Capítulo 25
Compañía
Parte 1 / Unas Cuantas Monedas
[Raúl]
—¿Qué crees que estas haciendo?—me pregunto Mauricio al despertar y ver que me estaba alistando para salir, —Espera al menos a que amanezca… es peligroso bajar a esta hora por el barrio…—me aclaro preocupado.
—Tranquilo… es que no logro dormir, dormí en la tarde y ahora me cuesta conciliar el sueño…—le explique firmemente.
—Son solo terquedad suya… espere al menos a que amanezca…—me reclamo Mauricio.
—Ya casi va a amanecer—le respondí mientras acomodaba mis zapatos.
La verdad estaba en que mi espalda me dolía, ya a mis casi 45 años me era muy difícil el conciliar el sueño, o si quiera dormir en el suelo… quien lo diría, un vagabundo que le duele la espalda por dormir en el suelo… que vergüenza era para el gremio.
—Quédese otro rato… en la mañana podemos ir a comer algo en la plaza…—me seguía diciendo Mauricio preocupado.
Su preocupación no era mas que el dejarlo solo en ese momento de la noche, en su casa… que en realidad no era su casa, podíamos dormir tranquilamente sin que otros personajes de la calle atentaran contra nosotros, el consumía algunas drogas en diferentes horas del día, por otro lado yo no lo hacia nunca, mas solo una vez fume lo que no debía fumar… lo recuerdo muy bien, la sensación de mareo y luego el vomitar todo lo que en mi vida había comido… no fue para nada algo especial como mucho lo decían. Tome mis cosas, empaque en mi maleta la cobija que había comprado hacia unos días en el centro de la ciudad, tome mi chaqueta y la coloque abrigando por completo mi torso, tome un bolsa plástica y la guarde en mi bolsillo por si en algún momento la necesitaba.
—Raúl… espéreme al menos lo acompaño… nos vamos los dos…—seguía Mauricio preocupado.
—Tranquilo amigo… voy a donde mi hija, pasare a darme un baño y de nuevo saldré… le prometo traer algo de comida… si nos vemos en el parque como siempre…—le explique en detalle para persuadirlo de ir conmigo.
—Lleve al menos algo de comer… hay un par de panes en mi maleta—contesto resignado.
Lo mire y sonreí de momento, mientras me levantaba del colchón sobre el suelo de la casa abandonada donde nos habíamos quedado esa noche, las brasas de una pequeña fogata que hicimos para calentar algo de comer, era la luz que nos acompañaba, por otro lado tan solo el brillo de las luces de la calle dibujaban en el suelo la silueta del marco de la ventana destruida, esa misma por la que debía salir en ese momento.
Mauricio se quedo acostado sobre el colchón del suelo, observando con detenimiento a través de la oscuridad como me marchaba de la casa abandonada de la que nos habíamos apoderado para no dormir del todo en la calle, estábamos en ese momento al sur de la ciudad y se veía desde las montañas, el paisaje de la noche en la ciudad, mientras las luces naranjas alumbraban las calles, tome mi maleta y la acomode en mis hombros mientras salía de la casa abandonada al borde de una de los riscos que daba al fondo a un riachuelo que aun permanecía limpio en medio de uno de los barrios pobres de la ciudad. Comencé a dar mis primeros pasos para bajar de la montaña, por las calles entre la tierra y el pavimento, no había una sola alma caminando por las calles salvo por mi que bajaba apresurado al sentir la soledad en mi espalda, baje por varias calles hasta que sentí que estaba siendo observado por algunas personas que a esa hora de la madrugada salían a trabajar en su oficios varios… aún recuerdo cuando aún lo hacía, solía pensar que no había mas que hacer en la vida entera que trabajar… además de leer literatura, lo cual era en realidad el único vicio que me acompañaba, pues en mi maleta llevaba conmigo 3 o 4 libros que me encantaban leer, lo hacia también cuando trabajaba, ahora solo eso era lo que me mantenía ocupado. Recuerdo también estas calles empinadas, el esfuerzo de mi taxi en subirlas y llevar a las personas a su destino a cambio de un poco de dinero que muchas veces no era la recompensa suficiente, mas agradecía una sonrisa o las palabras de gratitud al llegar siempre al destino que pedían los pasajeros… aun me cuesta entender que todo eso quedo atrás, que ya no hay mas razones para que la personas me agradezcan mas que el hecho de que salga de su camino o no les infunda terror al pasar por su lado, no se en que momento mi vida se torno de esta manera, sin embargo si seguía de esta manera era por mi propia decisión. Camine cuesta abajo hasta la terminal de autobuses, me senté cerca de los conductores y Conte las pocas monedas que tenía en ese momento en el bolsillo de mi chaqueta, tenia un pan, una bolsa plástica, y unas cuentas monedas que había hecho el día anterior vendiendo un reloj que había encontrado, aunque el comprador juro que me lo había robado, lo cual no era cierto, tan solo lo encontré en el parque, el vendedor me ofreció un par de billetes, pero mi muy sutil fortuna la compartí con mi amigo, ya solo tenia alrededor de 500 pesos colombianos en mi poder. Tome mi maleta y la deje al lado de un poste, arregle lo mas que pude mi apariencia y me acerque a la señora que vendía el café, claramente mi presencia no pasaba desapercibida, mi cabello desarreglado, mis ropas algo sucias, en especial mi cheuta oscura algo manchada de aceite de motor, me acerque con timidez, mi voz no era muy coherente con mi apariencia pues no solía decir ni manejar la jerga callejera como lo hacían otro habitantes de la calle.
—Discúlpeme señora… perdóneme si la asusto… solo quería pedirle que me vendiera un café pequeño… tan solo tengo 500 pesos…—le dije al acercarme.