Xander
La huelo antes de verla.
Ese aroma dulce, único, que me revienta cada célula del cuerpo, que hace que las garras se claven en mis palmas y los colmillos me rocen la lengua. Antes de darme cuenta, Velkan me dejó llegar a la superficie con mi mente.
Conocería a Ayla. Mi Ayla.
La observo al otro lado del salón de ballet, descalza, su piel brillante de sudor, el cabello suelto cayéndole por la espalda. Su respiración es un jadeo leve, la perfección hecha carne. Y yo... no soy Velkan esta vez.
Soy Xander, y no hay control en mí.
Cuando me acerco, lo hago despacio. Pero por dentro, todo en mí ruge, cada músculo pidiendo acción, cada fibra ardiendo por poseerla. Ella se gira, me mira con esos ojos grandes, confiados. Inocente. Aún no entiende lo que está a punto de desatar.
—Vel...
—Xander... —la interrumpo—. El lobo de Velkan...
—Xander —susurra mi nombre en sus labios como una plegaria.
Y yo lo pierdo.
La empujo contra el suelo de madera, las manos rodeando su cintura con una fuerza que arranca un gemido de su garganta. Su espalda arquea, perfecta. El miedo y la excitación pelean en sus ojos. Mis colmillos rozan su cuello, mi lengua saborea la piel donde pronto estará mi marca.
"Mía. Mía. MÍA."
Mi mente no es un mar de pensamientos articulados, es un rugido constante, un eco salvaje que repite lo mismo: reclámala.
Mis manos rasgan su blusa, los botones saltan, escucho el latido frenético de su corazón bajo mi boca. Ayla tiembla, no sé si por miedo o porque lo quiere tanto como yo. Pero cuando mis dedos se clavan en sus caderas y la arrastro contra mí, ya no hay dudas. Ella responde. Se entrega.
—Xander —gime mi nombre.
El suelo cruje bajo nosotros mientras la penetro, duro, sin piedad, con la urgencia de un Alfa que ha esperado demasiado por ella. La danza que hace poco ejecutaba con sus pies gráciles ahora ocurre entre su cuerpo y el mío, brutal, frenética, hermosa en su caos.
La escucho en mi cabeza.
"Más... no me dejes..."
—Nunca —gruño, rompiéndome sobre ella, dentro de ella.
Mis pensamientos la golpean en oleadas. Ella puede oírlos, lo sé, porque tiembla cada vez que mi mente le grita lo que mi boca no alcanza a decir.
"Eres mía. Mi Luna. Mi todo. Nadie más te tocará. Nadie."
Mis colmillos raspan su piel mientras el clímax nos sacude a ambos, un estallido que me hace rugir su nombre, que la hace gritar el mío. Y cuando finalmente abro la boca sobre su cuello, lo hago porque ya no hay vuelta atrás.
Hundí los colmillos. La marqué yo. Sellé lo que el destino escribió para nosotros.
El vínculo estaba completo.
Ayla se arqueó bajo mí, un grito ahogado mezclado con lágrimas. No de dolor, no de miedo. De entrega.
Me desplomo sobre ella, mi respiración como un trueno en su oído. Paso la lengua por la marca, calmándola, murmurándole en la mente palabras que ni siquiera Velkan se atreve a decir en voz alta.
"Eres mi amada Luna. Mi salvación y mi perdición."
Acaricio su rostro. Me quedo quieto, escuchando cómo su corazón comienza a calmarse. Me pregunto si ella entenderá ahora que nunca estuvo hecha para otra cosa que no fuera esto. Que no fuera ser la hermosa Luna de nuestra manada.
Pero en el fondo, una chispa de duda arde. Porque aunque Ayla nos dejó entrar, no sé si alguna vez me dejará que nos quedemos por completo.
Y lo que no sabe es que ahora, ni ella ni el mundo podrán escapar de mí.
El último pura sangre en el mundo.
☆☆☆
Ayla
El frío me quiebra antes que el miedo.
Abro los ojos y no hay suelo, ni cielo, ni aire. Solo vacío. Estoy suspendida, flotando, sintiendo cómo mi piel arde y se hiela al mismo tiempo. Una voz me llama, seductora, familiar.
¿Aaron? No puede ser...
—Ven, Ayla... mírame.
Giro y ahí está. Su rostro perfecto, ojos como brasas vivas, una sonrisa que antes me hacía temblar de amor y ahora me encoje el alma. Pero no estoy huyendo. Estoy caminando hacia él.
La escena cambia.
Frunzo el ceño, estoy frente a las puertas del Cielo. Las toco, y a través de mis manos, la luz se mancha, se retuerce, se corrompe. Aaron se acerca, sus labios rozan mi oído, su voz es un veneno dulce.
—Ábrelas para mí, Ayla. Solo tú puedes.
Mis manos tiemblan. No. No quiero. Pero lo hago.
El cielo se parte en dos.
Escucho los gritos, veo a los ángeles caer. Sangre de luz, alas arrancadas. Yo río. —RÍO—. El sonido me perfora los oídos, es mío, pero no soy yo. No soy esta criatura.
Entonces lo veo.
Aaron entra. El Hijo del Inframundo. Me toma del cuello, sus labios en los míos, un beso cruel, un beso que sella mi condena.
—Mía para siempre, Ayla. Mi reina, mi guerra —dice, pero veo el rostro de Aaron y no... no es él. Es alguien que está fingiendo ser él.
El juicio cae.
Un trueno sacude mi cuerpo, una voz sin rostro grita mi nombre.
—¡Ayla, traidora!
—¡Serás un ángel caído! Eres una desgracia para la pureza. No eres digna de vivir con nosotros.
La luz me atraviesa. Las alas se me queman, las plumas arden en mi piel, y cuando intento gritar, mi voz se ahoga en la garganta.
Caigo.
Caigo.
Caigo... y me golpeo con el suelo. Un estruendo que me rompe los huesos y me hacen doler todo el cuerpo.
El suelo se rompe al recibirme. Un latido. Otro. Me envuelve la carne, la piel, el peso de un cuerpo humano. Me miro las manos, manchadas de hollín y fuego. El reflejo en el agua rota me muestra ojos que ya no brillan como antes.
Soy Ayla... Solo Ayla.
Pero en la oscuridad, Aaron susurra, riendo.
No, no era Aaron. Era otra persona que quiere hacerme ver cosas que no son, bajo el nombre del hombre que fue mi prometido.
—No importa cuántas veces renazcas, cariño. Yo siempre te encontraré y te llevaré hacia la desgracia. Debes estar en donde perteneces y no volver. Tu lugar no es en la tierra ni robando lugares destinados para otra persona.
Despierto jadeando. El cuerpo húmedo de sudor, las sábanas revueltas. La marca de Velkan ardiendo en mi cuello como si acabara de hacerlo. Las lágrimas ruedan sin permiso. Me cubro el rostro, temblando.
—Velkan... —murmuró.
El cuerpo me dolía después de haber hecho el amor con él. No entendía del todo el vínculo de compañeros, pero estaba tratando arduamente de no asustarme. Tenía sueños más bonitos que me explicaban lo que yo era para la vida de la manada.
No sé si era verdad, pero aceptaba con amor esos sueños.
Tiemblo al recordar lo que me despertó en estos momentos y me levanto de la cama. Mi hermoso departamento que le faltaba mucho por ser de lujo, me recibe al salir de mi habitación. Voy a la habitación de Parker y lo veo dormido.
¿Quién soy realmente? ¿Y cuánto falta para que lo recuerde todo?
¿Mis sueños son de verdad?