dejar a Julián con Daniel y Alex.
—Yo puedo cuidarlo si quieres— Se ofreció.
—No— Negó—, ya te he causado bastantes problemas, así que puedes estar tranquilo. Además faltas mucho al bufet...
—Soy el dueño del bufet — Alzó los hombros con desinterés —. Puedo hacer lo que me venga en gana.
—No seas irresponsable...
—David— Lo tomó los hombros—, entiende que quiero ayudarte, la situación de Julián no es fácil y tú estás solo, bueno a excepción de tu hermano y Daniel, pero finalmente solo. No tienes a alguien que te haga compañía ni te ayude... así que por favor no me rechaces.
David suspiró, ese hombre conocía sus debilidades.
—Está bien— Lo miró a los ojos— Solo... no faltes tanto al trabajo.
—De acuerdo— Sonrió, lo soltó al ver entrar a Julián con una bolsa—¿Qué nos trajiste pequeño?
—Caramelos— Le entregó la bolsa a Samuel.
—¡Qué rico!—Dijo infantilmente Samuel, tomó a la Julián de la mano y se giró a David—Voy a llevarlo al jardín a recoger el desastre. Llama a Daniel y Alex para darles la noticia.
David asintió.
Sacó el celular de su chaqueta y se dirigió a su habitación a encerrarse. En ese momento Daniel y Alex debían de estar trabajando, Daniel era director de una escuela privada, él y Alex eran profesores allí gracias a la influencia de Daniel por lo cual siempre permanecían juntos, además Julián estudiaba allí también aunque después de su enfermedad tuvo que ser retirado.
Miró el celular, tenía que pensar muy bien lo que iba a decir. Decidido marcó.
—¿Aló?—Dijo la voz al otro lado de la línea.
—Hola Daniel.
—¡Oh, David! Toda el día estuve pensando en ti, Alex no ha parado de venir a mi oficina preguntando por ti ¿qué tal te fue con ese imbécil?
—Bueno...pudo haber sido peor.
—¿Accedió?
—Sí—Sonrío débil—, mañana tengo una cena con él para arreglar las citas y los exámenes.
—¿Te dijo algo de Julián?
—No... solo va a donar y ya.
—Ese hijo de puta— Gruñó—Ni siquiera tiene corazón para su hijo.
—Está bien, Daniel, yo quiero que esté lejos de nosotros.
—Sí, es mejor que las cosas sean así. ¿Ya contactaste a la clínica?
—Ya voy a llamar, tengo que hablar con el doctor para hacer los exámenes de compatibilidad.
—Es un alivio que por fin haya un donante— Dijo aliviado—Además las probabilidades con Adrián son bastante altas.
—Lo sé, lo único que quiero es que Julián esté bien...No me hubiera gustado que estuviera internado por su enfermedad.
—Eso fue porque respondió bien al tratamiento y la enfermedad aún no estaba tan avanzada— Hizo un silencio—David sé sincero conmigo ¿Adrián no te pido nada a cambio de su ayuda?
David sonrío.
—No, Daniel— Dijo seguro—. Solo dijo que nos quería a mí y a Julián fuera tan pronto todo acabara.
—Imbécil— Bufó—. Por un momento pensé que lo haría, no me sorprendería de él.
Si supieras Daniel.
—Daniel te tengo que dejar—Escuchó las risas de Samuel y Julián—Por favor, dile a Alex que lo llamó en la noche.
—De acuerdo, no olvides llamar a la clínica.
—Por supuesto que no lo olvidaré—Colgó.
Se dirigió a la puerta y tomó en pomo con una sonrisa. Todo iba a estar bien, en unos meses recobraría su vida con Julián para sonreír de nuevo ¿qué podía salir mal?
—¿Y dónde es la cita hoy?—Dijo Tomás molesto al ver a su hijo bajar por las escaleras con una sonrisa.
—Ese no es tu problema, papá— Se giró a mirarlo antes de abrir la puerta— Regreso tarde.
—Te recuerdo que tienes una prometida.
—Y te recuerdo que ella aceptó mis términos— Objetó—. Jessica sabe cómo soy y ella así aceptó estar conmigo, así que no hay nada que reclamarme.
—Adrián—Se paró furioso su padre del asiento—. No toleraré esos comportamientos tuyos, estás comprometido y debes respetar a esa chica.
—Tú fuiste el que planeó ese compromiso— Le contestó—Fui muy claro desde el principio cuando dije que no quería casarme y mucho menos formar una familia.
Tomás rascó su frente ¿En qué momento había criado a esa criatura? Su hijo se había salido de sus manos, no iba a negar que manejaba la empresa de manera envidiable, era un jaque en los negocios pero en cuanto a sus sentimientos... trataba a las personas como muñecos de trapo, ya había perdido la cuenta de cuantos escándalos de sábanas había tenido en los últimos años.
Se la pasaba en fiestas, llevando a la cama a quien le abriera las piernas y él no lo iba a permitir más, primero por respeto a Jessica, que era la hija de su amigo y segundo para enseñarle una lección. Porque sí, él le iba hacer coger escarmiento y de una manera dolorosa. Y esta vez no iba a escuchar a Cristian quien se hacía el de la vista gorda con los deslices de su hijo.
—Te voy a dejar claro algo, Adrián— Alzó su dedo índice— Una más, una sola falla más y te juro que olvidarás de todo lo que te rodea.
—Por favor, papá— Sonrío— Sabemos que no tienes el valor para hacer eso.
—No me provoques, Adrián— Gruñó—Basta una palabra mía para borrarte esa sonrisa.
—Esperemos a que ese momento llegue, no eres capaz de sacarme.
—Veamos cuánto te dura la felicidad— Tomó asiento de nuevo y abrió el libro que estaba leyendo—. Lo único que te digo es que una vez te quite todo no lo podrás recuperar.
—Sí, padre— Su tono fue sarcástico.
Adrián sonrío, abrió la puerta de la casa y salió.
Ahora conducía su carro con un brillo en sus ojos, tenía una mano en el volante y la otra apoyada en el marco de la ventana.
¿Cómo su padre podía amenazarlo con quitarle todo?
Él no quería Jessica, lo dejó claro desde un principio. Ese compromiso lo crearon con el objetivo de hacer crecer a las constructoras, no había amor no había nada, incluso enfrentó a Jessica diciendo que no esperara nada de él y que no iba a dejar de verse con sus amantes por una chiquilla como ella, la única respuesta que recibió fue una sonrisa con un: Haz lo que quieras.
No entendía aún porque su padre se quejaba, manejaba bien la empresa y daba buenos resultados cada año. Las actitudes que tenía no eran su problema, él era como era y ya. Le molestaba que estuviera siempre insistiéndole con cosas del amor, la familia y el esfuerzo. Esas cosas no le importaban. Una vez su padre le echó en cara que cuando llegara a viejo iba a estar solo, pero con dignidad respondió que iba a estar solo pero rodeado de su harem. Y la idea era buena.
Pero no se iba a detener a pensar en eso, ahora solo quería pensar en la noche de mañana. No iba a negar que estaba emocionado por tener a David entre sus brazos y hacerle gritar su nombre, entre tantos debía reconocer que ese pequeño era diferente. Debía llamar al hotel y hacer la reservación, además de preparar varios detalles que iba necesitar.
Sacó su teléfono y marcó a Marc, la noche era joven y él tenía muchas energías por derramar.